31 de agosto de 2013

CENDAH SALUDA AL MES DEL OCÉANO

Dulub en su hábitat natural - arrecife. Foto Arcadio C.
Con el lema “Océanos, sanos para la humanidad”, en Panamá, seguro que habrán muchas actividades en este mes de septiembre de 2013 – MES DEL OCÉANO.
 
El Centro de Desarrollo Ambiental y Humano (CENDAH) saluda al mes del océano y se prepara en Gunayala algunas actividades. Pero septiembre no debe ser exclusivo para celebrar, proteger y conservar la gran biodiversidad que nos ofrece nuestro océano caribeño o el atlántico, deben ser acciones diarias. Los recursos costero-marinos nos ofrecen tantos recursos y su biodiversidad marina que su destrucción debe preocuparnos todos los días.
 
Ejemplo que Gunayala ha demostrado y que su decisión se ha diseminado a nivel regional, es sobre la conservación de la langosta o su veda de tres (3) meses a partir del 2004. Pero más que eso CENDAH busca alternativas a su repoblación, para que en un futuro cercano la producción de este recurso sea sostenible.
 
Aunque no somos originarios del mar, nuestro pueblo ha aprendido que el océano es importante para la existencia de nuestras vidas. Ahora los recursos biológicos del mar para el consumo forman parte de nuestra cultura.
 
Al ocupar el agua del mar casi el 71% de la superficie de la Tierra, adquiere cada vez más importancia como fuente de recursos alimenticios. En sus aguas habitan cerca de 180,000 especies de animales; entre ellas, alrededor de 16,000 variedades de peces. También habitan aproximadamente 10,000 especies de plantas, que son indispensables en las cadenas alimentarias de los habitantes marinos.
 
Estas riquezas que nos ofrece el océano, no son las únicas, sino también otros recursos valiosos como las algas marinas, las cuales son de utilidad en la elaboración de papel, cartón, cola, alcohol y levaduras. De ellas también se obtiene, gracias a la alta concentración de potasio que poseen, abonos muy valiosos.
 
Es conocido que las aguas del océano y sus microorganismos, que aumentan y varían de acuerdo con las condiciones ambientales, pueden disolver, descomponer y eliminar los desechos nocivos producto de la industria, el transporte y otras actividades del hombre, o sea, de autopurificarse y restablecer el medio. Así ha ocurrido a lo largo de toda la historia de la humanidad y así continuará siendo. Es por eso que el hombre no debe tratar al agua del mar como sumidero de basuras, que finalmente contamina el ambiente.
 
Hay otros beneficios que el hombre obtiene del mar y océanos, como obras hidrotécnicas para centrales eléctricas mareo-motrices, y de instalaciones submarinas para "extraer" la energía térmica solar. Además el océano captura y almacena la mayor parte del dióxido de carbono generado por los hombres.  Sin embargo, la capacidad de almacenamiento del océano, para frenar los efectos del calentamiento global, no es ilimitada.
 
El agua del mar tiene muchos usos, como bien sabemos que en estos momentos ya existen procedimientos para la desalinización del agua de mar con el fin de utilizarla como agua potable.
 
Las arenas constituyen también un recurso de gran utilidad para la construcción, aunque, como todo recurso, su uso debe ser racional, ya que su explotación en lugares y cantidades inadecuados, puede afectar el flujo de arena de las playas y, por lo tanto, deteriorar estos lugares de recreación de la población y del turismo. Es lo que puede ocurrir en Gaigirgordub, que para construir o mejorar el aeropuerto se extrajo mucha, mucha arena…
 
Aunque el océano sirva de sumidero del dióxido de carbono, el cambio climático no retrocederá, influirá enormemente en la propagación de enfermedades infecciosas, sobre todo en las de transmisión vectorial como el paludismo y el dengue. Esto se debe en parte a la pérdida de biodiversidad prevista y en parte a que algunas de estas enfermedades proliferan con temperaturas cálidas. Las consecuencias de estos cambios afectarán más a los pueblos más pobres de la Tierra, ya sea por un aumento de las infecciones directas, a la ganadería, la agricultura y otros recursos vivientes.

28 de agosto de 2013

The right to adequate food and indigenous peoples ¿How can the right to food benefit indigenous peoples?


(Documento solo en inglés)

El derecho a una alimentación adecuada y los pueblos indígenas ¿Cómo puede el derecho a la alimentación beneficiar a los pueblos indígenas?

En este trabajo se analiza la importancia del derecho a la alimentación para los pueblos indígenas y como este derecho puede beneficiarlos. Proporciona una visión general sobre el marco jurídico internacional del derecho de los pueblos indígenas a la alimentación y discute temas de preocupación desde la perspectiva del derecho a los alimentos. El propósito de este estudio es informar a los pueblos indígenas, el personal de la ONU que trabaja en cuestiones de los pueblos indígenas, profesionales del desarrollo y el mundo académico interesados ​​en estos temas.

Este documento se centra en el análisis del derecho a la alimentación de los pueblos indígenas. Se ocupa de las principales cuestiones de interés para los pueblos indígenas, como el derecho a la alimentación - incluyendo el acceso a los recursos naturales, los derechos de propiedad intelectual y el medio ambiente.

El derecho a la alimentación es de particular importancia para los grupos vulnerables, como los pueblos indígenas que suelen caer en el segmento más pobre de la sociedad. De acuerdo con el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), los pueblos indígenas representan alrededor del 5 por ciento de la población mundial, pero representan cerca 15 por ciento de los pobres del mundo[1]. Es difícil poner números precisos sobre la existencia de los pueblos indígenas debido a la definición aún controversial de "pueblos indígenas" y debido a los problemas vinculados a las estadísticas en general. Por ejemplo, se ha alegado que la población de muchos países es menor a sus poblaciones indígenas[2]. En efecto, los números en las publicaciones de las Naciones Unidas (ONU) varían entre 200 y 300 millones[3] en todo el mundo. Dado que la pobreza es un factor determinante de la inseguridad alimentaria, no es sorprendente que los niveles del hambre y la desnutrición en las poblaciones indígenas son desproporcionadamente mayores que entre la población no indígena[4]. Sin embargo, sigue siendo difícil proporcionar cifras precisas sobre el alcance y el nivel de hambre y malnutrición entre los pueblos indígenas, debido a la falta de datos desglosados. Sin embargo, la información que está disponible demuestra consistentemente que los grupos indígenas sufren mayor incidencia de pobreza y hambre.

Las cuestiones importantes que deben tenerse en cuenta al analizar el derecho a la alimentación de los pueblos indígenas pueblos preocupación la tierra y los recursos renovables. Una piedra angular de las malas condiciones de los pueblos indígenas es el continuo agotamiento de sus recursos naturales, principalmente a través de la expropiación de sus tierras[5]. Por lo tanto, muchos pueblos indígenas han sido empujados hacia las tierras menos fértiles y más frágiles, en los que es difícil de cultivar alimentos suficientes para sustento, por no hablar de ganarse la vida, mientras que la preservación de su identidad cultural. Por lo tanto, se les impide la búsqueda de su tradicional estilo de vida, una forma de vida que por lo general ofrece la seguridad alimentaria sustancial.

Teniendo en cuenta sus dimensiones culturales, la seguridad y su soberanía alimentaria de los pueblos indígenas va más allá de la mera satisfacción de las necesidades físicas. El componente de "aceptabilidad cultural" del derecho a la alimentación se vuelve de especial importancia en el contexto de los pueblos indígenas. La cultura es un aspecto importante del análisis del derecho a la alimentación de los pueblos indígenas porque "la comida" es indispensable para su identidad y la vida[6] o el “buen vivir. Los pueblos indígenas continúan obteniendo un valor propio, individual y colectivamente, de los medios de vida tradicionales como la caza, la pesca, la recolección, la agricultura migratoria o la agricultura de rotación, el pastoreo y la agricultura de alta montaña. Estas prácticas representan - además de la obtención de alimentos con fines de subsistencia - un importante aspecto de la identidad cultural. Por otra parte, es fundamental tener en cuenta que muchos pueblos indígenas consideran el derecho a la alimentación como un colectivo.

El estudio está organizado en tres capítulos. Capítulo 1 ofrece una breve visión general de las definiciones de los pueblos indígenas, describe brevemente lo que es el derecho a la alimentación y esboza los derechos humanos más relevantes que son importantes para la realización del derecho a la alimentación de los pueblos indígenas. También se analizan brevemente las diferencias y similitudes entre el derecho de los conceptos de soberanía alimentaria y los alimentos. Capítulo 2 opiniones disposiciones sobre el derecho a la alimentación de los pueblos indígenas de los instrumentos de derechos humanos pertinentes y examina obligaciones de los Estados en el ejercicio del derecho a la alimentación de los pueblos indígenas. Por último, el capítulo 3 analiza las cuestiones fundamentales para los pueblos indígenas desde una perspectiva del derecho a la alimentación.


Referencias:
 
[1] Véase el sitio web del FIDA disponible en http://www.ifad.org/english/indigenous/index.htm
[2] Thornberry, P. 2002. Indigenous peoples and human rights. Manchester, Manchester University Press. p. 16
[3] Según otras fuentes, se estima que hay 370 millones de indígenas viviendo en 70 países. Sin embargo, la mayoría de los pueblos indígenas viven en Asia
[4] UN. 2005. The right to food. Interim report of the Special Rapporteur on the right to food, Jean Ziegler to the General Assembly, 60th Session A/60/350, 12 September. p. 18
[5] UN. 2007. UN Special Rapporteur on the situation of human rights and fundamental freedoms of indigenous peoples, Rodolfo Stavenhagen. Report to the 4th Session of the UN Human Rights Council, 27 Feb. 2007. A/HRC/4/32 p. 14.
[6] Véase también: Declaración de los pueblos indígenas en la Tercera Consulta Regional para América Latina y el Caribe, la FAO y las ONG / OSC, que se celebró en Guatemala el 23 a 25 abril, 2004
 
 

18 de agosto de 2013

AGRICULTORES DE OROSDUB, MITIGANDO EL CAMBIO CLIMÁTICO

Geodisio Castillo

Nainu de la comunidad de Ordosdub: asociación de plátano/banana-maíz
Los agricultores de la comunidad de Orosdub, en la Comarca Gunayala, Panamá, han finalizado un subproyecto de inversión ambiental auspiciado por el Corredor Biológico Mesoamericano del Atlántico Panameños de la Autoridad Nacional del Ambiente (CBMAP II-ANAM). El Centro de Desarrollo Ambiental y Humano (CENDAH) es el que administró dicho subproyecto de "Conservación ambiental mediante el establecimiento de parcela agroforestal".

El establecimiento de la parcela agroforestal, se basó en el conocimiento tradicional Guna; es decir, se seleccionó un área boscosa negsered (bosque secundario viejo de más de 50 años), en este caso no se quemó la parcela, solamente se socoló o se limpió las hierbas y arbustos y se taló árboles dejando las económicas y medicinales, y posteriormente se sembró plátanos y bananas (Musáceas) y cedro espino (Bombacopsis quinata) entre los escombros y luego cacao (Theobroma cacao) aprovechando la sombra de los plátanos y bananas. Los espacios que quedaron fueron aprovechados para la siembra de maíz (Zea mays). La intención fue aprovechar todo el material orgánico que poco a poco fue pudriéndose y que le sirve de abono orgánico y verde a los cultivos.

Para los agricultores de Orosdub, esta forma de trabajar “lo hemos aprendido desde mucho tiempo, que hasta ahora lo aplicamos”, es conocimiento tradicional que se piensa repicar en otras parcelas a establecerse en el futuro. Ya que han observado que se está olvidando dejar las parcelas por mucho tiempo y cómo recuperar este sistema.

                          Planta de sia – cacao                                           Planta de igsiwala – cedro espino
Es conocido que igual que el cultivo de roza y quema sufre cambios cíclicos de cobertura de tierras de cultivo en barbecho, a bosque joven, a bosque secundario, para regenerar de nuevo como negsered. Sin embargo, durante los últimos 30 años, la intensidad de uso de la tierra ha aumentado en los paisajes de corte y quema de Gunayala, lo que resulta en un cambio de largos ciclos de cultivo – en barbecho de ciclos cortos. El acortamiento de los períodos de barbecho significa que talar y quemar - puede contribuir a la degradación de los bosques debido a la vegetación leñosa aclarado no se le permite regenerarse entre dos ciclos de cultivo.

La forma de no quemar los árboles y arbustos talados podría permitir un aumento en los períodos de cultivo-barbecho largo, que se extiende la rotación, lo que le da a la vegetación más oportunidades para crecer y aumentar las reservas de carbono. El sistema de agricultura de nainu es altamente dinámica en el espacio y el tiempo. Con este sistema agrícola-forestal los agricultores de la comunidad de Orosdub contribuyen a la conservación del ambiente y con ello a la mitigación del cambio climático.

“Queremos tener el nainu como estos bosques que están a nuestro alrededor, porque también nos ofrece alimentos y otras necesidades”, dijo un agricultor que prefirió no decir su nombre. Es que los bosques no solo contribuyen a ofrecer dietas diversas y nutritivas, pero también sostienen la agricultura a través de la provisión de servicios ecosistémicos cruciales, como la polinización, la estabilización de los suelos y la protección de cuencas. Entonces el bosque garantiza la soberanía y seguridad alimentaria y nutricional ha de ser tomado muy en cuenta, porque en gran medida es poco investigada y comprendida (Sunderland, et al, 2013).

Virgilio Martínez, dirigente, observando su nainu y el bosque
Dialogando con los agricultores estos mencionaron que “si el subproyecto luego de terminado el apoyo financiero de parte de CBMAP II-ANAM, le daremos seguimiento, ya que la agricultura antes y después de los apoyos financieros siempre han formado parte de nuestras vidas, es una agricultura de familia”. Para Virgilio Martínez, dirigente del subproyecto agroforestal, la parcela comunal es familiar, aclara: “siempre hemos trabajado en familia y lo comunal es familia, además ya que somos pocos y no nos enredamos con tanta gente, como en otras comunidades ocurren por tener mucha gente”. Es que desde su existencia el pueblo Guna trabaja la tierra familiarmente, y no tanto colectivamente, porque ha ocurrido un proceso desde la agricultura familiar a comunal y a sociedades o grupos agrícolas (Castillo, 2013).

Eso es trabajar organizadamente, administrada por la familia comunal, y depende predominantemente de la fuerza de trabajo familiar no asalariada, donde el hombre debe incluir a la mujer. Algo que nuestra cultura debe retomar. La familia Guna, los hermanos bosques y la agricultura ecológica evolucionan conjuntamente, combinando funciones ambientales, económicas, reproductivas, sociales y culturales.

Con este tipo de subproyecto agroforestal que sirva para conservar el ambiente, estamos asegurando nuestra soberanía alimentaria, asegurando de esta forma nuestra alimentación para el mañana.

CENDAH por su parte agradece a la comunidad de Orosdub, a sus agricultores los gratos momentos pasados, diálogos, talleres participativos realizados y visita y asistencia técnica y administrativa dada al subproyecto. De igual forma nuestro agradecimiento al CBMAP II-ANAM.

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Castillo, G., 2013.   Experiencia económica y gerencia ambiental: diálogo. CENDAH, Panamá. 15 p. http://gubiler.blogspot.com/2013/07/experiencia-economica-y-gerencia.html

Sunderland, T.; Powell, B.; Ickowitz, A.; Foli, S.; Pinedo-Vasquez, M.; Nasi, R.; Padoch, C., 2013. Food security and nutrition: The role of forests. CIFOR, Bogor, Indonesia. 20 p.

Fotos: Gubiler

16 de agosto de 2013

“CASITAS CUBANAS”, CONSERVANDO Y REPOBLANDO DULUB (Panulirus argus)



Tríptico: proyecto dulub
En el 2011, los langosteros de las comunidades de Digir, Yandub-Narganá, Agwanusadub y el Centro de Desarrollo Ambiental y Humano (CENDAH), iniciamos el Proyecto: Introducción de refugios artificiales pesqueros como alternativa de producción comunitaria y manejo sostenible de langosta espinosa – Dulub (Panulirus argus).

La pesquería de dulubPanulirus argus es una actividad de relevancia ecológica, social y económica en nuestras costas de Gunayala. Aunque no somos originarios del mar, hoy se puede considerar que es parte de nuestra identidad cultural, como pueblo Guna.  Aunque su fase de desarrollo actual corresponde a una pesquería en maduración. La cual significa mucho que superar, porque una pesquería consta de tres componentes: (a) natural, (b) humano y, (c) manejo (Charles, 2001).

La demanda por dulub y los buenos precios en el mercado promueven la explotación de este recurso y un aumento en el número de pescadores. Esa demanda y el aumento en el esfuerzo conducen a la sobre-pesca. No obstante, la merma en los recursos pesqueros en nuestra costa también estará asociada con la destrucción de hábitats, la sedimentación y la contaminación de las aguas.
Tríptico: proyecto dulub
Con la introducción del refugio artificial o “casita cubana” (estructuras que sirven de escondite para las langostas), se trata de mejorar el precio en el mercado del dulub. La intención es que si los langosteros están organizados que se fortalezcan, sino que se organicen. La casita cubana asegura que el producto viene de una pesquería donde hay un manejo que garantiza la sustentabilidad del recurso. Esto puede proveer una ventaja a los mercados locales e internacionales, donde los consumidores escogen invertir en el producto por su garantía de calidad y de sustentabilidad.

Las “casitas cubanas”, dentro de unas parcelas de mar que son compartidas por los miembros, las langostas son capturadas a pulmón y a mano, sin arpones, lo cual permite soltar vivas a las de tamaños por debajo de lo permitido, y a las que tienen huevas. Esta forma de pescar evalúa tres principios de la pesquería: (1) debe asegurar un abasto saludable; (2) el impacto sobre el ecosistema debe ser mínimo, y; (3) el manejo debe estar respaldado por un sistema de gobernanza y de políticas públicas claras, que asegure la vigilancia, el cumplimiento de las reglas y un proceso responsable de toma de decisiones. Este último principio es la que hace falta fortalecer o crear conciencia entre pescadores, comuneros y el Congreso General Guna.

Una amenaza reciente es el pez león - Pterois spp, que ya está dominando toda la costa de Gunayala, ello significaría una presión adicional, ya que invade los hábitats que ocupan los juveniles de dulub. Además de la competencia por hábitat, los juveniles quedan expuestos a este depredador voraz. Hay que dar seguimiento a las acciones contra esta especie invasora. Y hay científicos interesado en el tema, el cual el Congreso General Guna (Junta Ejecutiva) debe darles la oportunidad a la investigación, pero con participación de biólogos Gunas, interesados en este pez.

Tríptico: proyecto dulub
La primera recomendación para conservar dulub Panulirus argus en Gunayala y en el país, es cumplir con las medidas regulatorias del recurso. Pero bien sabemos que las medidas regulatorias no se están cumpliendo, se requiere un programa de ordenamiento para la recuperación de la pesquería. Sin embargo, con acciones adicionales se podrían fortalecer los esfuerzos de conservación del recurso. Un fuerte componente es la educación en conservación.

De todo lo dicho en líneas anteriores CENDAH para cumplir con los mismos ha realizado actividades que fueron desarrolladas en talleres participativos de capacitación, trabajos en grupos, giras al campo, la investigación participativa, el mapeo participativo para diseñar el mapa donde se ubicaron las “casitas cubanas” y reflexión de las experiencias que obtenían. Ahora presentamos el tríptico del proyecto ejecutado, para que sirva de reflexión esta experiencia.
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Charles, A. T. 2001. Sustainable fishery systems. Blackwell Science, Oxford, U. K. 370 pp.

8 de agosto de 2013

AL OÍDO DEL ARZOBISPO ULLOA

Por Olmedo Beluche

José D. Ulloa, arzobispo católico de Panamá, con el respeto debido me dirijo a usted para solicitarle que reconsidere la idea de construir una estatua de la Virgen Santa María La Antigua, de casi 40 metros de alto, en la bahía de Panamá. Desde cualquier punto de vista que se considere ese proyecto se evidencia como inconveniente, además de alejado del espíritu de comedimiento y modestia que entendemos que el Papa Francisco quiere transmitir. Si el objetivo es conmemorar los 500 años de religión católica en este continente, estoy seguro que hay mil maneras mejores, más gratas e inclusivas de celebrar que construir una estatua que sería una afrenta para buena parte de los habitantes de este país.

Una estatua es un símbolo y ésta es el signo bajo el cual Vasco Núñez de Balboa y sus conquistadores no sólo vencieron, sino que asesinaron con crueldad hombres, mujeres y niños, para luego saquear y robar a las poblaciones indígenas que poblaban el istmo de Panamá. Para no entrar en una larga relación de los crímenes de lesa humanidad cometidos por este conquistador, escudado en el estandarte de la Virgen, me remito a lo dicho por un cura católico cuyo testimonio está más allá de toda duda, Bartolomé de las Casas:

"Todas estas obras, que por aquella tierra Vasco Núñez y sus compañeros hacían, era disponer aquellas gentes para que amasen el nombre cristiano y se aficionasen para recibir la religión cristiana; bien creo que pensaban los pecadores que ofrecían a Dios algún sacrificio agradable, so color que punían o castigaban los quebrantadores de la ley natural, no advirtiendo con su ceguedad cuántas más veces ellos a cada paso la quebrantaban con mayores ofensas de Dios, destruyendo aquellos reinos y tantas gentes en ellos y haciendo heder el nombre de Jesucristo entre aquellas naciones, con sus obras tan detestables, como dellos dijo San Pablo."

¿Es ese el acontecimiento que se desea celebrar? ¿No sería más correcto conmemorar estos 500 años con una reflexión autocrítica del papel jugado por la Iglesia durante la Conquista, acompañándolo de un compromiso hacia las demandas de los pueblos originarios de hoy que siguen siendo víctimas del saqueo de empresarios mineros, hidroeléctricos o ganaderos? ¿No sería más acorde para el compromiso con los pobres pregonado por el nuevo Papa, que a propósito de esta conmemoración, la iglesia Católica exija del gobierno el respeto hacia los derechos de los pueblos indígenas y la aprobación del Convenio 169 sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes?

En vez de ello se ha aceptado la donación de un globo de terreno en Amador, por valor de 5 millones de balboas, de manos de un gobierno que se ha mostrado licencioso con la propiedad pública. Para colmo, la estatua será construida por una empresa como Odebrecht, sospechosa de sobrefacturar al Estado panameño, de cuyos contratos algunos no perdemos la esperanza de que algún día habrá una auditoria realmente honesta e independiente.

Señor Arzobispo, hay símbolos cuyo significado original se pierde en el tiempo, pero este no es el caso. Las heridas de la Conquista siguen abiertas, entre otras cosas porque la Conquista no ha terminado y se repite cada día. ¿Desea usted que los panameños al contemplar esta ostentosa estatua se refieran a ella como la Virgen de los crueles conquistadores, de una empresa acusada de "coimera" y un gobierno que abusa de gastos faraónicos pero que no atiende elementales necesidades de la sociedad? Es mejor enmendar a tiempo que perpetuar una ignominia.

5 de agosto de 2013

Captura de carbono y desarrollo comunitario: un experimento en Oaxaca

Por David Barton Bray

 
La pequeña organización no gubernamental mexicana Servicios Ambientales de Oaxaca (SAO), ha tenido muy buenos años últimamente. En 2008 fue pionera en la apertura del mercado “voluntario” del carbono en México, vendiendo créditos de carbono de 10 comunidades rurales a corporaciones y otros compradores mexicanos. La Comisión Nacional Forestal de México (CONAFOR) destacó los logros de SAO en la conferencia de 2010 de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, realizada en Cancún. Como resultado de ello, la Fundación Coca Cola entregó a SAO un cheque por unos US$150.000, que representaban el costo de plantar árboles en compensación por el dióxido de carbono generado por los aviones que transportaron a los delegados de todo el mundo a México. Para las cinco ONG y organizaciones comunitarias que fundaron SAO e invirtieron años de trabajo en ella, todo esto significó que su apuesta rindió frutos. Caficultores pobres y operaciones madereras comunitarias pasaron a convertirse en actores de sofisticados mercados de carbono forestal, y eran reconocidos por hacer su parte para capturar las emisiones que estaban calentando la atmósfera. Pero llegar a este punto no fue fácil, y aún quedan muchas complicaciones por superar.

SAO obtuvo su personería legal en el 2000, un buen momento, según se percibía, para ingresar en los mercados de carbono. El protocolo de Kioto suscrito tres años antes parecía haber abierto las puertas mediante su Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). La idea era permitir que las industrias contaminantes en los países desarrollados decidieran respecto al método más rentable de reducir sus emisiones de carbono optando, por ejemplo, entre invertir en fuentes alternativas de energía (tales como eólica o solar) o en pagar a otros en un país en desarrollo para compensar por sus emisiones mediante actividades tales como plantar árboles, resultando en los “créditos de carbono” antes mencionados. La exótica noción de créditos de carbono se enraíza en la necesidad de encarar el calentamiento global. Comúnmente los científicos no están de acuerdo en muchas cosas, pero la vasta mayoría de quienes estudian el clima proyectan que si las emisiones continúan al ritmo actual, las temperaturas del planeta podrían aumentar entre 2 y 11 grados para el 2100, los mares podrían subir entre 1 y 6 metros, y las sequías masivas podrían convertirse en algo aún más frecuente que en la actualidad. De hecho, las cubiertas polares de hielo se están derritiendo más rápido y eventos climatológicos extremos están ocurriendo antes de lo proyectado, lo que sugiere que los científicos han sido conservadores.

Antonio Santiago Ruíz poda un pino joven en un área reforestada de La Trinidad, Oaxaca.
Las clases elementales de ciencias enseñan cómo las plantas, por medio de la fotosíntesis, convierten el dióxido de carbono en compuestos orgánicos que constituyen la planta. Cerca de la mitad de la biomasa de las plantas es carbono. Esta captación de carbono de la atmósfera es un “servicio ambiental” que ayuda a estabilizar el clima global. A medida que los árboles son talados y quemados para crear espacio para la agricultura, el carbono almacenado en ellos por medio de la fotosíntesis es liberado en la atmósfera. Se estima que la deforestación es la fuente de alrededor del 20 por ciento de todas las emisiones mundiales de carbono. Esto muestra la urgencia de crear incentivos para preservar los bosques y plantar más árboles. Por tanto fue lanzado un lento y penoso esfuerzo por crear mercados para el carbono forestal —tanto mercados de “cumplimiento” en virtud de MDL, como los así llamados mercados voluntarios, donde los estándares son más flexibles. La nueva iniciativa mundial denominada REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación más conservación, gestión forestal sostenible y aumento de las reservas de carbono) contempla un mercado de cumplimiento, estrictamente regulado por protocolos internacionalmente acordados. Los arquitectos de REDD+ están observando la masiva multiplicación de modelos como SAO para capturar carbono.

Quienes fundaron SAO tenían experiencia en captura de carbono, aunque hasta el 2000 solo en relación con el café de sombra y la producción de madera. Varios fundadores trabajaron como asesores y personal para la Coordinadora Estatal de Productores de Café (CEPCO) y los productores de maderas de la Unión Zapoteco- Chinanteca (UZACHI), organizaciones que habían recibido apoyo de la Fundación Interamericana. De modo que parecía lógico que un siguiente paso fuera explorar la posibilidad de ingreso de otro producto de sus fincas y bosques. Rápidamente la Fundación Ford invirtió en esta nueva idea y otorgó a SAO un apoyo modesto para organizar una oficina y comenzar a educar a las comunidades sobre este extraño y etéreo producto capturado por el bosque: toneladas métricas de dióxido de carbono. Otros donantes siguieron el ejemplo, y SAO llevó a cabo talleres en comunidades atendidas por CEPCO y UZACHI para incorporar voluntarios en la nueva iniciativa. La rara propuesta despertó sospechas; las asambleas de miembros de la comunidad, poseedores de título legal de la tierra, muchas veces temieron que se tratara de una elaborada trama para sacarles sus tierras. Finalmente, durante el 2002 y el 2003, 10 comunidades dieron el paso al frente, dispuestas a asumir el riesgo. Sus residentes, que vivían de la producción de café y madera, en su mayoría eran pobres y de ascendencia indígena. Hablaban zapoteco, chinanteco y mixe y tenían mucho que aprender sobre el lenguaje de los mercados internacionales de carbono.

Los beneficios iniciales finalmente comenzaron a llegar en 2003 y 2004, cuando CONAFOR comenzó a calentar el motor para proyectos de carbono forestal mediante la financiación de organizaciones, tales como SAO, que proporcionaban asistencia técnica y plantación subsidiada de árboles por la comunidad. Entonces, la incertidumbre en los mercados internacionales de carbono hicieron que CONAFOR endureciera los requisitos y para el 2008 el programa se había acabado. A las ONG que ofrecían asistencia técnica se las alentó a encontrar compradores por sí mismas, lo que no era fácil. “SAO fue diseñada para alcanzar el mercado internacional pero por el camino descubrimos que ello era extremadamente complicado en virtud de MDL. Así que nos dimos cuenta de que ese no era el camino para nosotros”, destacó Carlos Marcelo Pérez González, uno de los fundadores de SAO y su coordinador desde 2003. Así se inició la búsqueda para estimular un mercado mexicano voluntario, una clientela nacional interesada en la combinación propuesta por SAO de conservación tradicional comunitaria y desarrollo, brindando además compensaciones de carbono cuantificables.

La IAF entró en la escena en 2006, lo que permitió a SAO expandir su apoyo a las 10 comunidades. El desarrollo de la destreza para maximizar la captura de carbono incluyó el mejoramiento de la capacidad de las comunidades para manejar los bosques tanto para el carbono como para otros usos. Esto implicó largos procesos participativos de zonificación de la tierra para agricultura y bosques, elaboración de normas, creación de viveros y el uso de sistemas manuales de posicionamiento geográfico para marcar los límites de los bosques en imágenes remotas. Mediante múltiples talleres, miembros de la comunidad con una educación primaria aprendieron sobre el ciclo del carbono y el concepto de pago por plantar árboles y proteger los bosques.


Reforestación en La Trinidad.
Las comunidades, con nombres de difícil pronunciación como Santa María Tlahuitoltepec y San Miguel Malinaltepec, están en la escarpada sierra de Oaxaca. Ellas figuran entre las miles de comunidades, indígenas y no indígenas, que poseen el 60 por ciento de los bosques de México. Sus sólidas instituciones de gobernanza están enraizadas en la tradición ancestral y en la ley agraria contemporánea. La propiedad de sus territorios, asegurada por titulación clara concedida en virtud de la constitución mexicana, es un aspecto decisivo de sus vidas, asegurando su identidad y su lugar en el mundo. Sólidas normas de cooperación son reforzadas mediante reglas estrictas promulgadas por asambleas comunitarias y autoridades electas. Estos mexicanos también se distinguen por una tradición de servicio obligatorio, conocido como tequio, que proporciona la mano de obra para mantener la infraestructura de la comunidad. En años recientes, como consecuencia de una mayor conciencia de la importancia de la administración del medio ambiente en el contexto contemporáneo, ellos incorporaron prácticas conducentes a la certificación de su café como orgánico y de sus madereros como bien manejados.

El personal de SAO sabía a partir de su experiencia con café y madera que el trabajo con las comunidades requiere una cuidadosa atención a sus instituciones de gobernanza. Cuando se plantan árboles en tierras comunitarias, la asamblea general compuesta por todos los residentes legales debe entender y aprobar la actividad. Y aunque el café es cultivado en parcelas asignadas a familias específicas, la mayoría de las comunidades tiene cooperativas cuyos miembros-productores tuvieron que ser capacitados y consultados. Nuevas prácticas para almacenar carbono debían ser dominadas para cada ecosistema; árboles jóvenes tenían que ser plantados en áreas degradadas y los bosques debían ser raleados y manejados para una acumulación más rápida de carbono, pero sin perjudicar la biodiversidad. En sistemas de agrosilvicultura del café, SAO tuvo que trabajar con cultivadores individuales en el enriquecimiento de la sombra con árboles frutales que eliminaban el carbono del aire y agregaban diversidad a la dieta, y en plantación de setos vivos para controlar la erosión del suelo. En comunidades productoras de madera, como La Trinidad, el cálculo de la rotación de la cosecha para acumular carbono requirió estrechas consultas con los administradores de bosques comunitarios. SAO realizó además un trabajo de desarrollo más amplio, organizando, por ejemplo, grupos de mujeres para vender resinas de árboles. Ofrecer la capacitación intensiva requerida para producir créditos de carbono, implica un costo no cubierto en el precio de mercado. Los avances en biodiversidad y en educación y organización relacionados con un proyecto de carbono se conocen como “cobeneficios”, que van más allá del negocio principal de producir carbono. Aunque los compradores pueden apreciar estos cobeneficios, no están necesariamente dispuestos a pagar por ellos.

Debido a los costos y desafíos de trabajar con comunidades, solo una minoría de proyectos de carbono las incluyen, como Ecosystem Marketplace [mercados ambiéntales] lo destacó en su informe de 2011, Estado de los Mercados del Carbono Forestal. Pero las complejidades de trabajar con comunidades quedaron eclipsadas en comparación con lo que SAO encontró al probar los rigores del mercado de cumplimiento y luego la turbulencia de los mercados voluntarios. En gran medida, el carbono forestal había sido dejado fuera del MDL. Muy pocos proyectos que involucran el carbono forestal han sobrevivido al proceso de aprobación de MDL debido a las preocupaciones sobre permanencia —los bosques pueden quemarse— y “fuga”, una referencia a lo que sucede cuando la conservación en un área boscosa induce a los agricultores a deforestar otra. En contraste, una fuente alternativa de energía para una fábrica implica una reducción actual permanente de emisiones de carbono. Así, la mayor parte de la acción con el carbono forestal no ha estado en el mercado de cumplimiento creado por MDL, sino en el mercado voluntario. El carbono forestal fue rescatado de un olvido casi completo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático realizada en Bali en 2007, cuando representantes de Costa Rica y Papúa Nueva Guinea lanzaron un llamado dramático a la inclusión de los bosques en las negociaciones, dada su importancia en numerosas naciones en desarrollo. Esto condujo a las actuales conversaciones internacionales que involucran a REDD+, mencionada anteriormente.

Dado que el carbono forestal es un producto invisible a los consumidores, un esfuerzo extraordinario, con elevados costos de transacción, va en la creación de una cadena de documentos destinada a tranquilizar a los inversionistas. Primero, el vendedor que desea comerciar en el mercado internacional tiene que optar entre una confusa variedad de estándares para la cuantificación del carbono forestal. Cada estándar tiene una metodología particular que guía el cálculo de una situación preexistente de reserva de carbono, proyecciones de una circunstancia “continuista” (es decir, qué pasaría si no existiera el proyecto), medición y monitoreo de existencias de carbono, y evaluación de fuga, entre otros elementos de gran exigencia técnica. El Estándar Verificado de Carbono (EVC), el más ampliamente utilizado, incluye un rango de metodologías aplicables a casos específicos, de donde un vendedor prospectivo debe elegir. Otros estándares proporcionan mayor o menor flexibilidad que permite a los promotores del desarrollo conformar sus propias metodologías sujetas a revisión técnica y aprobación por parte de auditores. Para demostrar que el proyecto planeado responde tanto al estándar como a la metodología, el vendedor debe producir un “Documento del Proyecto” (DP) detallado. Un auditor acreditado debe estudiar el documento, realizar una visita en el terreno para confirmar las actividades descritas y emitir una opinión para “convalidar” el proyecto —pagado por el proponente. El Grupo Ecológico Sierra Gorda, ONG mexicana que trabaja con agricultores del estado de Querétaro, necesitó tres años para obtener la convalidación en virtud de EVC y, para los cobeneficios sociales y ambientales, en virtud de los estándares de Clima, Comunidad y Biodiversidad (CCB). La convalidación habilita a un proyecto a ser inscrito en un registro central, lo que provee una plataforma legal para el intercambio entre comprador y vendedor.

¡Pero aun no terminó! En virtud de ciertos estándares, la producción real de crédito de carbono debe ser “verificada” a través de “MRV,” o un constante monitorear, reportar y verificar interno, y luego una auditoría que incluye la visita a una localidad aproximadamente cada cinco años mientras dure el proyecto. Los protocolos propuestos para el mercado de cumplimiento exigen 100 años de monitoreo luego del período en el cual los créditos fueron emitidos. Los estándares para los mercados voluntarios típicamente requieren que MRV dure entre 30 y 50 años. Además del carbono, algunos compradores desean que los cobeneficios sean convalidados y verificados, como en el caso de Sierra Gorda y pagan un extra por la documentación adicional y las MRV en curso.

Todo esto y más llevó al Munden Project, grupo que ha analizado ampliamente el desarrollo de los mercados de carbono, a la conclusión de que “el comercio de carbono forestal es impracticable del modo en que actualmente está construido” y que “el enfoque basado en el producto está en desacuerdo con los beneficios de desarrollo que se prevé que REDD genere”. Incluso cuando el mercado funciona, a las comunidades que capturan pequeños volúmenes de carbono les irá igual que a los productores que venden pequeñas cantidades de cualquier producto agrícola en mercados dominados por intermediarios. Reciben una porción minúscula del precio final, y poco queda para invertir en el desarrollo comunitario.

Entonces, ¿cómo le ha sido posible a una pequeña ONG como SAO sobrevivir frente a esta complejidad? Gracias a haber estado a la vanguardia de la experimentación con métodos y arreglos institucionales conducentes a la creación de un mercado voluntario en México, y desvaneciendo la línea entre la conservación y el desarrollo comunitario tradicionales y proyectos centrados en compensaciones de carbono forestal. Andar en este camino le ha permitido a SAO, por lo menos por ahora, evitar la paralizante y onerosa complejidad de los mercados internacionales que bien podrían ser etiquetados como “sitio en construcción”. En el diseño de su inventario inicial, por ejemplo, usa un método que J. Antonio Benjamín Ordóñez Díaz, que ahora trabaja para la ONG Pronatura México, derivó de estándares desarrollados por el Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC) (como son las mayoría de los estándares). “Me tomó cinco años desarrollar el modelo”, Ordóñez explicaba recientemente, “pero entonces nos dimos cuenta que era muy difícil para la persona promedio. Entonces lo adapté como una simple planilla de Excel. Ahora un miembro de la comunidad puede medir el diámetro, la altura y el contenido de carbono de los árboles, y si conoce el crecimiento por hectárea puede calcular la captura de carbono. Las tablas de cálculo son muy simples y la capacitación se lleva a cabo en la lengua indígena de la comunidad”. El método de Ordóñez no ha sido aún convalidado o verificado por una autoridad independiente como lo requieren los estándares internacionales. Su único reconocimiento proviene de CONAFOR, que está muy consciente del conflicto planteado por su interés en el éxito de SAO. Así que por ahora un mecanismo más flexible y rápido ha sido creado, pero que aún no está listo para los mercados internacionales.

Sin embargo, con trabajo de Ordoñez y Pronatura, el método fue lo suficientemente válido para su aceptación en la apertura del mercado voluntario mexicano para los productores de carbono de SAO. Luego de que SAO y Pronatura cortejaran asiduamente al sector empresarial en 2008 y 2009, tres grandes corporaciones —Televisa, Gamesa (una panadería grande) y Laboratorios Farmacéuticos Chinoin— así como la Oficina del Presidente de México y varios individuos, compraron bonos de carbono. La primera gran venta de SAO, en mayo de 2008, movilizó más de 15.000 toneladas métricas a US$10 la tonelada, (cuando la tasa promediaba los unos US$3,80 la tonelada). Para fines de 2011, SAO había vendido 104.842 toneladas métricas de carbono por un total de casi US$647.000. SAO y Pronatura retienen cada uno el 10 por ciento del ingreso, que no cubre gastos operativos, mientras las comunidades reciben 80 por ciento. Por razones fiscales, las empresas mexicanas compran solo el volumen de un año de carbono por vez, aunque informalmente se han comprometido por períodos más prolongados. Así, la práctica actual no obliga a las comunidades a proteger los bosques por más allá de un año. Entonces, ¿cuál es el riesgo de que ellos simplemente los talen en los años siguientes si necesitan la tierra para el maíz?

En enero visité la comunidad de San Bartolomé Loxicha, una socia de SAO en la Sierra Sur de Oaxaca, a pocas horas de la ciudad de Oaxaca, para explorar esta cuestión. Prescindí de la carretera principal, viajando por difíciles rutas no pavimentadas hacia la costa del Pacífico a través de un escarpado paisaje de montaña con anchas franjas de tierras agrícolas degradadas donde agrobosques de café proporcionan mucho de la cobertura sobreviviente. San Bartolomé es una comunidad indígena zapoteca de unos 2.500 habitantes, cuyo título de la tierra data de 1712 y cuya posesión se remonta siglos antes de ello. Casi todos en la comunidad se ganan la vida con mucho esfuerzo, cultivando maíz y café. Frecuentemente las cosechas no alcanzan a brindar sostén para un año completo, por lo que los ingresos de miembros de la familia que han emigrado al norte mexicano y a EE.UU. compensan el déficit.

A pesar de su pobreza material, San Bartolomé es rico en comunidad y territorio. Los miembros de la comunidad están inmensamente orgullosos de sus cerca de 17.000 hectáreas de valles fluviales, amplias laderas y cimas de cordillera, y muy conscientes de siglos de ocupación. Tradiciones indígenas ancestrales se combinan con instituciones regidoras establecidas en virtud de la ley mexicana de reforma agraria para hacer de la asamblea de todos los residentes legales de San Bartolomé un poderoso vehículo de cohesión. Ésta puede exigir un estricto acatamiento de las normas y de nuevos reglamentos a cambio de derechos individuales sobre recursos del territorio. Otra institución sólida es el tequio, al que anteriormente se hizo referencia, el cual, de acuerdo con un documento de planificación de 2005, “nos fortalece, nos conecta socialmente y es la expresión de la voluntad de ser parte de nuestra comunidad”.

Cuando realicé mi visita, Amadeo Cruz Antonio, jefe del Consejo de Vigilancia, una de las entidades de gobierno elegidas por la asamblea de San Bartolomé, se reunió con nosotros con tradicional cortesía en la modesta oficina de la dirigencia comunitaria. Posteriormente, ese día y el siguiente, él y otros nos condujeron en una gira por las 830,4 hectáreas de bosques y cafetales que ahora están siendo manejados para acumular carbono. Él explicó cómo una nueva atención hacia los bosques y fincas fue estimulada por las ventas de carbono. “Después que el huracán Paulina derribó la mayor parte del bosque”, explicó Amadeo, refiriéndose a la devastación desatada en 1997, “el pino volvió pero también replantamos, y esto está todo protegido ahora. El bosque nos da vida, nos da oxígeno y limpia la contaminación de las fábricas. SAO nos ha ayudado a comprender esto y nosotros se lo explicamos a nuestra gente. Pero incluso si no estuviéramos haciendo esto con SAO, éste es nuestro bosque comunal, y de acuerdo con nuestros reglamentos, nosotros no podemos talarlo”.


Anuncio de la venta de créditos de carbono de Café Mileno a
Gamesa, una gran panadería mexicana.
Mientras visitábamos varias parcelas bajo gestión para la captura de carbono, Amadeo explicaba el modo en que la comunidad ha utilizado su ingreso de la venta de carbono: 70 por ciento es reinvertido en el bosque, 20 por ciento es invertido en proyectos comunitarios y 10 por ciento sufraga los gastos incurridos por las autoridades comunitarias. Pero aquí nada es gratis. El proyecto del carbono depende del tequio normalmente no pagado para el considerable trabajo de plantación y mantenimiento del bosque requerido para asegurar la acumulación más rápida de biomasa. Para la substancial mano de obra adicional requerida, los miembros de la comunidad reciben US$12 por día, el jornal corriente para trabajo de finca, un ingreso modesto que permite que algunos permanezcan en San Bartolomé en lugar de emigrar. Hay rotación en la tarea de modo que cada uno de los 500 miembros legales de la comunidad tenga la oportunidad de trabajar y ser compensado en efectivo algunas semanas por año.

Prácticas diferentes son necesarias en los cafetales. Los líderes de la organización de caficultores, ostentosamente llamada Café Milenio, nos llevaron a visitar los sitios donde sus miembros producen café certificado como orgánico y ahora también árboles que capturan carbono. “Zonas de conservación” es como Israel Cruz García, de 37 años, presidente de Café Milenio orgullosamente llama a las áreas que comprenden las parcelas plantadas de árboles de sombra, importantes para la biodiversidad, en paisajes de otro modo caracterizados por parches aislados de bosque. “Antes, en el tiempo de nuestros abuelos, ellos tenían reglas”, explicaba él mientras se paraba junto a uno de los nuevos viveros de árboles de la organización. “Luego ellos pararon, quemaron en cualquier parte, talaron árboles por todos lados. Pero con SAO nosotros recuperamos esas reglas y formulamos nuestros reglamentos comunales. Ahora tenemos una cultura de conservación. Nadie puede entrar a una parcela para cazar o remover un árbol vivo. Incluso se requiere permiso para sacar madera muerta para leña. Nos viene bien porque ahora tenemos una cultura orgánica. Hacemos esto porque amamos a nuestros hijos. Los niños sufrirán si hacemos mal las cosas y acabamos con el venado, los pájaros, el bosque. Mañana no lloverá y no habrá agua. Nosotros ya no estaremos, ¿y quién sufrirá sino nuestros niños? Es por eso que cuidamos nuestras parcelas de cafeto y el bosque”.

SAO tiene muchos admiradores. “Pienso que el trabajo de SAO es excelente”, comentaba David Ross, un asesor del Grupo Ecológico Sierra Gorda, después de su primera visita. “Me impresionó mucho la forma en que trabaja con comunidades enteras, la forma en que sus técnicos vienen de esas comunidades indígenas, y que las organizaciones comunitarias existentes se hacen cargo del proyecto”. La nueva cultura de conservación promovida por SAO asegura una permanencia que trasciende aquella que sería exigida en los contratos para mercados internacionales para carbono forestal. Los compradores mexicanos están convencidos de que las comunidades no estarán talando los bosques para el maíz, y están dispuestos a invertir en los “cobeneficios” de tal cultura. SAO debe aún encontrar su camino a través de un matorral de complicaciones para sobrevivir, para continuar apoyando sus 10 comunidades colaboradoras, y para ampliar su influencia. Hasta ahora, los mercados mexicanos han funcionado en base a un alto grado de confianza. Representantes de clientes empresariales mexicanos de SAO han visitado SAO y sus comunidades, han visto los bosques y los árboles de sombra en los cafetales, y han sido testigos de los múltiples cobeneficios de su inversión. Los actuales tratos de CONAFOR con Pronatura México y SAO también han avanzado en una atmósfera de confianza.

Pero para que el mercado mexicano crezca, su estructura no debe depender solo de la confianza. Aspectos de esta fase experimental desencadenarían conflictos de intereses en mercados internacionales, y estos deben ser resueltos y aclarados. CONAFOR está trabajando actualmente en un marco para la convalidación y verificación para el mercado mexicano que podría también ser internacionalmente aceptable, así como un registro nacional transparente. También está adaptando estándares internacionales para un mercado nacional de “solidaridad” caracterizado por la flexibilidad y la confianza. El propio papel de SAO en el mercado debe ser mejor definido. Actualmente actúa como el vendedor de créditos de carbono, al tiempo que prescinde la “propiedad”. Hay planes para organizar a las comunidades socias de SAO en una sola entidad que pueda vender legalmente los créditos de carbono, con SAO en el papel de verificador para el mercado mexicano.

Con considerable mesura, el Ecosystem Marketplace ha señalado que “la futura forma, tamaño y alcance del mercado global de carbono forestal siguen siendo muy inciertos”. Dada esta incertidumbre, el informe nota “una tendencia de que las regiones compren créditos de sus propios patios traseros”. Es en ese patio trasero que SAO ha estado tanteando sobre cómo los mercados de carbono pueden servir al desarrollo de la comunidad. Al tratar de conectar la conservación y el desarrollo comunitarios y las exigencias de los mercados internacionales de carbono, SAO ha agudizado el enfoque de la discusión sobre cómo pueden los mercados del carbono servir a los pobres. Como pequeña ONG se ha convertido, junto con el Grupo Ecológico Sierra Gorda, en pionera del desarrollo de un mercado mexicano que puede convertirse en un modelo importante para otras naciones en desarrollo con sectores privados substanciales, tales como Brasil y China. Los planes REDD+ que están siendo desarrollados en foros mundiales están enfocados en el cumplimiento estricto de protocolos y asumen que los mercados solos pueden reducir la deforestación y canalizar los beneficios a comunidades pobres. La experiencia de SAO sugiere que mercados también pueden ser localizados y construidos sobre compromisos de los sectores público y privado mexicanos para el desarrollo rural compatible con el uso responsable de los bosques. No obstante, SAO no ha capitulado en cuanto a mercados internacionales. “Estamos trabajando en ambas líneas, desarrollando mercados mexicanos e internacionales”, afirmó Pérez González, coordinador de SAO. “Nuestro proyecto es sobre el carbono, pero para nosotros el carbono está originando desarrollo comunitario”.

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David Barton Bray fue representante de la IAF y es profesor del Departamento de Tierra y Ambiente de la Florida International University. Él agradece a Leticia Gutiérrez Lorandi, Bryan Foster, J. Antonio Benjamín Ordoñez Díaz y David Ross por sus contribuciones para este artículo.

Fuente: Desarrollo de Base 2012, 33. pp. 14-21 - http://www.iaf.gov/modules/showdocument.aspx?documentid=263

2 de agosto de 2013

“CAPACITACIÓN EN TÉCNICAS DE AGROECOLOGÍA SEGÚN LOS CONOCIMIENTOS TRADICIONALES INDÍGENAS”

Nota explicativa:
Existen varios estudios o diagnósticos relacionados a la planificación estratégica situacional (PES) para el desarrollo comunitario, con enfoque ambiental, en las Comarcas nuestras a nivel del país. Dichos documentos poco han sido divulgados, porque quizás no cuentan con apoyo para su divulgación. Pero están allí, documentos que pueden servir para la planificación comarcales para su desarrollo integral. Es por ello que, nos tomamos la molestia de iniciar paulatinamente su divulgación, al menos los resúmenes. La presente es uno de ellos.

 

 
A. RESUMEN EJECUTIVO
 

 
1.        Introducción

Esta consultoría se hace dentro del marco del Programa Manejo Integrado de Ecosistemas en Comunidades Indígenas (PMIIE). Cuya finalidad fue realizar dos (2) talleres de capacitación en técnicas de agroecología basado en los conocimientos tradicionales de pueblos indígenas de Panamá, y ofrecer asistencia técnica en los talleres a los productores, específicamente ubicados en la Eco-región Darién-Kuna.

Taller 1: Hombres y mujeres Gunas, diálogo sobre plantas leguminosas para uso en medicina. Foto: Gubiler, 2006
El contenido del presente informe final, para estos dos talleres, apenas es el proceso que abre pasos a las comunidades beneficiarias para ejecutar en su segunda fase los subproyectos de desarrollo sostenible amigables con el ambiente, sus recursos naturales y biodiversidad. La consultoría ha hecho un gran esfuerzo para obtener productos en poco tiempo, porque esta es una larga tarea de reeducar a nuestros propios pueblos en conocimientos que ya tienen pero que desgraciadamente se están olvidándose. Rescatar y aplicar los conocimientos agroecológicos y/o agroforestales de nuestros pueblos indígenas, es de conocimiento de todos, que no es tarea de un día a otro, ni mucho menos en talleres. Se necesita todo un proceso de educación práctica e investigación para rescatar los conocimientos agroecológicos.

De esta forma integral estaremos minimizando la pobreza, pero analizado desde el contexto histórico intercultural, ofreciéndoles seguridad alimentaria y de vida a las comunidades de la Eco-región Darién-Kuna. Una manera de rescatar nuestra “cultura de la sostenibilidad”, que se pierde. Es decir que desde la “visión kuna”, en particular, no se trata de alcanzar el desarrollo sostenible, sino de recuperar y fortalecer la “cultura de la sostenibilidad” y con esta práctica cultural la reconstrucción de alternativas económicas-técnicas-políticas, productivas y reproductivas que vayan generando mejores condiciones de vida a la población presente y futura. No se trata de implementar cultivos orgánicos, sino de vivir con las prácticas culturales orgánicas.

Previo a estos talleres la Oficina de enlace del PMIE, a través de otra consultoría seleccionó a las comunidades beneficiarias. Estas son las comunidades que participaron en los talleres de capacitación. Las comunidades kunas beneficiarias fueron de las Comarcas de Madungandi, Wargandi y Kuna Yala; y las comunidades embera y wounaan fueron de la Comarca Embera y Wounaan y de Tierras Colectivas.

Esta actividad realizada es con el fin de preparar a las comunidades beneficiarias de la eco-región Darién-Kuna, para que los productores apliquen los conocimientos adquiridos en los talleres, en la ejecución los subproyectos.

El informe contiene los objetivos del PMIE, los objetivos de la consultoría, La metodología utilizada para desarrollar los talleres, los productos obtenidos, otras actividades complementarias y las conclusiones y recomendaciones.

2.        Objetivo del Programa MIIE

El Programa Manejo Integrado de Ecosistemas en Comunidades Indígenas (PMIIE) tiene como objetivo general alcanzar mayor efectividad de la conservación de la biodiversidad en Centro América, mediante el fortalecimiento de la capacidad de las comunidades indígenas para proteger y manejar sus recursos naturales y culturales, promoviendo y recuperando sus valores culturales y sus prácticas tradicionales del uso de la tierra que han desarrollado por centurias.

El programa apoyará a las comunidades indígenas en iniciativas para: a) prevenir mayor degradación de los recursos naturales en áreas amenazadas y asegurar sus servicios ambientales (b) conservar e incrementar en las eco-regiones los recursos de la biodiversidad. Específicamente, el programa podrá promover iniciativas de manejo de ecosistemas por las comunidades indígenas en áreas de gran biodiversidad llamadas eco-regiones dentro del Corredor Biológico Mesoamericano (CBM) y preservar valores culturales y prácticas tradicionales del uso de la tierra.

3.        Objetivo de la consultoría

3.1      Objetivo General

Capacitar a pequeños productores indígenas en diferentes técnicas de agro ecología y/o agro forestaría tomando como base los conocimientos tradicionales propios de la región: conceptos, principios, valores y métodos cosmogónicos sobre el uso tradicional de los recursos y sistemas de agricultura amigables con el ambiente.

3.2      Objetivos Específicos:

     (a) Discutir, reflexionar, y adoptar los conceptos y principios de la cosmovisión indígena sobre el
          uso tradicional de los recursos por parte de los pequeños productores indígenas.

     (b) Definir y adoptar los diferentes sistemas de agro ecología practicados por las comunidades
          indígenas conforme a su cosmovisión de la tierra.

     (c) Reflexionar sobre la situación actual de las prácticas agrícolas y su impacto sobre el ambiente
          y la biodiversidad, con la ejecución de un diagnóstico participativo utilizando técnicas de 
          FODA.

     (d) Fortalecer proyectos de producción sostenible, a través de la promoción y el intercambio de
          conocimientos en agroecología.

     (e) Capacitar a los productores indígenas Kunas, Emberá y Wounaan en técnicas amigables con
          el ambiente para la práctica de la agricultura tomando como base los conocimientos
          tradicionales ancestrales y su cosmovisión del universo.

     (f) Aumentar la producción sostenible de los cultivos tradicionales para la seguridad alimentaria y
          para generar ingreso económico.

     (g) Establecer los contactos y relaciones entre diferentes organizaciones indígenas de producción
          a fin de crear una red de comunidades indígenas participantes en la conservación de la
          diversidad biológica y en los usos sostenibles y culturalmente apropiados de la tierra.

     (h) Establecer una programación calendarizada de actividades de campo en la aplicación de las
          técnicas agroecológicas y/o agroforestería en las distintas áreas o comunidades indígenas.

     (i) Documentar y sistematizar los resultados del Taller mediante la elaboración de la memoria de
          este taller.

4.        Proceso metodológico desarrollado o estrategia de trabajo

Para ejecutar la consultoría relacionada a la “capacitación en agroecología basada en el conocimiento de los pueblos indígenas” kuna, embera y wounaan, de la eco-región Darién-Kuna, se hizo necesario poner en conocimiento la literatura conocida o estudios realizados sobre el tema agroecológico que practican los pueblos mencionados. También se revisó literaturas concernientes al tema agroecológico y/o agroforestal de diferentes autores.

Taller 2: Diálogo sobre el bosque con Embera-Wounaan. Foto: Gubiler, 2006
Previo a los talleres se dialogó con los productores que no participaron en los talleres, pero que tenían intereses en participar en el evento; se dialogó sobre sus conocimientos agroecológicos prevalecientes, y su comparación con la agricultura llamada “moderna” u occidental. En cualquier momento, si el tiempo lo disponía se buscó el diálogo con cualquier productor interesado en el tema. El cual llevó a mucho diálogo e intercambio de conocimientos entre los participantes.

Los otros métodos desarrollados en los talleres fueron los trabajos en grupos, las giras al campo, el mapeo participativo para diseñar el plan de finca y reflexión de las experiencias que obtenían cada día. “Aprender-haciendo” fue la estrategia metodológica utilizada para desarrollar los talleres.

Para el desarrollo de los talleres programados, se utilizaron cinco (5) módulos de enseñanza práctica: (a) principios de inducción al conocimiento agroecológico indígena, (b) introducción a los sistemas agroecológicos y/o agroforestales, (c) investigación agroecológica indígena (teoría), (d) práctica de la investigación agroecológica y, (e) planificación de la agricultura de nainu[1].

5.        Principales Productos
  • Plan de trabajo integral
  • Facilitación de los dos talleres de capacitación en técnicas agroecológicas
  • Metodología o técnica agroecológica
  • La homologación de los conceptos y principios relacionados con la práctica de agroecología
  • Diagnóstico participativo (FODA)
  • Sistematización preliminar de dos sistemas de agroecología practicada por comunidades indígenas que pueden ser adoptados por los participantes
  • Calendario preliminar para trabajos de campo y para la aplicación de las técnicas agroecológicas
  • Criterios para el monitoreo y evaluación participativa
  • Lista de participantes y organizaciones de productores o comunitarios. En el primer taller asistieron 28 personas, entre ellos dos mujeres; en el segundo taller asistieron 24 personas, entre ellos 7 mujeres
  • Memoria de los dos talleres
Carátula del Informe Final

6.        Conclusiones y Recomendaciones

6.1      Conclusiones
  • El conocimiento agroecológico del pueblo kuna y del pueblo embera y wounaan son ricos, como se han demostrado en los talleres, pero estos conocimientos se pierden cada día por no ser transmitida estos mismos a los productores jóvenes. No se está valorando los conocimientos agroecológicos propios o prevalecientes aún en el pueblo kuna y el pueblo embera y wounaan.
  • Por lo tanto, es difícil prever todos los factores que afectarán el desarrollo futuro de las comunidades en el área. En este sentido, se ha intentado evaluar la situación, en un análisis de reflexión participativa sobre como la experiencia vivida de algunos actores sirven para ofrecer alternativas.
  • Un análisis en términos de capacidad de sus tierras y recursos actuales enraizado en la cultura sirve para sustentar un desarrollo económico, social y ambiental de largo alcance y permitir que todos participen con éxito en la protección, conservación y desarrollo económico sostenible pero responsablemente, con proyectos agroecológicos que deberán formalizar. Es otra forma de actuar por la defensa territorial (Castillo, 1999; De Léon Guerrero, 1988).
  • Sabemos que el manejo o uso del suelo son iguales, pero se diferencian porque son diferentes actores con una visión diferente a la tierra. Los kunas aún mantienen su agricultura ecológica o agroecológica, con tendencia hacia la comercialización de algunos productos básicos, los embera y wounaan, su práctica fuerte es hacia la comercialización del ñame, el plátano y la artesanía. Sin embargo, en general los kunas, embera y wounaan mantendrán su agricultura de nainu, neubata egoro y pickaajem jep una forma agroecológica y amigable con la tierra (Castillo, 2001).
  • El manejo de los productos del bosque natural, secundario y su biodiversidad puede jugar un rol positivo en la conservación del bosque. Desde un huerto de árboles frutales hasta los sistemas agroecológicos, el manejo de productos forestales no maderables (PFNM) apoya al mantenimiento de los bosques y de muchos servicios ambientales de los ecosistemas. Particularmente los sistemas agroecológicos proporcionan importantes servicios ecológicos y sociales, ayudando a mantener la biodiversidad, como lo manifestaron los participantes al taller (Peters, 1994; Castillo, 2001; Shanley et al., 2004).

6.2      Recomendaciones
  • Los talleres en cinco (5) días no son suficiente para abarcar muchos temas y debido a la participación de las autoridades tradicionales que tienen mucha capacidad en oratoria y experiencias vividas, los talleres lo mínimo deben ser por 7 a 10 días.
  • Se recomienda involucrar más a la juventud y a las mujeres en estos talleres, con participación de los sailagan[2] y noko[3], para que la juventud asimile la experiencia oral que es transmitida en estos talleres.
  • Se debe seleccionar mejores candidatos a los talleres, porque solo no es asistir, sino involucrarse en la discusión y participación en actividades.
  • El bosque, a través de las plantas, suministra al hombre generosamente diversos elementos básicos para satisfacer sus necesidades, y ese conocimiento es legado de los pueblos indígenas. Los productos forestales no maderables (PFNM) son todas aquellas plantas, arbustos y árboles que se encuentran en el bosque y, todos los elementos o piezas que se extraen de las especies o árboles no maderables y que son usadas en actividades artesanales.
  • Establecer parcelas de manejo de PFNM de la chunga (Astrocaryum standleyanum) en los pequeños bosques comunales que aún quedan. En Capeti hay 9 hectáreas de bosque donde se mantiene en regeneración natural la chunga, es la oportunidad para el embera y el wounaan, manejar tal sitio para seguir aprovechando sosteniblemente del producto para su artesanía. Ello conlleva elaborar un plan de manejo participativo. Además porque de ella pueden obtener plántulas de regeneración natural para ser establecidas en parcelas donde ya no hay bosques naturales.
  • Establecer otras parcelas donde se resiembren las plántulas de chunga asociadas o combinadas con borojó (Borojoa panamensis), como una segunda alternativa planteada por los productores de Capetí.
  • La agroecología no es un simple concepto de agricultura tradicional, este conocimiento radica en la memoria histórica de los pueblos indígenas como herramienta para la soberanía y seguridad alimentaria y la producción sostenible de alimentos, asegurando el desarrollo de modelos agroecológicos propios. Por lo tanto, hay temas que si los participantes piden hay que desarrollarlos, como la lucha de su tierra para la seguridad alimentaria, informaciones o leyes ambientales que desconocen y desean conocer para proteger y asegurar sus recursos naturales, entre otros temas.



[1] Nainu, semánticamente significa “tierra propia”. Es una parcela agroforestal
[2] Sailagan, jefes de comunidades kunas
[3] Noko, dirigente embera