25 de mayo de 2015

Suelos saludables, alimentos confiables

 GABINO LÓPEZ VARGAS 

Desde hace 40 años la ONG hondureña COSECHA trabaja con agricultores campesinos que cultivan en laderas erosionadas. Durante este tiempo se han observado las bondades de la materia orgánica para enriquecer los suelos. Incorporada al suelo como abono, la materia orgánica ha sido  producida siempre por la naturaleza. Sin embargo, los suelos saludables se están terminando por el mal manejo del hombre.
 
Terrazas formadas gradualmente. Autor

Quitando la vida del suelo

Los daños al suelo se deben principalmente a las quemas en parcelas de cultivo, potreros para la ganadería extensiva e incendios en los bosques, que además contribuyen al calentamiento del planeta. Necesitamos suelos llenos de vida, saludables, para producir alimentos confiables que garanticen la seguridad alimentaria de las familias. Es importante mencionar que los suelos requieren de agua, aire, luz, buen balance de nutrientes y protección para evitar su pérdida. La agricultura industrial, la explotación de madera a nivel comercial, la ganadería extensiva y los incendios forestales vienen quitándole la vida al suelo, rápidamente.

Técnicas utilizadas en Sabana Grande

En Sabana Grande, departamento Francisco Morazán, Honduras, COSECHA está realizando un trabajo de agricultura sostenible en siete municipios, con más de 1 500 agricultores, mujeres y varones. El objetivo del programa es fortalecer las capacidades de las familias para aumentar la producción de alimentos sanos en suelos saludables. La zona está ubicada en el corredor del trópico seco, a una altitud entre 300 y 800 msnm, con una precipitación de 600 a 800 mm. En el lugar se sufren sequías extremas y, a veces, exceso de lluvia por las tormentas tropicales. Las áreas de cultivo están ubicadas en laderas con baja fertilidad, pedregosas y resecas. Para lograr suelos saludables se utilizan técnicas sencillas de protección y mejoramiento de la fertilidad del suelo.

Barreras de retención de suelos

Con el propósito de defender los suelos de la erosión en las laderas se están utilizando barreras de retención en curvas a nivel con plantas de doble propósito, como gramíneas, caña de azúcar, arbolitos de madre de cacao (Gliricidia sepium), gandul. También se usan rastrojos de cultivos como barreras temporales y, en lugares pedregosos, barreras de piedras.

Miniterrazas y materia orgánica

A través de estas barreras se guían los surcos de labranza mínima para hacer pequeñas terrazas, conocidas en Honduras como miniterrazas o terracitas. En estas se incorpora materia orgánica de los pequeños bosques, estiércol de zompopos –hormigas grandes del género Atta–, estiércol de animales de corral procesado como cómpost en aboneras o también el estiércol que se ha descompuesto en forma natural en los corrales. Algunos agricultores construyen aboneras haciendo montones de hojas de diferentes plantas, pastos, estiércol, restos de cocina y cenizas que salen de los fogones.

En los surcos de labranza mínima se cultivan granos básicos, hortalizas, yuca, camote, hierbas comestibles, plantas medicinales o flores. En las terracitas se puede concentrar bien la materia orgánica y los cultivos se desarrollan más saludables y confiables para la salud de las familias. Las laderas cultivadas retienen más el agua de lluvia o de riego, evitan la erosión del suelo y, donde existen muchas piedras, aprovechan más eficientemente la tierra. Las familias que tienen parcelas muy pequeñas producen más alimentos en menos área porque en las terracitas se puede intensificar el cultivo de diversas plantas.

Acopio de materia orgánica. Autor

Agujeros o guacas enriquecidos con materia orgánica

Para la siembra de plátanos y árboles frutales se construyen grandes agujeros enriquecidos con materia orgánica en cantidad suficiente para mejorar la fertilidad del suelo. Para conservar su humedad se coloca alrededor de los árboles una cobertura de rastrojos y otros restos vegetales que se encuentren en el lugar. Mientras los árboles frutales crecen se siembran hortalizas de especies criollas, hierbas comestibles y aromáticas alrededor de los árboles para aprovechar al máximo la materia orgánica.

Otras fuentes de materia orgánica que se están utilizando son: leguminosas como el frijol terciopelo (Mucuna Spp.), fríjol dólicos (Dolichos lablab), fríjol canavalia (Canavalia ensiformis) y fríjol alacín (Vigna Spp.). Más adelante se experimentará con fríjol gandúl y crotalaria. También se usan otras especies no leguminosas porque producen gran cantidad de biomasa y permiten formar una buena cobertura para conservar la humedad, ayudar a infiltrar agua en el suelo, aumentar la cantidad de micro y macroorganismos que perforan el suelo y evitar la erosión. Los granos de algunas de estas especies son comestibles.

Las familias agricultoras del sur de Honduras no tienen la cultura de sembrar leguminosas para la producción de abonos, lo cual es una desventaja. Además, la falta de lluvia limita el crecimiento de las plantas y, en la temporada de fin de año –noviembre, diciembre y enero–, sopla demasiado el viento y la biomasa seca se dispersa fuera de la parcela. Incorporar la biomasa antes de la llegada del viento sería la alternativa pero no cumpliría la función de cobertura para conservar humedad.

Logros alcanzados

Con las técnicas mencionadas los huertos familiares han logrado rendimientos en cultivos de granos básicos y diferentes variedades de plátanos, cítricos, mango, guayabo, aguacate y otras frutas. A pesar de las sequías extremas de años anteriores se ha logrado triplicar la producción de maíz. La base era de 6 qq/mz (quintales por manzana; qq=46 kg; mz=0,70 ha) al inicio del programa y se ha logrado aumentar a 20 qq/mz en promedio. La producción de fríjol era de 3 qq/mz y ahora es de 10 qq/mz. En 2014 las sequías fueron extremas, la cosecha de maíz bajó a 12 qq/mz. Estos resultados se deben a las técnicas descritas, principalmente al uso de materia orgánica y de coberturas para conservar la humedad en el suelo.

Importancia de un buen manejo de suelos

Estas experiencias han permitido comprobar la importancia de la protección del suelo contra la erosión y de aumentar su fertilidad con materia orgánica, un abono natural que ayuda a lograr suelos saludables y favorece la infiltración de agua. Los seres humanos necesitamos agua, aire, luz y alimentos para gozar de una vida saludable; también el suelo porque es un organismo vivo.

COSECHA apoyó a los agricultores de Guaimaca, otra zona en Francisco Morazán, que tiene mejores condiciones ambientales que Sabana Grande porque está ubicada entre 600 y 1 200 msnm, con una precipitación de 1 000 a 1 800 mm, y donde se cultivan café, granos básicos y hortalizas. Los participantes del programa diversificaron sus cafetales con sombra de árboles de guamo o guajiniquil (Inga Sp.) y frutales. En estas parcelas la biomasa producida por los árboles forma buena cobertura y materia orgánica, las cuales, juntas, garantizan una producción sostenible.

COSECHA ha brindado asesoría a otras organizaciones en Honduras y en países hermanos como México, Guatemala y Panamá, centrándose en las bondades de la materia orgánica producida por los abonos verdes. En la zona norte de Honduras, el fríjol terciopelo se ha utilizado desde hace más de 25 años, pero actualmente la promoción de agroquímicos, la producción de pastos para la ganadería extensiva, el monocultivo para exportación y el incremento de la construcción de viviendas han desplazado a las parcelas con abonos verdes.

En Guatemala se han obtenido muy buenos resultados: cuando el cultivo está en crecimiento se utiliza gandul, madre de cacao y guajiniquil para sombra de los cafetales. En otros casos los cafetales se diversifican con árboles frutales y plátanos para no depender solo de la producción de café, una estrategia para prevenir las pérdidas por plagas o enfermedades que aparecen sorpresivamente a raíz de la destrucción ambiental.

Conclusiones

Para lograr la sostenibilidad productiva nuestra agricultura debe ser cada vez más ecológica, estar en armonía con la naturaleza sin destruirla, aprovechando las bondades que nos ofrece para producir alimentos confiables para nuestra salud. Es importante promocionar con más entusiasmo y énfasis la importancia de elementos que permiten lograr buenos resultados y motivan a los agricultores a seguir trabajando con prácticas ecológicas, como son la materia orgánica, las coberturas para conservar humedad y la diversificación de los cultivos. No debemos olvidar la importancia de la cosecha de agua porque las extensas sequías durante la temporada de invierno son un problema muy grave, las cosechas disminuyen o se pierden, y esto desanima a los agricultores, mujeres y varones.

Gabino López Vargas
Coordinador General de COSECHA
Valle de Ángeles, Francisco Morazán, Honduras



Fuente: Leisa, revista de AGROECOLOGÍA

18 de mayo de 2015

Suelos vivos y materia orgánica. Seguridad alimentaria y mitigación del cambio climático

JOSÉ RAMIRO BENITES JUMP 

Un suelo vivo brinda muchos servicios a los ecosistemas: secuestro de carbono, disponibilidad de nutrientes, regulación del ciclo del agua y producción de alimentos. Se estima que alrededor del 25% de los suelos agrícolas en el mundo están degradados. Al mismo tiempo, no estamos manejando correctamente los suelos disponibles en uso y, obviamente, esto constituye un problema en un mundo cambiante. Si fuéramos capaces de restaurar la fertilidad y la productividad de los suelos sin ampliar la frontera agrícola podríamos producir 25% más alimentos y disponer de un sumidero importante de carbono que ayudaría a mitigar el cambio climático.

 
Gay o gaya (caña de azúcar - Saccharum officinarum) es una buena cobertura
para cultivos básicos; Cangandi produce gay. Foto: Gubiler, 2012
 
Para restaurar los suelos se necesita aumentar el contenido de materia orgánica. La composición y velocidad de descomposición de la materia orgánica afectan las condiciones físicas y biológicas del suelo: estructura y porosidad, tasa de infiltración del agua, diversidad y actividad biológica de los organismos, y disponibilidad de nutrientes para las plantas. Además de proporcionar nutrientes y hábitat para los organismos que viven en el suelo, la materia orgánica también une partículas en agregados y mejora su capacidad de retención de humedad.

Los agricultores pueden tomar muchas medidas para mantener, mejorar y reconstruir sus suelos, especialmente los que han sido cultivados por mucho tiempo. Una clave para la restauración del suelo es maximizar la retención y el reciclaje de los nutrientes a través de la descomposición de los rastrojos y otros residuos de las cosechas. Sin embargo, la reconstrucción de la calidad y la salud del suelo pueden llevar varios años, especialmente en zonas áridas donde la escasa humedad reduce la producción de biomasa y la actividad biológica, como sucede en la costa árida del Perú (Young, 2003).

En suelos saludables, las lombrices generan una red de macroporos verticales denominados “bioporos”, los cuales son muy efectivos para el ingreso y movimiento del agua y el aire y para el crecimiento de las raíces. Se estima que un 60% del agua de lluvia se infiltra por los bioporos. Si se usa labranza intensiva, la estructura del suelo se destruye y se pierde la porosidad en donde reside la vida de los suelos. Estos suelos necesitan mucha agua y fertilizantes para producir y, al estar descubiertos por la remoción o incorporación de rastrojos, quedan expuestos a la luz solar y al impacto de la lluvia que provocan la erosión y aceleran la oxidación de la materia orgánica convirtiéndose en CO2 que se libera a la atmósfera, lo cual contribuye al calentamiento global.

Contribución de la Agricultura de Conservación a la formación de suelos vivos y saludables

Suelo bajo cobertura continua. Autor
La cobertura es cualquier material orgánico –hojas en descomposición, cortezas o compost– que, esparcido en el suelo, lo enriquece y protege del impacto directo de las gotas de lluvia erosivas. Al reducir la evaporación y suprimir el crecimiento de malezas, la cobertura contribuye a la conservación del suelo; también mejora el reciclaje de nutrientes y la acumulación de materia orgánica y, consecuentemente, la captura de carbono.  

La Agricultura de Conservación (AC) puede ayudar produciendo dos efectos sobre la materia orgánica del suelo: reducción de su pérdida y aumento de su contenido. La AC consiste en la integración de tres condiciones: i. mantener el suelo protegido, como en la naturaleza, donde siempre está cubierto; ii. no mover el suelo para mantener su estructura y porosidad, y sembrar abriendo un pequeño surco para poner allí la semilla, y iii. aumentar la diversidad de plantas mediante la rotación de cultivos. En resumen, la AC implica la siembra de cultivos con alteración mínima del suelo desde la cosecha del cultivo anterior. Los agricultores tienen que conservar los rastrojos en el campo sin incorporarlos y distribuirlos uniformemente por toda la superficie (Benites y otros, 1999).

La rotación de cultivos significa que diferentes cultivos se alternan en el mismo campo, preferentemente cereales seguidos de leguminosas. La rotación permite un mejor uso del agua ya que los cultivos con diferentes sistemas de raíces utilizan el agua a diferentes profundidades del suelo, y también reduce el ataque de plagas y enfermedades. Las rotaciones ayudan a utilizar los nutrientes del suelo de manera más eficiente. Además, en una rotación, las leguminosas fijan el nitrógeno en el suelo para el beneficio del cultivo de cereales sucesivo.

La adopción de la AC tiene dos efectos principales sobre las actividades y los ingresos de la finca. Por un lado el técnico, que implica la disminución o eliminación de la erosión, el incremento de la fertilidad del suelo, la reducción de la resiembra y de la mano de obra, el uso controlado y menor de productos químicos y fertilizantes, y por otro, los agricultores encuentran un efecto económico directo en el aumento de la ganancia por la reducción de mano de obra, menor uso de agroquímicos y mayor rendimiento. Además, al reducirse el tiempo requerido para las actividades de campo, se usan menos combustibles y lubricantes y el uso de los tractores, maquinarias y otros equipos es menor, lo que resulta en costos más bajos de mantenimiento y reparación, y en un incremento de la vida útil del equipo.

Importancia del papel de la AC en la adaptación al cambio climático y en su mitigación

El cambio climático abrupto causado por la interrupción en los ciclos globales del carbono y el nitrógeno, causa del aumento de la concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido de nitrógeno (N2O) –llamados gases con efecto de invernadero–, es responsable del calentamiento global. La adopción de la AC, con los consiguientes ahorros de combustible, insumos químicos y reducción de la erosión del suelo, tiene un potencial estimado de captura de carbono de 0,6 a 1,2 Pg/año (Petagramo [Pg] = 1015 g), por lo que los agricultores que la practican podrían ser compensados por mitigar el cambio climático. Además, la AC también mejora y mantiene la producción de los cultivos y asegura la seguridad alimentaria de la población, mientras que mejora la calidad del medio ambiente.

Reflexiones finales

Por lo general los agricultores y los técnicos son reacios al cambio que significa pasar de una agricultura convencional a una AC porque esto significa romper una serie de convencionalismos, como el considerar a los rastrojos como basura; con frecuencia se les escucha decir: “cómo voy a sembrar encima de la basura, está llena de plagas y enfermedades”. Ellos siempre quieren arar, dejar el terreno limpio que es la herencia de los conceptos de la agricultura de los climas templados traídos por la Colonia. Hay una gran cantidad de conocimientos, pero tenemos que poner más ciencia, más tecnología y más conocimiento en este tipo de sistemas agroecológicos. Los agricultores que están produciendo con la tecnología de AC contribuyen al secuestro de carbono, a preservar la biodiversidad y a la regulación del ciclo del agua. En síntesis, están contribuyendo a la vida en el planeta y deben ser recompensados. Es importante recordar que el reto es mantener el 5% del suelo que es materia orgánica, por supuesto, no es algo que se pueda empacar, transportar y entregar y no hay receta única para incrementarla en el suelo. No podemos decirles a los agricultores que deben hacer esto, eso o aquello; tenemos que encontrar soluciones adaptadas localmente, así que la mejor manera de hacerlo es incluir de manera efectiva a los agricultores en el desarrollo de la tecnología. Lo que necesitamos es el diálogo entre el conocimiento científico y el conocimiento de los agricultores. No vamos a resolver el problema si pensamos que tenemos la solución y queremos imponerla.

Los agricultores andinos
Los agricultores campesinos de los Andes que viven entre 3 000 y 4 000 msnm trabajan en condiciones muy duras y, por lo general, en pendientes muy pronunciadas. A lo largo de siglos han desarrollado técnicas para conservar el agua y el suelo con formas de cultivar la tierra adecuadas a las características del paisaje de alta montaña, como son la construcción de terrazas escalanodas, también llamadas andenes. Desde la época precolombina los agricultores andinos han practicado la AC utilizando la kasuna, el allachu, la chakitaclla, el kituchi y otras herramientas para una siembra directa sin remoción del suelo y con el mantenimiento de una cobertura vegetal protectora. Las prácticas de manejo de suelos consistían en enriquecer el suelo cubriéndolo con paja y abono orgánico, en régimen de rotación de cultivos y de policultivos. De esta manera mantenían un suelo vivo con gran cantidad de materia orgánica, capaz de retener el agua y los nutrientes.

Los agricultores del sur de Brasil
Por los años 80 un grupo de agricultores de Ponta Grossa, Paraná, fundó el “Clube da amigos de la Minhoca” (Club de amigos de la lombriz de tierra) para promover el “Plantio direto”, un conjunto de prácticas biológicas de manejo que permiten desarrollar suelos sueltos, con buena formación de agregados que faciliten la circulación del aire, el agua, los nutrientes y la penetración de las raíces. Las plantas que crecen en este tipo de suelo con altos contenidos de materia orgánica gastan menos energía en el enraizamiento. Esto requiere enfocar el manejo de los recursos biológicos del suelo junto con las funciones hidrológicas y el reciclaje de nutrientes, complementados, cuando sea necesario, con obras físicas adecuadas en las laderas de pendiente pronunciada.

En la cordillera de la costa central de Chile
En el Fundo Chequén, propiedad de Carlos Crovetto, después de 20 años de siembra sin arar, se han observado significativos cambios en la estructura y fertilidad de los antiguos suelos erosionados, debido al aumento del contenido de materia orgánica en los suelos alfisoles. Esto se debe al incremento paralelo en los rendimientos de diferentes cultivos en rotación como trigo, triticale (híbrido de trigo y centeno), maíz y lupino, lo que a su vez aumenta el contenido de rastrojos sobre el suelo. En la rotación maíz-trigo (riego y secano) se deja anualmente sobre el suelo un promedio de 12 t/ha de rastrojo, debidamente manejado. El aumento de la materia orgánica (0,3% anual) en el suelo, al inicio sobre la superficie y luego en horizontes subyacentes, ha generado su adecuada nutrición favoreciendo a la microbiología y la mesofauna endémicas. Esta mayor actividad biológica ha aumentado el carbono orgánico y, con ello, su contenido húmico.

Selva nororiental peruana
Alberto Ikeda compró una finca e hizo lo que todo el mundo hace: tumba y quema. El primer año hubo una buena cosecha; hizo una segunda siembra y obtuvo la mitad de la producción de la primera; en la tercera ya no sacó nada, las tierras se habían degradado. Actualmente tiene alrededor de 200 hectáreas de tierras sembradas con agricultura de conservación, tratando de copiar los procesos naturales que pasan en un bosque donde el hombre no ha intervenido, o sea que caen las hojas, ramas, animales y todo va formando parte de este medio natural, una manera natural de compost. Al inicio preparó el terreno de manera convencional usando el arado, pero después nunca más movió el suelo. Aplicando los principios de la AC sobre suelos que ya estaban degradados, donde había menos de 1% de materia orgánica, esta aumentó a 3% y 4%. A medida que los suelos se fueron recuperando, ya hubo materia orgánica ayudando a retener el agua y, lentamente, el mismo rastrojo se ha ido convirtiendo en nutrientes para las plantas. También se observa que hay menos enfermedades y plagas en los cultivos.

En la costa árida del Perú
En Cañete se han efectuado días de campo para divulgar la tecnología de AC para que los agricultores siembren maíz en rotación con otros cultivos. También se está promoviendo cobertura en diversos frutales que por tradición se mantienen completamente descubiertos y donde, si cae una hoja, hay que recogerla de inmediato por temor a las plagas. Los productores de frutas han empezado a dejar los rastrojos en los viñedos e inclusive traen rastrojos de sus vecinos para cubrir el suelo, y empiezan a notar que retienen más agua, la producción ha mejorado y riegan con menos frecuencia. Este sistema también lo están utilizando los productores de mandarinas, manzanas y duraznos; se puede decir que el sistema se ha difundido. 


José Ramiro Benites Jump
Funcionario técnico jubilado, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Dirección de Fomento de Aguas y Tierras, Roma. Actualmente Consultor Internacional en temas de manejo de Tierras y Aguas y de Agricultura de Conservación.

Referencias

·         Benites, J. R., y Bot, A. 2014. Agricultura de conservación: una práctica innovadora con beneficios económicos y medioambientales. Perú: Agrobanco.
·         Benites, J. R., Friedrich, T., Bot, A., y Shaxson, F. 1999. From Soil Degradation to Stable Productivity: The Importance of Better Land Husbandry. AGLS Working Paper 8. Land and Water Development Division. Roma: FAO.
·         Young, H. 2003. Sistema de siembra directa ¿Alternativa para la sostenibilidad de la agricultura peruana? Lima: INCAGRO (inédito).


Fuente: Leisa, revista de AGROECOLOGÍA

14 de mayo de 2015

Aprender de la historia para restaurar nuestros suelos

ROLAND BUNCH

Gabidubaled (Mucuna) en Mandiyala.
Foto: Gubiler
La mayor parte de nuestras ideas sobre los suelos no toman en cuenta los millones de años que pasaron antes de que la humanidad empezara a recoger y producir comida en los bosques. Pero lo que ha pasado durante el 99,9% de la historia de los suelos contiene lecciones muy importantes. Así que vamos a celebrar el Año Internacional de Suelos mirando lo que la historia nos puede decir para construir el futuro con base en esas lecciones.

En el mundo tropical, el barbecho o descanso mantuvo fértiles los suelos agrícolas durante miles de años, proporcionando 70 a 95% de la materia orgánica del suelo. Pero hoy en día, ya que la mayoría de los pequeños agricultores poseen menos de dos hectáreas de tierra, en gran parte debido al crecimiento demográfico, el barbecho está agonizando.

Como resultado, los suelos del mundo en desarrollo están experimentando una severa crisis de materia orgánica, que hace que se deterioren y agoten rápidamente. Por esta razón, la fertilidad del suelo se ha convertido en el principal factor limitante para los pequeños agricultores de todo el mundo.

Tres mitos

Tres mitos comunes sobre la restauración quedan desacreditados al mirar la historia del suelo. El primer mito es que los suelos productivos se deterioran inevitablemente con el tiempo. En muchos experimentos llevados a cabo a largo plazo alrededor del mundo, incluso algunos que incluyeron fertilizantes químicos, se encontró que la fertilidad había disminuido. Por lo tanto, algunos agrónomos concluyen que es imposible mantener la fertilidad del suelo a través del tiempo. Sin embargo, en todo el mundo y durante millones de años, los bosques tropicales húmedos han mantenido niveles de productividad de biomasa impresionantemente altos sin fertilizantes y, con frecuencia, en suelos muy estériles.

El segundo mito, que debe ser descartado de inmediato, sostiene que los suelos tienen que ser arados para mantenerse friables y productivos. Los suelos de los bosques tropicales nunca se aran, y sin embargo, aún después de millones de años, son mucho más friables y naturalmente productivos que la mayoría de los suelos agrícolas. De hecho, los agricultores de pequeña escala que convierten las tierras forestales para cultivarlas, raramente las aran el primer año. Si lo hicieran, sería como ‘arar en el mar,’ según la frase famosa de Simón Bolívar. Rara vez hay necesidad de arar la tierra, a menos que la hayamos degradado previamente.

El tercer mito es que la buena agricultura moderna es la de los monocultivos. Pero los bosques tropicales mantienen biodiversidad y con ello aumentan la calidad del suelo y la productividad.

Además, la afirmación tantas veces repetida de que la productividad se limitará debido al fósforo perdido en las cosechas de granos, está basada en estudios seriamente defectuosos de evaluación de flujos de nutrientes. Hay varias razones por las cuales este problema no se observa casi nunca. Una de ellas es que los cultivos que crecen con un mantillo (mulch) biodiverso se alimentan directamente de este, como lo hacen en los bosques tropicales. En el caso de los cultivos anuales, el fósforo que ha caído al suelo del cultivo quedará menos de ocho meses en el mantillo, y de allí será absorbido por las raíces de algún cultivo. En menos de ocho meses caerá nuevamente al suelo. O sea, en más o menos un año, ha hecho el ciclo entero. En contraste, solo el 10% del fósforo químico aplicado al suelo se absorbe el primer año, alrededor del 5% el segundo año, y menos en cada año subsiguiente. Por lo tanto, con un mantillo biodiverso, cada átomo de fósforo produce alrededor de 15 veces más biomasa que lo que puede producir en forma de fertilizante químico.

Un movimiento que transformó la agricultura

Curiosamente, y no por casualidad, tres de estas lecciones de la historia coinciden con los tres principios del movimiento de la Agricultura de Conservación (AC) que comenzó en Brasil en la década de 1980. Estos son: (1) arar el suelo tan poco como sea posible; (2) mantener el suelo cubierto, y (3) mantener la biodiversidad. En 35 años, este movimiento, solamente en Brasil y Paraguay, ha transformado la forma de trabajar de tres millones de agricultores en 30 millones de hectáreas. Además, la AC se ha extendido a otras 30 naciones más en Latinoamérica y Africa. Los rendimientos de estos agricultores se han duplicado o triplicado, alcanzando un máximo de hasta ocho toneladas de maíz por hectárea. Entre 1992 y 2012, un litro de diesel llegó a producir siete veces más grano. Durante un período de 22 años, la AC ha logrado que los suelos tengan niveles más altos de materia orgánica y de disponibilidad de nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio, y con menor acidez. Mientras tanto, el uso por hectárea de fertilizantes químicos nitrogenados ha disminuido. En los experimentos a largo plazo, la AC produjo un aumento de 64% en el carbono orgánico de los primeros 10 cm del suelo. Obviamente el mundo necesita desesperadamente más de este tipo de éxitos.

El incremento de los rendimientos de la AC también muestra que no necesitamos recurrir a fertilizantes químicos subsidiados; subvenciones que son tremendamente caras. El Presidente Scott de Zambia me dijo que con lo que el gobierno de su país había gasta en subsidios a los fertilizantes en los últimos años, podrían haber construido una escuela en cada comunidad del país. Por otro lado, el fertilizante barato reduce los incentivos de los agricultores para producir la biomasa que mejore su suelo a largo plazo. Es decir, todo este dinero perdido no solo no puede resolver el problema básico de agotamiento de los suelos subyacente, sino que lo empeora.

También debiéramos recordar que la restauración del suelo es una ‘tecnología fundamental’. Si un agricultor adopta una nueva variedad de yuca, puede mejorar su producción de yuca, pero esto no va a tener ningún efecto sobre el maíz, frijol, hortalizas o animales que produce. Pero si el agricultor mejora con éxito su suelo, en forma sostenible, logrará un impacto positivo en todo los demás renglones. Tecnologías fundamentales, como la restauración de suelos, pueden por lo tanto servir de base para el desarrollo sostenible a largo plazo de toda una finca.

Leguminosas como abonos verdes/cultivos de cobertura

Los abonos verdes/cultivos de cobertura son cruciales. A menudo se dice que la naturaleza solo puede producir unos tres centímetros de capa superior en 100 años, pero la experiencia en varios países ha demostrado que los agricultores que utilizan abonos verdes/cultivos de cobertura pueden producir un centímetro de capa superior cada tres o cuatro años. Además, cuando se utilizan especies de leguminosas comestibles, el valor del grano generalmente excede los costos de producción, por lo que el costo neto de la restauración de la fertilidad del suelo en las últimas décadas es realmente negativo. ¡El fertilizante químico nunca va a competir con ese costo!

Sin embargo, el fertilizante puede complementar a los abonos verdes/cultivos de cobertura. Cuando los suelos de los agricultores de pequeña escala alcanzan alrededor de tres toneladas por hectárea de productividad, los fertilizantes se pueden utilizar de forma rentable. En este nivel de productividad, el fertilizante producirá una respuesta de mayor rendimiento, y con menores riesgos.

La experiencia en todo el mundo muestra que alrededor de 20 a 25 toneladas por hectárea al año (peso verde) de la biomasa de leguminosas son necesarias para mantener la fertilidad del suelo a través del tiempo. Nunca en 40 años he oído hablar de un agricultor que use 20 toneladas de compost fresco o estiércol animal cada año. La mayoría de los agricultores de pequeña escala no tienen suficientes animales para producir tanto estiércol, y el compostaje requiere demasiada mano de obra para ser rentable en los cultivos de subsistencia, con excepción del arroz. Pero docenas de leguminosas pueden producir el doble o el triple de esta cantidad de biomasa. El ayocote (Phaseolus coccineus) y la mucuna (Mucuna spp.) pueden fácilmente producir 70 toneladas por hectárea al año; los frijoles lablab o zarandaja (Dolichos lablab) y el frejolón o jackbean (Canavalia ensiformis) de 50 a 60 toneladas por hectárea al año, y el guandul o frijol de palo (Cajanus cajan), densamente plantado, puede producir más de 30 toneladas.

Sombra dispersa

A veces, algunos agricultores agregan árboles como 'sombra dispersa' a sus terrenos cultivados con AC. Una ligera sombra de los árboles, lograda por una poda anual, reduce el excesivo calor del mediodía que disminuye la productividad de los cultivos en las tierras tropicales bajas. Los árboles también son extremadamente resistentes a la sequía debido a sus sistemas de raíces profundas, y las hojas del follaje –que al caer al suelo lo fertilizan– están fuera del alcance de los animales que andan libres. Los árboles también conservan la humedad del suelo, reducen la velocidad del viento y proporcionan leña y forraje. Además, a medida que ocurre el cambio climático, los agricultores solamente necesitan cortar menos ramas de sus árboles, para que los cultivos bajo su sombra sigan disfrutando de temperaturas ambientales óptimas. La especie más importante como sombra dispersa es la madre de cacao (Gliricidia sepium).

Es interesante notar que la ecología de la AC con árboles es muy semejante a la ecología misma de un bosque: es biodiversa, mantiene cubierto el suelo y alimenta las plantas a través del mantillo. En 35 años de aprendizaje intensivo, hemos viajado de vuelta adonde la humanidad comenzó hace miles de años.

Tres principios de la agricultura de conservación

Arar el suelo tan poco como sea posible
Esta práctica también se conoce como labranza cero, siembra directa o labranza mínima. Puede mantener la estructura del suelo, reducir el daño a los organismos del suelo, disminuir las pérdidas de suelo por erosión, así como las de materia orgánica y nitrógeno, y ahorrar mano de obra y gastos. Por otro lado, si no se ara, el control de malezas será más difícil. También, al empezar, los agricultores que aran con tracción animal pueden necesitar nuevos equipos.

Mantener el suelo cubierto
El mantillo (mulch) evita la erosión, proporciona una fuente constante y equilibrada de nutrientes, protege el suelo del calor del sol, mantiene la humedad del suelo reduciendo la evaporación en gran medida, y contribuye al control de las malezas. El problema principal en el mantenimiento de la cobertura del suelo durante todo el año es que los residuos de cultivos rara vez son suficientes.

Mantener la biodiversidad y usar abonos verdes y cultivos de cobertura
En la AC los agricultores utilizan rotaciones y cultivos asociados para mantener la biodiversidad. Estas prácticas reducen el riesgo de plagas y enfermedades, favorecen a los microorganismos del suelo y hacen que, en todo el perfil del suelo, el uso del agua y nutrientes sea más efectivo. Un componente esencial de un sistema de este tipo son los abonos verdes/cultivos de cobertura, definidos como cualquier planta, ya sea un árbol, arbusto, enredadera o rastrera, que fertiliza el suelo o controla las plagas. Se incluyen las leguminosas multipropósito de grano, que con frecuencia proporcionan alimentos de alto valor proteico para la venta o el consumo. A diferencia de los abonos verdes tradicionales, rara vez se cortan en la etapa de floración y rara vez son introducidos al suelo. Así, pueden resolver dos de los problemas más importantes de la AC: controlar el incremento de las malezas causado por la falta de labranza y producir abundante biomasa in situ para mantener el suelo cubierto.



Roland Bunch
Consultor independiente

Fuente: Leisa, Revista de AGROECOLOGÍA

4 de mayo de 2015

Valorando culturalmente los recursos naturales, protegeremos el ambiente

Geodisio castillo

Estamos cimentados sobre un gran valor económico, que es Nabgwana y sus recursos naturales, esto se viene insistiendo por mucho tiempo y por algunos economistas. Pienso que las cosas van mejorar en el país, ahora que hay una carrera de economía ambiental en la Universidad de Panamá y creado MiAmbiente (Ministerio de Ambiente).

Conocemos el valor de la naturaleza, pero hacemos caso omiso o simplemente los políticos no tienen voluntad de toma de decisión sobre la situación del ambiente, para establecer estrategias ambientales y proteger los recursos naturales que se destruye a diario.
 
Mar y tierra naturaleza favorecen a Gunayala. Foto: Gubiler
Talar en busca de dinero

Extraemos árboles, principalmente las empresas, con el fin de obtener ganancias. No nos importa cómo lo hacemos, sobrepasándonos encima de las leyes establecidas para protegerlos o realizar un manejo forestal sostenible. Talamos o deforestamos sin importarnos que Nabgwana llore al dejarla desnuda. Este fenómeno elimina las interacciones útiles entre el sistema social humano y el ecosistema natural.

En Gunayala la extracción de árboles maderables es incipiente, pero si no se controla estableciendo normas comunitarias o del mismo Congreso General Guna (CGG) en Igardummadwala[1], sobre manejo forestal sostenible, llegaremos, sin darnos cuenta a destruir la biodiversidad al talar los árboles.

Estas acciones se realizan principalmente cuando las instituciones de gobierno en la Comarca, para abaratar el costo, solicitan madera a los madereros locales, para construcción de infraestructuras y así cumplir con el programa de gobierno, a costa de la naturaleza.

La subvaloración

Subvaloramos los recursos naturales, porque se asigna a la protección del ambiente, una miseria de recurso económico, eso debe ser porque los administradores de recursos y los políticos no “saben” el valor del recurso natural. Si lo saben no tienen voluntad política sobre la cuestión ambiental, a la hora de toma de decisión.

Los economistas ambientales, han argumentado desde hace tiempo que una de las principales razones por las que permiten a nuestros sistemas económicos a sobreexplotar los bienes y servicios ambientales es debido que los beneficios del ambiente son infravalorados o no valorados. En términos económicos esto lo llaman fallo del mercado[2].

Técnicas de valoración económica se utilizan para estimar el valor económico de un bien ambiental y hacer un caso económico o empresarial fuerte de por qué los gobiernos o las personas deben invertir en estos recursos[3]. O bien, valorar económicamente al ambiente supone el intento de asignar valores cuantitativos a los bienes y servicios proporcionados por los recursos ambientales, independientemente de la existencia de precios de mercado para los mismos[4].

Parecen que los políticos y funcionarios necesitan conocer los “indicadores”[5], para que los lleven a tomar decisiones. Allí está la valoración económica de los recursos naturales que es el mejor indicador, para que sean vistos como instrumentos importantes para los gobiernos municipales y locales, para que adopten y apliquen nuevos principios de gestión y rendición de cuentas. Proporcionan una forma de establecer líneas de base y metas y evaluar el progreso hacia ellos. Indicadores medibles pueden ayudar a apoyar la toma de decisiones, para evaluar los impactos de las políticas y las inversiones, y para comunicar ideas a públicos diversos. Además, los indicadores pueden ayudar a especificar la intención en defensa de la fijación de metas y objetivos específicos en respuesta al cambio climático. Tiene que estar alineados con una visión del desarrollo sostenible (Joburg, 2011).

La inversión en el ambiente

Hay estudios que demuestran el valor ambiental o servicio que nos ofrece Nabgwana, sin necesidad de restaurarlos, sino prevenir su destrucción, aprovechándolos sosteniblemente, pidiendo permiso de su uso a Nabgwana. Contrario a la cultura indígena o del dule en particular, el mundo occidental ha desvestido a Nabgwana, y lo lleva hacia su extinción, por lo tanto necesitan restaurar los recursos naturales que han destruido o que están en sus planes para ser destruidos.

Ejemplos de los beneficios de la restauración para que los políticos tomen conciencia o tengan voluntad política para decidir, por qué deben invertir en la mejora o restauración de bienes y servicios ambientales. Como los beneficios que ofrece la restauración de humedales, tienen valores de mercado directos o beneficios cuantificables para determinados sectores o interesados directos, tales como el costo del agua para la producción agrícola, o el valor de los peces para los pescadores[6]; los bosques de manglares en la Bahía de Gazi en Kenia se estima en alrededor de US$ 1,000 (dólares) por hectárea por año (UNEP, 2011). Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la restauración de los ecosistemas dañados o perdidos —desde bosques y sistemas de agua dulce hasta manglares y humedales— puede producir rendimientos multimillonarios, generar empleo y combatir la pobreza[7].

Podemos seguir citando estudios que demuestran que los beneficios económicos de la restauración de manglares son aproximadamente el doble de la del desarrollo de la acuicultura[8]. Pero, debemos comprender que la restauración aunque pueda desempeñar un papel importante en la mejora de los beneficios ambientales o servicios, la experiencia demuestra que los recursos “restaurados” rara vez ofrecen la gama y magnitud completa de los servicios que prestan los recursos no degradados. Sin embargo la mayoría de los servicios de los ecosistemas ambientales, como la filtración del agua y el hábitat de la vida silvestre, benefician indirectamente a la sociedad en general y, por lo tanto, se consideran como beneficios públicos o ajenos al mercado.

Preocupación de los políticos

Los políticos más se preocupan en cumplir con infraestructuras, cosas palpables con el fin de volver a reelegirse, y menos en aumentar los gastos ambientales. Los que se dedican al gasto ambiental, se les critica por no conseguir prioridades, y es que así es el pueblo. Porque mientras no hay educación o concienciación ambiental, así seguirá el pueblo.

Esto ocurre en todos los países “democráticos”, el país y Gunayala no escapan de esta realidad política. Donde los políticos parecen preocuparse más por las ganancias económicas y políticas a corto plazo, mientras que las inversiones en protección del ambiente a menudo ofrecen beneficios a largo plazo.

Hay que continuar dialogando con los políticos, ofreciéndoles alternativas o comunicándoles por lo que deben considerar el capital natural como activo e invertir en su capacidad productiva.

La cultura en la gestión ambiental

El pueblo dule es una sociedad con conceptos que hace de su vida parte de la naturaleza. Nabgwana es la madre que amamanta a todos, al pueblo, la vida silvestre, los hermanos árboles, y otras vidas que dependen de ella. Sin embargo, nos enfrentamos a una realidad que nos presiona día a día, a partir de la educación occidental implantada en los pueblos indígenas.

Ahora podemos poner en cifra monetaria el bien ambiental o servicio. Pero debemos hacer la diferencia a partir de nuestra cultura. Es decir, la inversión cultural en el ambiente es la base para que el dinero no destruya el bien ambiental o servicio.

La cultura como elemento participativo en el proceso de gestión ambiental nos abre paso al desarrollo económico y social desde adentro[9]. Es un mecanismo generador de riqueza y de transformación. Es decir, la cultura como elemento catalizador del proceso de regeneración y valoración ambiental como eje alternativo del cambio social y económico. La cultura es un recurso imprescindible y abundante para generar “conocimiento”, a partir de los saberes ancestrales o conocimientos indígenas.

Es el momento de reflexionar sobre las ventajas que aporta la incorporación de la cultura al Plan Estratégico de Gunayala (PEGY) que está en formulación. Porque el desarrollo sostenible con visión desde adentro depende de la cultura, la capacidad de creación, innovación y de cómo se aplican estas nuevas ideas al desarrollo comarcal. La cultura como uno de los pilares más sólidos para paliar la globalización.

Los pueblos indígenas de Abiayala, sus culturas equilibraron y siguen equilibrando los principios de responsabilidad ecológica, como así en lo económico y en la justicia social. Lo que el país debería hacer es aprender o aplicar estos principios reestableciendo los valores sociales e individuales sobre la actual cultura de consumo. Cosa que lastimosamente hay que decir, que el pueblo dule también debe retomar estos principios.

La cultura como parte de una estrategia en la gestión ambiental, no solo puede llegar a generar beneficios económicos, sino que puede modificar patrones de comportamiento a nivel comunitario generando cohesión social como herramienta para el estímulo de las aspiraciones colectivas e individuales.

Generar se trata de valorar y transformar el contexto local a manera que se produzca una nueva actitud o cambio hacia el ambiente y con ello un cambio económico y social equilibrado. En este sentido la cultura es la base mediante la cual reproducimos una realidad social. De ahí la calidad de vida de una región y su capacidad para desarrollar un sentido de pertenencia, capital social, natural y de respeto a la diversidad cultural (UNESCO, 2010).

Referencias:

Joburg, 2011. A promising future. Growth and Development Strategy. 120 p.

UNEP, 2011. Economic Analysis of Mangrove Forests: A case study in Gazi Bay, Kenya, UNEP, iii+42 pp.

UNESCO, 2010. Invertir en la diversidad cultural y el diálogo intercultural. Informe Mundial de la UNESCO. Francia. 426 p. + Anexos





[1] Nueva denominación a Anmar Igar (Ley Fundamental del pueblo dule)
[9] Hace algunos años era ignorado, considerada como una utopía más sin sentido de realidad