4 de febrero de 2014

“A 89 AÑOS DE LA INSURRECCIÓN DULE DE 1925 EL PENSAMIENTO DE NUESTROS JEFES NO HA MUERTO”

LA COSA EMPEZÓ MUCHO ANTES DE 1925

Así lo vi y así me lo contaron: datos de la Revolución Guna de 1925, versión del Sagladummad Inakeliginya[1] y de gunas que vivieron la revolución de 1925. (Extractos del libro en mención).

De izquierda a derecha: Iguaibiliginya, Ologindibibilele, Olonibiginya, máximos líderes de la Revolución Tule[2]

Los hechos empezaron cuando yo tenía diez años, y podía diferenciar muy bien los acontecimientos de Dadnaggwe Dubbir. Luego, me casé con la hija de uno de los que participaron en la revolución, Nugelibbe. De mi suegro aprendí mucho, él me contó casi todo lo que ocurrió en esa época. Ahora, quiero ponerlo por escrito, porque son muchas las mentiras que han escrito los wagas sobre esto.

Nuestra revolución no salió de la nada. Hay hechos claros que la antecedieron y que la empujaron fuertemente hacia la sangre:

Comenzamos con Abisua. Abisua viene de Etor. Abisua vivió pasando de una comunidad a otra por largos años, debido a su enfermedad. La gente le temía, porque decían que era giadaggaler.

Llegó a la comunidad de Nargana y allí lo curaron. Un poco más tarde, como notable conocedor de la historia y tratados gunas, el pueblo de Nargana le hizo sagla de la comunidad.

El sagla Abisua empezó a reunir a las autoridades de todas las comunidades. Fue extendiéndose así el método de consulta periódica a nivel de la comarca.
Unos años más tarde, Abisua se constituyó en primer sagla de la tradición guna a nivel de la comarca, e Inanaginya era su segundo. Nos cuentan que en aquel entonces, no todas las comunidades gunas estaban en las islas; muchas residían en las costas.

El Congreso de la Cultura reunía a las autoridades de todos los pueblos gunas. La gente llegaba a Nargana. Inadoiginya era suwaribed. El papá de Olonibiginya (Igwawilubbiler) vivía, entonces, en Gardi.

"Duiggwaa nirbaduba nagusye", cantan nuestros saglagan cuando se refirieren a ese periodo de la historia guna. Es el periodo en que se asentaron las bases de una gran unidad y se respiró eso a lo largo de la Comarca. Nuestra gente gozó de bastante serenidad y salud.

NUESTRA CULTURA NOS HACÍA FUERTES

Defendiendo nuestra tierra y cultura[3]
¿Por qué tantos relatos de Ibeler y comentarios, antes de llegar a la fecha que nos ocupa? ¿Qué hace Ibeler y sus hermanos en esta historia de 1925?

Ibeler es quien da razón a nuestras luchas. Nuestros grandes líderes no combatieron a ciegas, ellos siguieron las pistas de Ibeler (Iblerba ise iddoagwar ulusmala). Es el marco imprescindible para entender los móviles de nuestro combate. Sin Ibeler no entenderíamos nada. La Revolución de 1925 nos parecería igual a las demás rebeliones de la gente que está sometida. Es distinta, tiene raíz distinta, muy peculiar. ¿Por qué los wagas dicen que peleamos porque un mergi nos ordenó a hacerlo? ¡Porque ellos nunca entendieron esos móviles, nunca supieron las verdaderas causas de nuestra rebeldía!

Los invasores fueron llegando a nuestras tierras. Llegaron los policías. Al inicio la cosa fue casi imperceptible. Parecían amigos. Nuestras comunidades no se sintieron tan afectadas.

Poco a poco, los wagas fueron alzándose contra las costumbres de nuestras comunidades. Nuestros líderes se dieron cuenta muy pronto. La gente empezó a moverse a coordinar esfuerzos para acabar con los atropellos. ¡Escúchenme bien, no les digo contra los wagas, les digo, contra los atropellos, contra la muerte!

Un poco más tarde, nuestras comunidades empezaron a padecer la muerte de sus hijos. Entonces, llegaban noticias de muertes extrañas, así una y otra vez. Cundía cada vez más la aprensión y el temor en las comunidades.

Como primer paso, los dirigentes que encabezaron la lucha, localizaron a gunas que sentían la misma preocupación y estaban dispuestos a buscar soluciones. Encontraron uno en Dubbag y era Manuelito. En Sugdub encontraron a Olonibiginya; en Digir a Igwayoligigge y Oloagnaiginya; en Gwebdi a Gamdur, a Ner Yim. Todos ellos fueron llamados a estudiar más de cerca la situación.

Nuestros hermanos de distintas comunidades empezaron a dispersarse. Huían a otros pueblos alejados de los focos donde residían los policías wagas. La gente huía en grupos. El terror empezó a extenderse más y más entre la gente. Muchas familias de Gardi huyeron a Arggiya, a Muladub, a Caimán. Los de Moraggedub huyeron a Caimán. Los de Niadub llegaron a Arggiya. Sucedía igual con los de Digir. Por eso nuestros grandes saglagan de entonces tocaron a fondo el babigala, específicamente el relato de Duiren. Con eso alertaban a la gente.
…………

Nele Kantule, Colman y sus colaboradores tuvieron una consigna: seguir a Ibeler para luchar a favor de la madre tierra. Esos grandes gunas sabían que Ibeler había seguido el mensaje de un pavón, de un tucán, de las aguas de un arroyo... Sabían que Ibeler no había eliminado al pavón, porque lo necesitaba. Y de ahí les nacía la figura de los siggwi, de aquéllos que habían vivido en la sociedad de los wagas, que los conocían de alguna manera, pero que ahora habían vuelto a sus mayores, a sus comunidades. A ellos los eligieron como secretarios o intérpretes, pero después de una larga prueba, consejos y medicinas.

En 1923 Nele Kantule hace una visita a Colman. Los dos concluyen con la necesidad de contar, en cada comunidad de Gunayala, con personas claves de total confianza. Era, entonces, urgente detectarlas.

Así se hizo:
En Uggubseni tuvimos a Susu, a Dinugdi; en Dadnaggwe Dubbir a Olowinabbe; en Niadub estaban Mateo y Esteban; en Digir residían Alejandro y Navas; en Sugdub tuvimos a Bida, que tendría su radio de acción hasta Gaigirgordub. Ellos debían llevar informes a Agligandi, porque tanto Nele como Colman tenían que estar bien enterados de las municiones de los policías, de los robos, de los atropellos, de las arbitrariedades que cometían los policías contra los gunas en cada comunidad.

La Revolución no fue contra los wagas por ser ellos wagas, sino porque nos atropellaban, nos convertían en sus esclavos, nos quitaban lo más valioso que teníamos, que era nuestra cultura. Es totalmente falso lo que dicen los historiadores: que les odiábamos porque no pertenecían a nuestro pueblo. ¡Nos levantamos en favor de la vida (anmar na sanbina gwisgusa), en defensa de nuestro pueblo, de nuestra tierra...! (lo subrayado en negrita es nuestro)

Según los testigos más directos de la revolución, Nele Kantule ordenaba que no mataran a los gunas amigos de los policías, sino que los apresaran, porque ellos podían servir como armas para liberar al pueblo. Que ellos podían enseñar a nuestros soldados en las estrategias de sus amigos wagas. Nele Kantule hablaba de despertar el espíritu guna que había dentro de los traidores que iban con los wagas. Con eso se podía hacer de ellos hasta héroes en favor de Gunayala.

Estamos hablando de personas claves a lo largo de Gunayala. Tenemos a Olonibiginya que viajaba de Gardi hasta Agligandi trayendo y llevando informaciones a los dirigentes Nele y Colman. Este gran abuelo ha sido uno de los prominentes defensores de nuestra tierra. Él ha sido perseguido por los policías. Cuentan que Olonibiginya tomó un cayuco pequeño y llevó consigo un arma que había conseguido con un norteamericano. Desde su cayuquito, este gran hombre respondió al fuego de los policías que le perseguían. Tenía una buena arma y los wagas no pudieron tomarlo preso y él siguió su camino. Los policías no dejaron nunca tranquilo a Olonibiginya. Otro día, estando aún viva su mamá, volvieron de nuevo los policías a perseguirlo. Esta vez él tomó la bandera panameña, la tiró al suelo y la pisó, mientras gritaba: “¡Mátenme si quieren!” Los wagas tampoco pudieron con él, ni lo apresaron. Esos hombres son los que prepararon la revolución, los que llevaban y traían mensajes de sangre a los dirigentes, los que, a altas horas de la noche, con viento y marea, atravesaban comunidades a remo y vela por días enteros, para sembrar la tranquilidad en Gunayala. Ninguno de ellos murió en la Revolución, salvo uno. Murió Bida que fue traicionado por un guna y llevado ante Mojica, que era entonces intendente. Aquella vez fueron apresados tres gunas: dos de Digir, Igwayeidiginya y Niga Sibbu, y Bida de Gardi. A Bida lo ultimaron a quema ropa. A sus dos compañeros no los mataron, los llevaron a Colón.

ENTONCES, LOS DUEÑOS DE LA CASA LEVANTARON EL PUÑO

Los dueños de la casa levantaron el puño[3]
Nuestra gente armada sabía que los días iban llegando. Nugelibbe me decía que en este tiempo, ellos empezaron a practicar el tiro. Que les habían ayudado unos mejicanos y portorriqueños. Uno llamado Sánchez, otro, Bolívar. Según nuestros combatientes, estos amigos les gritaban: “¿Estas escopetas, por qué las están empuñando ustedes?” A la que respondían todos ellos también gritando: “¡Para defendernos, porque nos están matando, y están haciendo llorar a nuestras mujeres!” (Me informó Nugelibbe). “¡Sepan que sus enemigos no les van a esperar, y ustedes tampoco! Estas escopetas no pueden caer en las manos de sus enemigos. Ustedes deben buscar la parte oscura de las calles. Miren bien y conozcan bien a sus amigos...!”, –seguían diciendo los instructores a nuestros combatientes. Entretanto Nele reunía a todos en onmaggednega, y les hablaba de Ibeler, de Duiren, de Igwasalibler. Les motivaba a sentir el dolor de los hermanos en carne propia. Cuando la situación casi estaba a punto de reventar, Richard O. Marsh preguntó a Nele Kantule, delante de los dirigentes: “¿Tú estás seguro de querer emprender la pelea con los policías?”. Nugelibbe, que estuvo presente en aquella ocasión, me dijo que Nele se levantó de un salto, con los ojos brillantes de emoción y agarrándose los testículos, gritó a Marsh: “¡Sí, y pongo por testigos a este puño y a estos huevos!” Marsh se dio cuenta, allí, de la seriedad con que hablaba Nele. Los ancianos que estaban presentes, inclinaron la cabeza ante las palabras tan decisivas de Nele Kantule.

Los preparativos de Usdub se desarrollaban de acuerdo a las decisiones que se habían tomado en Agligandi. En Usdub, también, habían sido seleccionados los mejores cazadores y los inadulegan habían ya incursionado por las selvas para buscar medicinas. Olomaili no se cansaba de instruir a la comunidad de Usdub. Toda la comunidad estaba enterada de los vejámenes que propinaban los policías a nuestra gente en diversas comunidades. Los saglagan, a lo largo de Gunayala, mantenían como su permanente inspirador a Ibeler y sus hermanos. Cada vez más, se sentía una inexplicable necesidad de comunicarse con Baba y Nana. Los saglagan no se cansaban de reunir al pueblo para orar a Baba y Nana. Era una de las instrucciones fuertes de los dirigentes que estaban en Agligandi.

Ya la fecha estaba fijada. Ya los preparativos habían llegado a su punto. Ya nuestra gente estaba por salir hacia Uggubseni y Dubbir. Entonces llamaron a Dinugdi. Dinugdi fue enviado a su pueblo, a Uggubseni. Recordemos que él había llegado a Agligandi, huyendo de las atrocidades que cometían los policías contra la gente de su comunidad. Siguiendo las instrucciones de Nele y Colman, Dinugdi debía volver a su comunidad de origen para preparar allí el ataque. Nele le dio indicaciones detalladas. Dinugdi debía llegar a Uggubseni sin despertar ninguna sospecha de los policías. Éstas fueron las indicaciones dadas a Dinugdi: “Te irás en un cayuco. Llevarás todos los aperos de cocina (suwarbadde, orsar, masgge, gassi...) y dirás a la gente: ¡Ya me cansé de estar en una comunidad ajena, como si no tuviera aquí, en Uggubseni, mis cocotales. Estaba pasando hambre en Agligandi, como si no tuviera aquí a mi familia. Ahora, vuelvo a mi comunidad!”

Dinugdi regresó a Uggubseni con Susu, otra de las grandes personalidades de la Revolución Guna en Uggubseni. Antes de alejarse en su cayuco lleno de cosas, Nele preguntó a los dos grandes combatientes si se sentían capaces de cumplir con la misión, porque iban en busca de la muerte. Ellos, con los ojos abiertos y con ganas de pelear, porque ya habían experimentado las ofensas de los policías, dijeron a Nele que no importaba si les quitaban la vida ahora. Se alejaron de Agligandi, remando, y con viento contrario. Llegaron a Agligandimur. Allí se encontraron con alguien que venía a Agligandi. El señor se llamaba Nieli. Era cuñado de Dinugdi. El señor empezó a regañar a Dinugdi, pero no sospechó nada. Siguieron su ruta y llegaron a Sabbanmullu. Allí nuestros héroes empezaron a dudar de su misión. Les entró miedo antes de llegar a Uggubseni. Sabían que los policías les someterían a un doloroso interrogatorio. Tampoco querían traicionar a sus dirigentes. Los dos grandes hombres se pusieron de acuerdo: “Les diremos que mañana vendrá gente armada de Agligandi”, –dijeron los dos. Ellos llegaron a Uggubseni y, pasado algún tiempo, los policías les llamaron al cuartel. Los dos gunas, valientes, manifestaron en el cuartel lo que Nele les había instruido. “¡Estábamos en Agligandi como si no tuviéramos grandes cocotales aquí. Pasábamos mucha hambre en esa comunidad. Hemos decidido volver a nuestro pueblo...!”. Los policías insistieron en sus preguntas, y querían sacar de ellos noticias de los dirigentes Colman y Nele. Dinugdi y Susu dijeron, entonces, a los policías: “Mañana por la noche va a salir la gente armada de Agligandi”.

Susu y Dinugdi sabían que no era mañana por la noche, sino que esa misma noche llegaban nuestros revolucionarios a las costas de Uggubseni. Los policías agradecieron la informa-ción. Se movieron las comisiones policiales. Empezaron a almacenar municiones. Los policías Sánchez y Guillermito vinieron a Dubbile por las armas. En Uggubseni se quedaron los wagas policías Gregorio Gordón, Benito Guillén (guna amigo de la policía) y Pedro Stócel. Mientras tanto Susu y Dinugdi corrieron a alertar a los gunas que estaban en con-tacto directo con las instrucciones de Agligandi. Llegaron a Olowiebiliginya, a Igwabinigibbe y a otros. “¡Esta misma noche llega nuestra gente a nuestras costas. Tenemos que estar listos todos!”, –dijeron los mensajeros. “¡Todos vienen armados. Los de Usdub se han unido a los de Agligandi!”.

Así, los soldados de Uggubseni quedaron alertados al máximo para el ataque de la noche. “¡Comenzaremos con los policías jefes wagas!. Ya sabemos por dónde va a llegar nuestra gente y dónde nos ubicaremos”, –decía Olowiebiliginya a los de Uggubseni.

Lo que sucedió es que Susu y Dinugdi, instruidos por Colman y Nele, nunca dieron informes exactos a los policías, sino sólo a aquéllos que estaban dentro de la defensa del pueblo. En Uggubseni, horas antes de que llegara la parte más numerosa de los soldados gunas, sucedieron los primeros intentos: Igwabinigibbe llevó al policía Gregorio Gordón, engañado, indicándole haber visto correr a un guerrillero. “¡Es por ahí por donde lo he visto correr...!”, –le gritaba Igwabinigibbe al policía. Igwabinigibbe se puso detrás del policía que corría, y le fue llevando hasta donde estaba nuestra gente apuntando en la oscuridad. Cuando Igwabinigibbe se sintió seguro, agarró al policía por el cuello, tan de mala suerte que dejó un poco sueltas las manos del policía. Este tomó el arma que llevaba consigo y de un tiro hirió el hombro de Igwabinigibbe. Pero ya habían arrastrado al waga al sitio estratégico donde estaban nuestros combatientes. Agarraron a Gregorio Gordón y lo mataron a palos. Detrás venía corriendo Benito Guillén que era guna aliado de los policías. Lo agarraron y lo mataron también. Apareció otro guna aliado de los policías: Pedro Stócel. Este logró escaparse de los tiros.

Nuestra gente armada llegó a las costas de Uggubseni a tiempo justo; eran los que habían salido de Agligandi. Los nuestros dominaron inmediatamente la situación. Había una coordinación previa muy bien planeada. Olodebiliginya coordinaba la situación en Uggubseni con Nugelibbe, Igwawiliginya y Ceferino Colman. Antes de llegar a Dubbile se dividieron nuestros combatientes. Unos tenían que pelear en Dubbile, otros en Uggubseni de forma simultánea. Se dividió el pelotón de los combatientes en Saggimullu. Para Dubbile, quedaron coordinando Olodebinyabbi, Inabegilibbe, Ologindar y uno más que estamos aun tratando de recordar.

Aquí, en Dubbir, ¿qué sucedió aquella noche? Había música. Era un día de carnaval. Los policías bailaban en el cuartel y en el club. Los policías estaban armados. Los nuestros rodearon la isla. Enviaron primero a algunas personas allegadas a la lucha a cerciorarse de la situación. Esos informantes dijeron a los combatientes que los policías estaban despiertos, preparados y armados. Nuestros soldados, aquí en Dubbile, se dieron cuenta de que intervenir en esos momentos significaría matar a mucha gente. Decidieron no atacar y volverse a Agligandi. Nugelibbe me contaba que, al día siguiente, al ver desde Uggubseni que durante la noche no se había apagado la luz en Dubbile, ellos estaban seguros de que no habían intervenido los nuestros. Se preocuparon mucho por lo que podía suceder en caso de que no intervinieran allí.

Entonces, Olodebiliginya, que había recibido órdenes precisas de Nele Kantule, dijo a Nugelibbe en Uggubseni: “¡Ahora vamos a pasar a la táctica de la caza de ñeques! ¡Vamos a esperar aquí a los policías! ¡Ellos tendrán que venir aquí!”. Efectivamente, hacia las horas de la mañana, desde las costas de Uggubseni, divisaron el cayuco de policías que habían ido a Dubbile por las armas Venían Sánchez y Guillermito, quienes fueron eliminados a quemarropa.

Los policías que estaban en Dubbile enviaron a Uggubseni una comisión conformada por Wirib, Sabbin, Yoali, y Serracín (waga) para cerciorarse de la situación, porque estaban muy preocupados. Hacia las horas de la tarde –yo estaba en la playa, medio mojado y me acuerdo muy bien– regresó la comisión. Sabbin y Yoali volvieron a Dubbile en un cayuco grande. Ya Wirib no volvió con ellos. A Wirib lo había ejecutado su propio hijo antes de llegar a Uggubseni. Los policías bajaron inmediatamente a la costa donde estaba el cayuco: “¿Qué les pasó? ¿Qué les pasó?”, –preguntaban muy nerviosos. “¡Estas son señales de balas!”, –sentenciaron los policías delante de los que habían vuelto. “¡No, no son señales de balas! ¡Hemos naufragado y la corriente nos arrastró contra los arrecifes!”, –dijeron Sabbin y Yoali. Los wagas se calmaron un poco. Miguel Gordón estaba nervioso e inseguro. Miguel Gordón volvió a enviar una nueva comisión desde Dubbile. Aquella vez se fueron al anochecer: Ricardo Alfaro, Luis (de Dubbile), Oloibili y Federico. Eran jóvenes gunas que trabajaban como policías. La norma de Nele y Colman era que no debían morir los gunas, sino sólo los policías wagas. Incluso los gunas que estaban con los policías coloniales, debían tener una oportunidad de arrepentirse. La lucha no era contra los gunas, sino contra los atropellos que estaban causando los policías. La consigna de nuestros combatientes era que en las noches, cuando escucharan el chapalear de remos, debían preguntar en dulegaya: “¿be dulemarbi?” Si no respondían o respondían en castellano, tenían que ser eliminados. Pero si respondían “¡An dulemarbi!”, entrarían en contra de ellos con la táctica de arresto; y se salvarían.

La comisión, pues, enviada por Miguel Gordón desde Dubbir hacia Uggubseni, salió al anochecer. Recuerden que estamos hablando sobre los hechos del día 25. Esa comisión de Ricardo Alfaro que iba para Uggubseni fue interceptada por nuestros soldados armados. Los nuestros les gritaron lo mandado, pero ellos les respondieron en castellano. Así cuatro veces. Los nuestros abrieron fuego sobre ellos. Eliminaron a Oloibili y a otros los dejaron muy malheridos. A Luis le hirieron en el hombro; a Ricardo Alfaro, en la pierna.

Miguel Gordón vio que la comisión no regresaba. Entonces él mismo decidió conformar la expedición para ver la situación de Uggubseni. El grupo de Miguel Gordón tomó el cayuco llamado Tita, y lo acompañaron Antonio Orán (guna), Dinagdi, Maniwigdiginya, Diebdi, Castillo (este último, waga).Nuestros guerreros dominaban ya toda la situación de Uggubseni. Para esta ocasión, ellos planearon la táctica de amma Gorigori ante los policías que venían de Dubbile. Abrieron el club de baile. Miguel Gordón venía con su cuadrilla para enterarse de los sucesos, porque su gente no regresaba, y si regresaban no le informaban los detalles.

Los niños, los jóvenes y las mujeres gritaban en la playa de Uggubseni: «¡Viva Miguel Gordón! ¡Viva!» Nuestros guerreros se situaron en lugares estratégicos para el ataque. La comunidad de Uggubseni estaba preparada. La gente de Uggubseni, eufórica, animaba a los policías a acercarse más y más a la costa con aclamaciones de vivas. Un guna de Uggubseni, John Brown (Sobrón) animaba a la gente desde la costa a que gritara más fuerte ante Miguel Gordón. Cuando estuvo cerca, Miguel Gordón levantó las manos para responder al saludo de la gente, y uno de nuestros soldados disparó la escopeta, impactándole en la cintura. Miguel Gordón cayó de hinojos, y tomó su rifle de diez tiros, quiso apuntar hacia la gente y no pudo, porque estaba muy malherido, sólo pudo levantar el arma hacia arriba y los tiros fueron a terminar en el aire. El policía Castillo se tiró al agua, y un guerrero nuestro, Olodibagdenabbi, bajó rápida-mente, tomó el cayuco y lo persiguió muy cerca y allí le dio un tiro certero y murió en el agua. Arrestaron a los gunas que acompañaban a los policías. A Antonio Orán, guna de Dubbile, quisieron liquidarlo en el momento, pero intervino Olodebiliginya para protegerlo, según las normas recibidas de Colman y Nele. El pueblo guna, cansado de tantos esputos, de tanto odio a sus costumbres, de la burla continua a sus cosas, de morir por el simple hecho de querer vivir de acuerdo a su cultura, explotó por la vida. Así, un señor llamado Nigadumma de Irgandi, tomando su machete gritaba en la costa de Uggubseni: “¡Déjenme algo vivo en la playa, que quiero hundir este machete mío en el vientre de los wagas, que ellos nos han matado primero!” Y empuñando su machete descuartizó a Miguel Gordón. Hasta las mujeres y niños se revestían de ese aire de defensa de la vida. A Miguel Gordón lo llenaron de plomo y lo descuartizaron en la playa. Gordón había caído en las manos de los mismos gunas que él había hecho, desde el cuartel, víctimas de opresión, de odio, de cepos, de muerte, de multas injustas. Ahora, yacía sin vida sobre la arena. Un señor de Digir, Charly, que estaba en Uggubseni, animado por los acontecimientos que estaba viviendo, tomó el cayuco y se dirigió a su comunidad. Charly fue por la costa, y en la mitad de su travesía encontró a un conocido suyo que era también de su comunidad, lo convenció rápidamente. Se unieron para terminar, también, con los policías que quedaban en la comunidad de Digir. Allí ya había un pequeño club de baile y pocos policías. Cuando llegaron a la comunidad, llamaron al policía waga, y de varios hachazos lo eliminaron; a un guna llamado Roberto Stócel, amigo de los policías, también lo liquidaron. Pasaron a Niadub. Allí mataron a Herrera, que era un policía waga. Había un guna que era policía, llamado Samuel, que también fue ultimado. Eso me contó Jim Smith, uno de los protagonistas de Niadub. El anciano Jim me recordó el hecho cuando pasé por Niadub, no hace mucho: “Yo me agarré a puños con Samuel, que era guna pero policía. En el acto de la misma pelea, vi en la esquina de la casa un hacha afilada. Lo fui llevando a Samuel poco a poco hasta donde estaba el hacha. Cuando estuve cerca del hacha, la aferré rápidamente y le propiné un fuerte hachazo a Samuel, que defendía a sus amigos policías”.

En Niadub luchó fuerte también Lupos, que era de allí. Nuestros combatientes de Digir, aún con las manos ensangrentadas por Gunayala, pasaron a Nargana. Llegaron a Nargana con rostros pintados y armados para enfrentarse al enemigo. Estanislao López huyó con los policías y se dirigieron a Gaigirgordub. Allí, y en ese momento, no se derramó tanta sangre.

Las comunidades y los dirigentes del sector de Gardi estaban avisados. En Aridub se dieron cuenta del levantamiento que venía por donde nacía el sol. En Aridub había un comerciante waga llamado Pedro. Se levantaron contra él. Wiagde lo mató. La comunidad de Gwebdi entró también en el calor de la sangre. Allí vivía un waga al que llamaban Wagbibbi. Ya la situación se había calentado en extremo. A Wagbibbi lo ultimaron también. Un poco más tarde, los nuestros se dieron cuenta de que en Uggubba vivían dos gunas que continuaban apoyando a los policías. Los dirigentes enviaron una expedición a Uggubba, no para eliminarlos, sino para darles oportunidad de integrarse al pueblo guna, que acababa de salir de los atropellos. Eran Diwinabbe y su hijo. Los arrestaron, pero entre la comisión había uno que no hizo caso a las órdenes de los dirigentes. Ese tomó la escopeta y mató a tiros a los dos de Uggubba. Nugelibbe me decía que éste último acontecimiento marcó el fin de la intervención armada de nuestro Pueblo.

Notas:
[1] Inakeliginya (Carlos López) Dadnaggwe Dubbir 1913 – 2000
[2] Arte: Ologuagdi. En: Revista Abya Yala, Centro de Investigaciones Kuna (CIK), año 1, Panamá. Enero-febrero de 1985, no. 1
[3] Arte: Ologuagdi. En: Wagua, Aiban, 2007. Así lo vi y así me lo contaron: datos de la Revolución Guna de 1925, versión del Sagladummad Inakeliginya y de gunas que vivieron la revolución de 1925 /Aiban Wagua. - Panamá: [s.n.]

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