24 de septiembre de 2012

Especulando con emisiones de carbono


 
 
 
 
 
 
 
MOVIMIENTO MUNDIAL POR LOS BOSQUES TROPICALES
Boletín Mensual - Número 181 - Agosto de 2012

Especulando con emisiones de carbono

Propuesto por primera vez en la década del sesenta, el comercio de emisiones fue desarrollado por economistas estadounidenses, negociantes de derivados y de materias primas y grupos ambientalistas “súper verdes” y alianzas comerciales de Washington.

En 1997, el régimen de Bill Clinton presiona con éxito para que el Protocolo de Kioto se convierta en un conjunto de instrumentos del comercio de carbono (Al Gore, quien presentó el ultimátum de Estados Unidos a Kioto, se convirtió luego en un activo miembro de este mercado). En la década de 2000, luego del rechazo de los Estados Unidos al Protocolo de Kioto, Europa toma la iniciativa de convertirse en el anfitrión de lo que hoy es el mayor mercado de carbono del mundo, el “Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea” (RCDE-UE).

El enfoque internacional de la crisis climática sigue siendo el proyecto de construir un solo mercado mundial del carbono, que valga miles de millones de dólares. Los mercados de carbono supuestamente abaratan las reducciones de contaminación por gases de efecto invernadero decretadas por los gobiernos y preservan, al mismo tiempo, las ganancias corporativas.

Como declaró abiertamente el Director Ejecutivo de American Electric Power en octubre de 2009, “si alguien afirma que la única razón por la que American Electric Power quiere [invertir en un proyecto de compensación de emisiones en los bosques de Bolivia] es porque no quiere cerrar sus plantas de carbón, mi respuesta es: ¡Claro, porque nuestras plantas de carbón sirven a nuestros clientes a un costo-beneficio muy eficaz!”.

En Europa, diez de las industrias más consumidoras de combustibles fósiles reciben ganancias extraordinarias del enorme excedente de permisos de contaminación concedidos por sus gobiernos de forma gratuita, ganancias que exceden el presupuesto total de la Unión Europea destinado al medio ambiente. Adicionalmente, el mercado de carbono ofrece a los inversionistas un conducto para la absorción del excedente de capital. En resumen, mientras aparentan responder a las exigencias públicas de acción en favor del clima, los mercados de carbono actúan para servir a los propósitos de las élites.

Para cumplir con el imperativo de generar ganancias, los banqueros, los comerciantes de materias primas, los agentes de productos financieros derivados y los economistas neoclásicos quienes, junto con los gobiernos del Norte, han dominado el desarrollo de los mercados de carbono, han concentrado su ingenio en hacer que el nuevo producto tenga liquidez, sea comparable a otras mercancías, esté normalizado y pueda ser vendido velozmente en una amplia esfera geográfica. Al mismo tiempo se han concentrado en no facilitar la transición hacia un sistema alejado del consumo de combustibles fósiles.

Toda mercancía, para ser intercambiable, debe ser divisible y mensurable. Por ello los arquitectos del mercado del carbono tienen que construir sus productos basados en las moléculas de dióxido de carbono. Los departamentos gubernamentales, los científicos en los paneles de Naciones Unidas, y expertos técnicos de todo tipo, están encargados de contar las moléculas y seguirlas a medida que viajan de los combustibles fósiles a la chimenea y del tubo de escape a la atmósfera, donde se mueven entre el aire, el mar, la vegetación, las rocas, el agua dulce, y así sucesivamente. Los políticos, diplomáticos y funcionarios tratan luego de asignar la responsabilidad de los flujos de moléculas, las reducciones y los ahorros a los diversos países o corporaciones.

Un problema del conteo de moléculas es que ignora o interfiere con la necesidad primordial del problema del cambio climático: cómo instaurar un cambio estructural, de largo plazo para salir de la dependencia de los combustibles fósiles? Lo que ocurre es que las soluciones que promueven este tipo de cambios no pueden ser medidas, cortadas y dobladas como una pequeña mercancía. El conteo de moléculas considera a todas las tecnologías de reducción de carbono como si fueran equivalentes, independientemente del grado de cambios estructurales que promuevan. Además, el enfoque en la posición topográfica de las moléculas, ignora los aspectos históricos, sociales y económicos causantes del cambio climático, mientras el enfoque en la química hace que la diferencia climática se pierda entre las mol&ea! cute; culas de origen fósil y las moléculas de origen biótico.

La incursión creciente del sector financiero en los mercados de carbono, provoca que sus productos “sean aún más fungibles, abstractos y desligados de las consideraciones ambientales y sociales, mientras que su simplificación es aún más encubierta”. Por ejemplo en 2008, Credit Suisse puso en marcha en Estados Unidos un negocio por 200 millones dólares para fusionar proyectos de compensación de carbono que se hallaban en diferentes etapas de desarrollo. Luego los dividió para venderlos por partes a los especuladores. Así como los productos del mercado de incertidumbre ocultaban a los compradores y vendedores, con los impactos económicos conocidos en los barrios de menores ingresos de Detroit o Los Angeles, así también los paquetes de productos financieros del mercado de carbono, con sus cadenas de valor aú! ;n más largas, ocultan los impactos climáticos y sociales heterogéneos que producen, por ejemplo, los proyectos de metano de minas de carbón y proyectos de biomasa en China, o los proyectos de plantas hidroeléctricas o de cría de cerdos en Ecuador.

El mercado de carbono no es una forma de ecologización “del capitalismo” o una reforma contable impuesta “desde fuera” a una clase empresarial reacia, sino más bien una típica iniciativa neoliberal (tal vez espectacularmente mal concebida) para crear nuevas oportunidades de obtener ganancias de las crisis contemporáneas.

Extraído de: “Mercados de carbono. La neoliberalización del clima”, Larry Lohmann, 2012, http://wrm.org.uy/temas/REDD/mercados_de_carbono.pdf

 

Más impactos sobre las comunidades que dependen del bosque

Como la experiencia ya lo ha demostrado, para las comunidades que dependen del bosque, la creciente expansión del capital ha significado destrucción e impactos negativos en su vida comunitaria y el bosque, como ocurre cuando grandes empresas transnacionales compran o consiguen una concesión sobre un área de bosque para explotar la madera, o para construir una gran represa, o para establecer una plantación de monocultivo de palma africana, o para extraer petróleo o algún mineral.

Con la financierización los problemas se manifiestan de manera similar pero con una intensidad acelerada; aparecen nuevos actores que no tienen una presencia clara en el territorio, por lo que no queda claro quién está detrás de los procesos, pero sin duda actúan de manera bien articulada con grandes empresas transnacionales y con bancos privados y estatales, contando para ello con las facilidades que les brindan los Estados a través de la reformulación de los marcos normativos internacionales y nacionales. Por otro lado, las propuestas de conservación o protección de la naturaleza también buscan ser captadas por el proceso de financierización.

Supuestos programas de “conservación” de la naturaleza, como los esquemas REDD y REDD+ (ver http://www.wrm.org.uy/temas/REDD.html), vienen con el requisito primordial de que la población que habita la zona a ser “conservada” no puede utilizarla, y muchas veces resulta incluso desplazada. Esto constituye una violación al derecho de las comunidades a existir como tales en la medida que esto implica prohibirles mantener su modo de vida y la forma en que tradicionalmente han hecho uso del bosque, implica prohibirles la agricultura de subsistencia con la que se han alimentado, o su práctica sustentable de usar la madera para fabricar sus canoas y sus casas.

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