18 de febrero de 2016

Latinoamérica Indígena en el Siglo XXI. Primera década

Resumen, para sus comentarios el informe que recién fue puesto en público sobre pueblos indígenas en el siglo XXI.
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Resumen

La primera década del milenio probablemente será recordada en América Latina por el crecimiento económico y la reducción sin precedente de la desigualdad[1]. Más de 70 millones de personas lograron salir de la pobreza gracias a una combinación de vientos a favor en la economía y la implementación de importantes políticas redistributivas. En este periodo de crecimiento y prosperidad, que algunos ya denominan la década dorada, la experiencia de los indígenas latinoamericanos fue diferente, con resultados desiguales y, con frecuencia, contrapuestos.
 
Futuros agricultores de Mandiyala, estableciendo curvas a nivel con el aparato "A". Foto: Gubiler
La década coincidió con el fin del Primer Decenio Internacional de Naciones Unidas para los Pueblos Indígenas del Mundo (19952004) y gran parte del segundo (20052014), durante los cuales se fortaleció la posición de los pueblos indígenas como actores importantes en la vida política y social de la región. De los 22 países que han ratificado el Convenio No. 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 15 están en América Latina y, gracias a la tenacidad de sus movimientos sociales, muchos países han sancionado leyes y reglamentaciones especiales para proteger y promover los derechos de los pueblos indígenas. Si bien, en la práctica, muchos de estos marcos normativos aun están en una etapa de ensayo y error, las señales son ciertamente alentadoras.

La concertación de tratados internacionales y declaraciones que reafirman las aspiraciones de los pueblos indígenas en materia de autodeterminación han estado acompañadas por su creciente participación en la vida política de la región. En la actualidad, la participación política de los pueblos indígenas tiene lugar a nivel de los parlamentos locales o nacionales, en los municipios e, incluso, en los niveles más altos del poder estatal, y sus líderes tienen una activa participación en partidos políticos nacionales o han creado sus propios partidos. Hoy existen partidos indígenas muy influyentes en Bolivia y Ecuador y, en menor proporción, en Venezuela, Colombia y Nicaragua. La participación por la vía electoral permite a los pueblos indígenas elevar sus agendas a los debates centrales del desarrollo, incrementando con esto su incidencia dentro de los Estados. De igual modo, estas olas de reforma han reforzado la implementación de instrumentos que promueven la participación y la toma de decisiones a nivel local, como el Consentimiento Libre, Previo e Informado. En la región, ya no es relevante preguntarse si los pueblos indígenas deben ser involucrados en la toma de decisiones sobre cuestiones que inciden directa o indirectamente en sus vidas y bienestar, las preguntas relevantes son como y cuando.

También se han registrado mejoras socioeconómicas. La región ha realizado avances en términos de reducción de la pobreza que beneficiaron a los pueblos indígenas. El porcentaje de hogares indígenas que vive en la pobreza disminuyo en Perú y Bolivia, mientras que la proporción de los que viven en pobreza extrema se redujo en Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y Perú. La brecha salarial disminuyo en las zonas urbanas de Bolivia y Perú, aunque subsisten grandes diferencias en las zonas rurales y dentro de los hogares indígenas, si se toman en cuenta cuestiones de género, por ejemplo. La educación primaria ha alcanzado la mayor parte de los territorios indígenas, lo que probablemente constituye uno de los logros más importantes y claros de las ultimas décadas; de hecho, en algunos países Ecuador, México, Nicaragua la brecha entre niñas y niños indígenas y no indígenas se ha cerrado. De igual modo, el acceso a electricidad, agua corriente y servicios de saneamiento ha mejorado, en diverso grado, en toda la región. Por lo tanto, es evidente que el contexto económico favorable, combinado con las políticas correctas, ha generado beneficios económicos y cambios positivos.

No obstante, estas mejoras no se han distribuido de manera uniforme en toda la región, ni tampoco dentro de los países. En general, los pueblos indígenas se han beneficiado menos que los no indígenas en la mayoría de los aspectos, lo que ha contribuido a la persistenciay en algunos casos, al aumentode brechas importantes. El número de indígenas que vive en la pobreza ha disminuido, pero la brecha que los separa de otros latinoamericanos se ha estancado o se ha ampliado. En efecto, la pobreza afecta al 43% de los hogares indígenas de la regiónmás del doble de la proporción de no indígenasy el 24% de todos los hogares indígenas vive en condiciones de pobreza extrema, es decir 2,7 veces más frecuentemente que la proporción de hogares no indígenas.

Asimismo, el hecho de nacer de padres indígenas aumenta marcadamente la probabilidad de crecer en un hogar pobre, lo que impide el pleno desarrollo de los niños indígenas y los ancla a la pobreza. En Ecuador, por ejemplo, la probabilidad de que un hogar sea pobre aumenta un 13% si el jefe de familia pertenece a un grupo indígena, independientemente de su nivel de educación, genero, lugar de residencia (urbana/rural) o el número de personas a su cargo. En Bolivia y México, la probabilidad aumenta en 11% y 9% respectivamente. De igual modo, a pesar de la ampliación general en el acceso a los servicios básicos, el acceso de los pueblos indígenas a servicios de saneamiento y electricidad es 18% y 15% menor, respectivamente, que el de otros latinoamericanos[2].

Estas brechas constituyen un problema no solo porque reflejan un patrón excluyente en la distribución de la riqueza en periodos de crecimiento, sino porque además incrementan la vulnerabilidad de los pueblos indígenas mientras la región avanza hacia un escenario económico global menos favorable. Esta situación demanda una profunda reflexión sobre la necesidad de elaborar una agenda de desarrollo post 2015 que permita superar las barreras estructurales y los obstáculos invisibles que impiden cerrar las brechas entre los pueblos indígenas y la mayoría de la sociedad, independientemente del contexto, y al mismo tiempo mantener y reforzar los avances sociales y políticos que se lograron durante los últimos 20 años.

El presente reporte contiene un examen crítico de los datos disponibles y de los principales desafíos que afrontan los indígenas latinoamericanos con el objetivo de contribuir a estas deliberaciones. El estudio se basa en micro datos extraídos de censos de 16 países y de encuestas de hogar en nueve países, así como en un análisis de datos secundarios, marcos regulatorios y experiencias regionales. Si bien existen limitaciones respecto de los datos regionales disponibles sobre población indígena, que son inherentes a las discrepancias tanto culturales como metodológicas entre los contextos indígenas y la mayoría de la sociedad, los datos presentados aquí han sido revisados para garantizar su precisión y consistencia.

Los datos de los censos y de las encuestas de hogar reciben un trato diferente en el informe. Los datos de los censos se utilizan para resaltar patrones observables en la distribución de los servicios, las características demográficas, aumentos en cobertura y cuestiones similares, sin ahondar en explicaciones sobre su causalidad. En términos generales, estos datos indican deficiencias persistentes en el acceso a muchos servicios en toda la región. Los datos de hogar, por otra parte, se utilizan principalmente en un análisis econométrico que tiene por objeto entender si estas brechas observables son reforzadas por condiciones que afectan a los pueblos indígenas, en particular, o a los pobres en general. El análisis de pobreza arroja pruebas inequívocas de que la situación de los pueblos indígenas en la mayoría de los aspectos es mucho peor que la de otras personas no indígenas con características similares, como el mismo nivel de educación, edad, lugar de residencia rural o urbana, tipo de trabajo y las tipologías de hogar, lo que apunta a que existen barreras que los afectan de manera diferenciada y excluyente.

La persistencia de muchas brechas en el marco de una ola excepcionalmente favorable de políticas incluyentes y crecimiento económico, sugiere que es necesario revisar algunas de las políticas orientadas a abordar la situación de los pueblos indígenas, así como el enfoque que se adopta para implementar el desarrollo en sus territorios. Aunque el desarrollo suele asociarse al logro de objetivos políticos, económicos y sociales específicos, en el presente informe se reconoce que los pueblos indígenas tienen, en general, nociones más complejas y matizadas sobre lo que es el desarrollo y por qué es importante. Para que estos pueblos asuman el papel clave que les corresponde en la agenda de desarrollo post 2015, es necesario que sus voces y visiones alternativas sean tomadas en cuenta. Esto entraña examinar no solo los procedimientos que se utilizan para implementar el desarrollo sino también la manera como se establecen los objetivos de desarrollo y los mecanismos que se emplean para medir los avances hacia ellos.

La definición de quienes son y quienes no son indígenas ha adquirido creciente importancia y genera cada vez más controversia en la región, pues tras la concertación de un nuevo conjunto de marcos jurídicos, pactos y acuerdos internacionales que salvaguardan los derechos de los pueblos indígenas, estos suelen depender de su reconocimiento oficial para estar protegidos y ser incluidos en la toma de decisiones de aspectos que podrían afectar sus condiciones de vida, sus bienes y sus culturas. Si bien se pone el acento en las brechas que separan a los actores indígenas de los no indígenas, en este informe se subraya la complejidad de la labor de identificar a los pueblos indígenas en toda la región y se argumenta que la condición de indignidad varia en el tiempo y, en algunos casos, depende del contexto y el país en cuestión.

Sobre la base de los datos de los últimos censos disponibles en la región, en 2010 había alrededor de 42 millones de indígenas en América Latina, que representaban cerca del 8% de la población total. México, Guatemala, Perú y Bolivia tenían las poblaciones más extensas, tanto en términos absolutos como proporcionales, representando más del 80% (34 millones) del total regional. Es difícil calcular aumentos de población indígena a nivel regional, debido a las disparidades en la manera como se recaban los datos entre un censo y otro y de un país al otro. No obstante, Bolivia es el único país que reporto una disminución de su población indígena en la última década y esto obedece, probablemente, a discrepancias en la manera como se recabaron los datos en los últimos dos censos, más que a una tendencia real de crecimiento negativo.

Aunque los territorios tradicionales han sido uno de los principales puntos de referencia en materia de continuidad histórica, identidad y autodeterminación de los pueblos indígenas, en el informe se señala que el 49% de los habitantes indígenas de América Latina vive actualmente en zonas urbanas. La migración de zonas rurales a urbanas obedece a un conjunto de factores y genera diversos resultados y expectativas. En los espacios urbanos, la cantidad y la calidad de los servicios es mayor, el acceso a servicios de salud y educación es más amplio y existen más oportunidades económicas. A nivel regional, los indígenas que viven en entornos urbanos tienen 1,5 veces más acceso a electricidad y 1,7 veces más acceso a agua corriente que sus contrapartes rurales. Asimismo, la culminación de la educación primaria entre indígenas urbanos es 1,6 veces mayor que en zonas rurales, la educación secundaria es 3,6 veces mayor y la terciaria 7,7 veces mayor. Por otra parte, el espacio urbano puede ser un medio para reducir la discriminación de género y promover nuevas formas de participación política y expresión cultural. Si bien la migración rural/urbano no afecta únicamente a los pueblos indígenas, los distingue el alto grado en el que las disparidades entre ambos medios los afectan. En Perú, por ejemplo, un hogar indígena tiene 37% menos probabilidades de ser pobre y 26% menos probabilidades de ser extremadamente pobre si reside en una zona urbana, independientemente de otros factores, como el género y el nivel de educación del jefe del hogar o el número de personas a su cargo.

No obstante, los entornos urbanos también se caracterizan por grandes disparidades entre los habitantes indígenas y los no indígenas en términos del acceso a los servicios públicos y las oportunidades económicas. Las poblaciones indígenas urbanas son aun altamente vulnerables en comparación con otros habitantes urbanos, y están expuestas a nuevas dimensiones de exclusión. El porcentaje de indígenas que vive en barrios pobres o favelas es casi el doble de la proporción de habitantes urbanos no indígenas. El 36% de todos los indígenas urbanos vive en lugares inseguros, insalubres y contaminados. En zonas urbanas de México, los hogares indígenas tienen menos de la mitad del acceso a electricidad y agua potable que otros hogares, un quinto del acceso a servicios de saneamiento y triplican la proporción de hogares con piso de tierra. La migración urbana también interrumpe las redes de seguridad social y los sistemas de tenencia tradicional de la tierra, exponiéndolos a una mayor marginación. En Bolivia, por ejemplo, mientras que en las zonas rurales el 90% de los indígenas tiene vivienda propia, en las ciudades la cifra se reduce a tan solo el 61%.

En términos mas generales, la creciente desigualdad económica entre indígenas y no indígenas de América Latina está asociada a una desventajosa inclusión al mercado. En las ciudades, los indígenas acceden principalmente a empleos precarios y mal remunerados. En países con grandes poblaciones indígenas, como Perú, Ecuador, Bolivia y México, el porcentaje de indígenas que tiene un empleo calificado y estable es entre dos y tres veces menor que el porcentaje de no indígenas. Asimismo, en muchos países la probabilidad de trabajar en el sector informal ha aumentado o se ha estancado durante toda la década dorada para los trabajadores indígenas. En Ecuador y Guatemala, la probabilidad de trabajar en el sector informal aumenta un 12% y un 8%, respectivamente, si la persona pertenece a un grupo indígena, independientemente de su nivel de educación, su género, el número de personas a su cargo o su lugar de residencia. Por esto, la probabilidad de que los trabajadores indígenas reciban beneficios tales como seguridad social, seguro de salud, jubilación y otras prestaciones obligatorias es menor que en el caso de los trabajadores no indígenas.

Incluso, si un indígena completa la educación terciaria tiende a ganar mucho menos que una persona no indígena con las mismas calificaciones. Los datos de hogar indican que, independientemente de los antecedentes académicos, el género, la edad, el número de personas a su cargo y el lugar de residencia, un indígena suele ganar un 12% menos que una no indígena en las zonas urbanas de México, y alrededor del 14% menos en las zonas rurales. En Bolivia, un indígena tiene una probabilidad de ganar 9% menos en los entornos urbanos y 13% menos en las zonas rurales; en Perú y Guatemala gana alrededor de 6% menos. No obstante, en Perú y Bolivia la brecha salarial entre indígenas urbanos se redujo durante el decenioen Perú disminuyo casi un tercio desde el inicio de la década. En el caso de las mujeres indígenas, sin embargo, la brecha salarial es mucho mayor que para los hombres indígenas. Las indígenas bolivianas ganan alrededor de 60% menos que las mujeres no indígenas por el mismo tipo de trabajos. Al mismo tiempo, la brecha en educación entre hombres y mujeres indígenas aumento, lo que sugiere que una mayor inversión en educación podría mejorar considerablemente su inclusión al mercado.

El acceso de los hogares indígenas a varios servicios públicos ha aumentado en términos absolutos, pero esta expansión no siempre ha estado acompañada de un cambio cualitativo que ayude verdaderamente a que los pueblos indígenas alcancen sus propias metas de desarrollo. Por ejemplo, la ampliación de la educación, en particular la primaria, ha sido uno de los logros más significativos de los últimos 10 anos, pues ha permitido cerrar o reducir al mínimo una brecha que durante muchas décadas había excluido a los niños y niñas indígenas. No obstante, la ampliación del sistema escolar no ha estado acompañada por una mejora significativa de la calidad o una adaptación que les permita a los niños indígenas desarrollar su pleno potencial, ni como ciudadanos del Estado ni como miembros de su cultura. A pesar la existencia generalizada de leyes y reglamentaciones que protegen los idiomas y las culturas indígenas, junto con el reconocimiento de la importancia de impartir educación intercultural bilingüe (EIB) a niños y niñas indígenas, la educación formal está fuertemente asociada a la perdida de idiomas nativos y conocimiento tradicional. Existen abundantes pruebas de que la EIB podría revertir esta tendencia, pero debe implementarse en forma correcta, lo que no sucede con frecuencia.

Asimismo, los pueblos indígenas no se han beneficiado en la misma medida del aumento exponencial y la democratización de las nuevas tecnologías. Mientras que América Latina se ha convertido en el segundo mercado de crecimiento a nivel mundial en telefonía móvil, los indígenas tienen la mitad de probabilidad de poseer un teléfono celular que los no indígenas. También están rezagados en cuanto a acceso a Internet y posesión de computadoras. La brecha digital refuerza formas preexistentes de exclusión, pues el acceso a nuevas tecnologías se ha convertido en un aspecto fundamental del capital social en sociedades latinoamericanas cada vez más globalizadas.

A raíz de este persistente patrón de exclusión social, los pueblos indígenas representan en la actualidad alrededor del 14% del total de las personas viviendo en condiciones de pobreza y el 17% de las personas viviendo en condiciones de pobreza extrema en América Latina, a pesar de constituir menos del 8% de la población. Indudablemente, la reducción de algunas brechas y la ampliación de los marcos jurídicos en la última década mejoraron las condiciones de vida y los derechos de los pueblos indígenas, pero queda mucho por hacer. La exclusión de los pueblos indígenas no solo les impide percibir los beneficios potenciales del crecimiento económico de la región, sino que es costosa y perjudicial para las economías latinoamericanas.

En síntesis, la primera década del milenio dejo a los pueblos indígenas de la región con dos historias contrastantes: una de obtención de beneficios importantes, como la ampliación sin precedentes de su capacidad para expresar y decidir qué tipo de futuro desean colectivamente, y otra de persistente exclusión, que todavía limita su capacidad para contribuir y beneficiarse del Estado sin renunciar a sus culturas e identidades. La región, sin embargo, ha acumulado un caudal significativo de conocimientos y experiencias para afrontar muchos de los desafíos que plantea esta contradicción. Las medidas para impulsar la inclusión de los pueblos indígenas, además de importantes en sí mismas, como un medio para construir una sociedad más equitativa, justa y prospera, constituyen una necesidad colectiva, pues es improbable que América Latina ponga fin a la pobreza y logre un desarrollo sostenible sin la participación de las sociedades indígenas. Este informe tiene por objeto profundizar los conocimientos sobre las múltiples facetas del desarrollo con identidad, adelantando algunas sugerencias para avanzar en la consecución de sus objetivos.
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Fuente: Banco Mundial. 2015. Latinoamérica Indígena en el Siglo XXI. Washington, D.C.: Banco Mundial. Licencia: Creative Commons de Reconocimiento CC BY 3.0 IGO. 115 p.




[1] Banco Mundial, Oficina del Economista Jefe Regional, América Latina y el Caribe sin vientos a favor: En busca de un crecimiento mayor (2013).

[2] Los promedios ponderados regionales del acceso a electricidad ascienden al 82% para indígenas y el 97% para personas no indígenas, mientras que los promedios ponderados del acceso a alcantarillado ascienden al 57% y el 75% (según cálculos de los autores a partir de datos de censos regionales).

15 de febrero de 2016

ALIMENTO, SOBERANÍA ALIMENTARIA Y DESARROLLO COMARCAL


Geodisio Castillo

En la ciudad de Panamá, del 18 al 20 de febrero del presente año, se va a celebrar la V Consulta Regional por la Soberanía Alimentaria y la Justicia Social. Un momento oportuno para señalar algunas consideraciones sobre el tema dentro de nuestra realidad como pueblo indígena y particularmente del pueblo dule.
 
Nainu grupo agroforestal de Nadigna, Yandub-Nargana. Foto: Gubiler
Se ha elaborado el Plan Estratégico de Gunayala (PEGY), para 10 años (2015-2025), con la finalidad de monitorear o darle seguimiento al desarrollo desde adentro de la Comarca[1]. ¿Qué ocurrirá cuando se llegue al centenario de la Revolución Dule? ¿Habremos avanzado o estancado? ¿100 años de revolución para nada será? La motivación es que, todos somos consciente que si hay que avanzar… En nuestros oídos retumban voces de nuestros abuelos, en las páginas lo escribimos, pregonamos la historia, entonamos canciones, tomamos inna, entonces pongámosles en práctica. Este rol es de todos nosotros y en particular de la dirigencia que lleva el barco de Gunayala. ¡Hay que enderezar el barco!...

Existe un poder sobre la alimentación (Patel, 2012), porque solamente ver a nuestro derredor afecta el hambre y la desnutrición a millones de pueblos, siempre ha sido el problema principal a lo largo de la historia de la humanidad, es uno de los problemas socioeconómicos más graves de las sociedades humanas. Existen muchas causas, guerras, poco conocimiento de técnicas para mejorar la producción, epidemias, disputa por tierras fértiles, fenómenos naturales, y pronto será por el agua. La escasez aguda de agua es evidente en muchas regiones del planeta y particularmente, una preocupación constituye el agotamiento de las capas freáticas de las que depende el 99% del agua potable, en que las tasas de extracción superan a las de reposición (Schejtman y Chiriboga, 2009). La gente no ha muerto por la falta de alimentos, sino por la falta del derecho a comerlos (Sen AK, 1981; citado por Patel, 2012; Windfuhr y Jonson, 2005). Situaciones que nuestros pueblos no vivían, porque la naturaleza madre – Nabgwana, nos ofrece todo, el agua que es la savia o la sangre del que nos amamanta, las frutas que los hermanos árboles nos proveen, toda la alimentación habido por haber, que disfrutamos nuestros pueblos. Todo ello poco a poco en Gunayala se está perdiendo. “No es que no haya, es que no la estamos produciendo, no estamos trabajando la tierra como antes[2].

En los años 80 se notó la preocupación por el incremento de la producción. Tanto es así, que el Congreso General Guna (CGG), ha emitido varias resoluciones al respecto (CGK, 2006a, 2006b), hasta la creación de la Secretaria de Producción del CGG, el año pasado (CGG, 2015)[3]. A mediados del 80, para enfrentar esta situación se organizaron grupos de productores, apoyados, por una parte, por la iglesia católica, por la otra por políticos, gobiernos y otros interesados. Para esta misma época (Castillo, 2013b), la iglesia católica jugó un rol importante en este empuje para incrementar la producción. Para entonces, se organizaron 35 grupos aproximados[4], sin contar los grupos familiares, individuales y comunales. También hubo alianzas, como el de la Asociación Ecológica Kuna (AEK)[5] con la Organización de Pequeños Agricultores (AEKOPA)[6]. Pero con el tiempo, estos grupos fueron abandonando los nainus, porque quedaban lejos o simplemente ya el apoyo “paternalista” se había agotado.

La agricultura familiar de nainu
Los únicos grupos que vienen sobreviviendo es el grupo familiar y el individual, ellos no recibieron apoyo. Pareciera que esta práctica, de no apoyar a grupos familiares e individuales, se sigue dándose en la actualidad[7]; esperamos que esta práctica sea superada, porque los agricultores familiares e individuales solicitan apoyo para asegurar la alimentación y seguir alimentando a la población.

De alguna manera, la agricultura dule ha tenido su proceso histórico. Todo indica que la agricultura familiar de nainu, ha sido y sigue siendo la base de los sistemas de producción agroforestal de nainu (Castillo, 2013a, 2013b). Sin embargo, nuestra experiencia no se toma en cuenta, la experiencia de los pueblos indígenas; en la discusión actual sobre la agricultura familiar en América Latina, ahora que se han dado cuenta que la agricultura familiar es heredera de las reflexiones sobre el campesinado durante la década de 1970 y sobre la producción a pequeña escala durante la década de 1980 (FIDA, 2014).

Entonces, podemos decir que la agricultura familiar incluye una forma social de trabajo y de producción en la que la actividad agrícola es realizada por un grupo doméstico unido por lazos familiares (Castillo, 2013a, 2013b; FIDA, 2014). Estas unidades de producción familiar de nainu, han demostrado que no son necesariamente ni pobres, ni pequeñas, ni mucho menos desconectadas de los mercados, y de la dinámica social[8].

Si nuestro pasado fue rico en alimentación, sin hambre y desnutrición, cultivando o recolectando productos de la tierra y del bosque, si por ello lucharon nuestros abuelos para que nuestra tierra y cultura no fuese enajenada, eso fue luchar por una soberana alimentación. Entonces la causa es que “el hambre y la desnutrición no son un acontecimiento natural, sino el resultado de las relaciones sociales y de producción que los hombres establecen entre sí” (Stedile y Martins de Carvalho, 2010).

Si hoy la población dule está sintiendo estas necesidades, es porque, la verdad, es que el sistema capitalista nos ha arraigado. Es decir, como el acceso a los alimentos está regido por las leyes capitalistas del lucro y de la acumulación, hoy, solo las personas que tienen dinero, tienen acceso a alimentos y renta para comprarlos. Pero no todo está perdido, aún hay oportunidades que no se aprovechan.

Agrobiodiversidad: agroecología
Si hasta hoy hemos existido, eso es debido a una amplia gama de variedades locales de cultivos y razas fueron adaptadas localmente y facilitaron la vida sana y feliz en entornos difíciles. Nuestros ancestros trajeron consigo hasta la actual Comarca, variedades locales como el siagwa (cacao), sursia (cacao de mono), massunnad (plátano), gwalu (camote), moe (zapallo), dargwa (otoe), una gran diversidad agrícola y forestal, con capacidad de adaptación a las diferentes condiciones geoclimáticas, pero poco considerado dentro de la diversidad biológica (Castillo, 2014). La biodiversidad agrícola fue desarrollada por el humano, por ello, la agrobiodiversidad es parte del patrimonio cultural.

Si nuestro pueblo hasta ahora ha sobrevivido, gracias a sus conocimientos sin uso de fertilizantes, plaguicidas y riego, pero que en los momentos actuales estamos perdiendo estos conocimientos, si lo rescatáramos y lo aplicáramos superaríamos el hambre mediante el uso de los recursos que tienen disponibles para practicar e innovar una agricultura de nainu en una forma mejor y más sostenible.

De acuerdo a ETC/GRAIN/ITDG (2002) y Altieri y Nicholls (2012), el modelo agrícola industrial debido a su impacto negativo amenaza la biodiversidad agrícola. Esta pérdida de diversidad está exacerbando la inseguridad alimentaria. La intensificación de la agricultura con variedades de cultivos de alto rendimiento, fertilización, irrigación y pesticidas tienen un fuerte impacto sobre los recursos naturales con graves implicaciones en el medio ambiente y en la salud.

Los sistemas agrícolas indígenas se han desarrollado en función de principios de ayuda mutua, integración y diálogo con la naturaleza madre, principios que han dado lugar a sistemas agroecológicos complejos (Castillo, 2001, 2014; Grain, 2006). Esta herencia de conocimientos, creación y práctica hicieron posible una agricultura tan extraordinaria, basada en la biodiversidad. Se aprovecha mayor los procesos naturales y de las interacciones positivas en las explotaciones agrícolas con el fin de reducir el uso de insumos externos y crear sistemas agrícolas más eficientes (Altieri y Nicholls, 2012). Mejoran la biodiversidad funcional de los sistemas agrícolas que es esencial para el mantenimiento de procesos inmunes, metabólicos y reguladores, claves para la función del agroecosistema (Gliessman, 1998; citado por Altieri y Nicholls, 2012). Además, que la resiliencia a los desastres climáticos está íntimamente relacionada con el nivel de biodiversidad en las fincas, una de las principales características de los sistemas agroecológicos (Altieri y Nicholls, 2012).

Ante tanta influencia exógena capitalista, hay pocas oportunidades de volver al campo, “la juventud ya no quiere trabajar”, “las semillas nativas y plantas hay, pero no la recogemos y no queremos volver a trabajar el campo”, son palabras textuales de entrevistados de 70 a 90 años[9]. Ellos trabajaron, y están perdiendo los conocimientos sobre las semillas que una vez les dieron de comer.

Al no querer la juventud volver al campo, aunque intensifiquemos la producción en las áreas de gran potencial no es suficiente para superar la escasez de alimentos. Aunque hagamos regalías de semillas para la producción, no es suficiente para incrementar la producción agrícola. Entonces, el llamado que hace el CGG, para incrementar la producción agrícola de manera significativa, no avanza. Y no avanzará hasta implementar mecanismos adecuados planteados en el PEGY. Lo que hay que hacer es volver a explorar el enorme potencial de la agrobiodiversidad para explotar regiones ecológicamente desfavorecidas.

No existe suelos infértiles, lo que hay es pereza de volver a trabajar el campo”, enfatizan la mayoría de los agricultores. Si observamos nuestro sistema de producción agroforestal de nainu, una mezcla de variedades y especies, reduce significativamente el riesgo de pérdida total de la cosecha. Lo que hay que hacer es innovarlos para mejorar el sistema de producción. Así se puede estabilizar y aumentar la producción de alimentos, pero sin altos rendimientos.

Además, en nuestra dieta debemos que incluir las plantas nativas silvestres y los cultivos locales o nativos de menor importancia económico, para que sean fuentes primordiales para mejorar la nutrición de las familias. Si hubiéramos conservado y transmitido los conocimientos tradicionales agrícolas a las generaciones de hoy, y estuviéramos produciendo alimentos con excedentes, sí podríamos decir - somos soberanos en alimentación.

Seguridad, soberanía alimentaria y género
Prevalecen dos criterios no consensuadas sobre el hambre: “desnutrición” y “seguridad alimentaria”. La “desnutrición” se refiere al número de personas “cuyo consumo dietario de energía está continuamente por debajo del requerimiento mínimo de energía para mantener una vida saludable y llevar adelante una actividad física liviana”[10].
 
Agrobiodiversidad, nainus familiares en Cangandi. Foto: Gubiler
El concepto de “seguridad alimentaria” intenta capturar la noción de hambre no como un déficit de calorías, sino como una violación de un espectro más amplio de condiciones físicas, sociales y económicas (Patel, 2012; Gordillo y Méndez, 2013). Una situación que en la actualidad indica que si estos niveles de desnutrición crónica continúan implican que varios de los países de la región no lograrán cumplir las metas del milenio (Schejtman y Chiriboga, 2009).

Josué de Castro (citado por Stedile y Martins de Carvalho, 2010)[11] conceptualizó de que el hambre era un problema social, resultante de la forma de organización social de la producción y distribución de los alimentos. La FAO, convocó en 1974 a una primera cumbre mundial para analizar la situación del hambre y la desnutrición en el mundo. Años después, en 1996 (FAO, 1996), los países del planeta, reunidos en una nueva cumbre mundial sobre la alimentación, acordaron adoptar por consenso la siguiente definición de seguridad alimentaria: La seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana”.

Simultáneamente en esta cumbre, surge un nuevo concepto: el de soberanía alimentaria[12], introducido por La Vía Campesina[13], el cual significa que cada comunidad, cada comarca, cada municipio, cada región, cada pueblo, tiene el derecho y el deber de producir sus propios alimentos; producción y distribución de alimentos es innegociable y no puede ser dependiente de voluntades políticas. Ya lo advertía José Martí al inicio del siglo XX, en relación a la dependencia de América Latina hacia los capitales extranjeros: “Un pueblo que no consigue producir sus propios alimentos, es un pueblo esclavo.”[14]

El concepto sobre soberanía alimentaria ha ido evolucionando desde su primera definición oficial en 1996 en Roma (Schejtman y Chiriboga, 2009). Siendo la última versión la siguiente: “La soberanía alimentaria es el derecho fundamental de todos los pueblos, naciones y Estados a controlar sus alimentos y sus sistemas alimentarios y a decidir sus políticas asegurando a cada uno alimentos de calidad, adecuados, accesibles, nutritivos y culturalmente apropiados. Ello incluye el derecho de los pueblos para definir sus formas de producción, uso e intercambio, tanto a nivel local como internacional.”[15]

La definición de Soberanía Alimentaria está cada vez más consensuada, porque contiene un enfoque de derechos, derechos al acceso de los agricultores de pequeña escala, pastores y pescadores artesanales a recursos para la producción de alimentos, así como el derecho a la alimentación y disponibilidad de mercados justos (Windfuhr y Jonson, 2005). Esto legitima a los individuos y grupos para exigirle a los Estados que actúan en conjunto, que respeten, protejan y garanticen su acceso a la alimentación adecuada, tierra y territorio.

Según Gordillo y Méndez (2013), ambos conceptos, seguridad y soberanía alimentaria enfatizan la necesidad de aumentar la producción y la productividad de alimentos para enfrentar la demanda futura. Ambos subrayan que el problema central el día de hoy reside en el acceso a los alimentos y, en consecuencia, suponen políticas públicas redistributivas desde el ámbito del ingreso, así como del empleo.

Se abordan los síntomas que se presentan en situaciones donde las personas son pobres y vulnerables, más que las causas subyacentes de las mismas (Windfuhr y Jonson, 2005). Porque regalías de semillas o comida poco resulta para abordar las causas subyacentes en Gunayala. Las razones por las cuales se argumentan que solo la seguridad alimentaria como objetivo político, no resuelve las cuestiones políticamente difíciles de inequidad, estas son ignoradas, producen más inseguridad alimentaria y se parchan con derechos (Windfuhr y Jonson, 2005).

En todo este concepto el vínculo entre el género y la alimentación se vuelve más claro a través de la historia encabezado por las mujeres (Senra, León, et al., 2009). Las mujeres dules han demostrado su rol dentro de la producción alimentaria, pero este rol siempre ha sido desvalorado, donde la mujer no ha obtenido mucho beneficio y el trabajo social permanece invisible (Alvarado, s/f), ellas alimentan a su pueblo. Y en toda la historia de la humanidad ellas alimentan el mundo y gracias a ello, la humanidad ha sobrevivido (Senra, León, et al., 2009). Una soberanía alimentaria que no incluya una perspectiva de género estará condenada al fracaso. Porque es la construcción del concepto de la visión femenina del mundo, a partir de la fertilidad y de la reproducción social de la humanidad en condiciones igualitarias y justas (Senra, León, et al., 2009; Stedile y Martins de Carvalho, 2010).

Una sociedad machista está menos familiarizada con las necesidades específicas y las prioridades de las mujeres y eso ha creado problemas para identificarlas como beneficiarias, facilitar capacidades o estar frente a una posición de toma de decisiones debido a normas socioculturales específicas. Porque el estereotipo de género más habitual es considerar a las mujeres solo como amas de casa y madres. Como resultado, la actividad de las mujeres en la agricultura aún hoy día sigue desvalorándose en la sociedad dule – “por qué deben trabajar las mujeres, eso es trabajo de hombres”, “aggudaile omegan arbanair” …, decía un agricultor en un Foro de mujeres[16], pero una dirigente le contestó, que no solo los hombres pueden trabajar la agricultura, sino ellas también, “también tenemos dos manos, más ahora que ustedes no quieren trabajar”. Otra dirigente dijo: “nosotras trabajamos más que lo hombres, trabajamos las 24 horas” …

Actualmente, ya existe conocimiento científico acumulado para enfrentar las dificultades naturales y garantizar la producción de bienes suficientes para su reproducción social relativos a la práctica agrícola o agroecológica. Facilitar a las mujeres para que asisten a talleres de capacitación y vuelven a tomar su rol en la producción agroforestal. Porque son ellas las que demuestran que aún en contextos de pobreza extrema, alimentan a la población y mantienen patrones de consumo congruentes con el cuidado de la tierra y la colectividad (Senra, León, et al., 2009). Pero son las más olvidadas en las políticas agrícolas y alimenticias. Por ello el PEGY 2025 debe abrir las puertas a la participación de las mujeres y jóvenes en la producción como lo establece la estrategia.

Enfoque territorial para el desarrollo desde adentro
La alimentación y la soberanía alimentaria son temas que no solo hay que enfocarlos en teoría, sino en la práctica, porque son los pueblos indígenas y las mujeres los que reciben el duro golpe de la pobreza y son los que asumen las responsabilidades principales de la producción y la conservación diaria. Pero la pobreza para el pueblo dule, no es solo material y falta de servicios, sino espiritual, la negación al desarrollo colectivo, familiar y ecológicos, que la estructura actual impiden el desarrollo de las estrategias productivas y ecológicas.

Lo anterior hace que el enfoque territorial para el desarrollo desde adentro cobre importancia, como la oportunidad de un desarrollo integral plasmado en los cinco objetivos de la estrategia:

  • Fomentar y promover el respeto, reconocimiento y el fortalecimiento de la institucionalidad, garantizando la gobernanza territorial”.
  • “Fomentar los saberes ancestrales y la gestión ambiental y territorial para renovar la economía solidaria y una Comarca ambientalmente sostenible y resiliente a los efectos del cambio climático”.
  • “Contribuir al desarrollo educativo, cultural y espiritual como derecho, factor de cohesión e identidad y fuerza transformadora de la sociedad, desarrollando el potencial humano de la población guna”.
  • “Promover los saberes ancestrales y la medicina convencional, interactuados para el desarrollo de la salud de calidad en la Comarca Gunayala”.
  • “Generar oportunidades y bienestar a las familias, y a las empresas comunitarias desarrollando e implementando una política de producción y soberanía alimentaria”.

Con estos objetivos estratégicos, estamos reafirmando la necesidad de una transformación productiva, ambiental, social, cultural e institucional, fortalecer las comunidades, la coordinación real entre instituciones, para fortalecer mecanismos y llevar adelante la descentralización[17], en el marco del PEGY 2025.

Es derecho de nuestros pueblos de controlar sus territorios, sus recursos naturales, sus sistemas de producción agroecológicos o de nainu, su suelo, su fertilidad, su reproducción social y de integración entre pueblos de acuerdo con intereses comunes.

De acuerdo con PEGY 2025 (2015)[18], la implementación de la estrategia para la construcción de una soberanía alimentaria en Gunayala, necesitará de reformas estructurales y en el actual modelo de producción agrícola. La sociedad dule padece todavía de ese grave problema estructural, de un modo de producción y organización social que no consigue garantizar la seguridad alimentaria para entonar la soberanía alimentaria a su pueblo.

El desafío consiste entonces en incrementar la producción alimentaria en la misma superficie, rescatando y revalorando los saberes ancestrales, reduciendo simultáneamente los impactos ambientales con técnicas de lo que se ha llamado "tecnología a pequeña escala", innovando e introduciendo prácticas agronómicas como el manejo integrado de plagas, el manejo integrado de los residuos de la producción pecuaria, los sistemas agroforestales, barbechos mejorados, labranza cero, siembra en curvas de nivel, técnicas de “mulch” para la mejor conservación de agua y de suelo, labranza mínima o ecológica, hoyos productivos (Castillo, 2013b; Schejtman y Chiriboga, 2009).

A manera de conclusión
Seguridad alimentaria y soberanía alimentaria, dos conceptos que han tenido acercamiento; sin embargo, es la definición de la FAO la que ha sido oficializada por los gobiernos de la mayoría de países del mundo.

Los dules y otros pueblos indígenas también tenemos que reconocer que estamos dejándonos perder nuestros recursos naturales y agrobiodiversidad, la producción no se incrementa y reconocer que estos problemas son causados por la pérdida de los conocimientos tradicionales y aceptar más lo exógeno que lo propio, porque los conocimientos tradicionales ya no se transmiten debidamente a la nueva generación (Mostue, 2005; Egan, 2005).

La soberanía alimentaria tiene que romper no sólo con un modelo agrícola capitalista, sino también con un sistema patriarcal, que continuamos practicándolos. La sociedad dule padece todavía de ese grave problema estructural, de un modo de producción y organización social que no consigue garantizar la seguridad alimentaria para entonar la soberanía alimentaria a su pueblo.

El desafío es recuperar diversas técnicas indígenas, como los sistemas agroecológicos, como la agroforestería, concepto importante para contribuir a la ordenación y al desarrollo desde adentro (Castillo, 2014). Tomando en cuenta la agricultura familiar en la producción de alimentos y en la práctica de una agricultura ambiental y socialmente sostenible; y el actual papel de la mujer, en ciertas comunidades, en las diferentes fases de la actividad productiva.

Garantizar nuestras tierras y territorios, tendremos acceso a la pesca y los bosques como medio para minimizar el hambre, el desarrollo desde adentro con armonía con Nabgwana. Y en la medida que se mantengan como ecosistemas naturales prístinos o poco intervenidos su valor aumenta minimizando la crisis ambiental. Territorios que contienen un ecosistema altamente vital para el equilibrio ecológico global.

Dentro de esta realidad de los pueblos indígenas, sus conocimientos ancestrales aún persisten, no valorarlos y rescatarlos será imposible erradicar el hambre. En el marco de este contexto los países deben garantizar el reconocimiento, protección y defensa territorial de los pueblos indígenas. Porque si lo pueblos primero no logran su soberanía y definen las políticas, no podrán alcanzar la seguridad alimentaria, la cual implica cambios, …

Enfocarse en la soberanía alimentaria local, comunitario o familiar, minimizado estos problemas habremos avanzado e incrementado la producción alimentaria y con ello la seguridad alimentaria. Porque ahora ocurre que los discursos sobre soberanía alimentaria basado en la agroecología, son propuestas específicas de políticas que se concentran más en las dimensiones internacionales de los problemas que afectan a los productores de pequeña escala, y si son o no abordados de forma adecuada, depende de las políticas nacionales y en el caso nuestro, decisión comarcal.

Referencias:

Altieri, M. A. y Nicholls, C., 2012. Agroecología: única esperanza para la soberanía alimentaria y la resiliencia socioecológica. Una contribución a las discusiones de Rio+20 sobre temas en la interface del hambre, la agricultura, y la justicia ambiental y social. [con contribución de otros miembros de SOCLA]. Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA). 21 p.

Alvarado, E., s/f. El valor del Ambiente en los kunas desde una perspectiva de Género. Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), Oficina Regional para Mesoamérica (ORMA) San José, Costa Rica. (sin número de páginas).

Castillo, G., 2014. Desarrollo comarcal desde adentro: el sistema de nainu alternativa productiva, social y ecológica. En: Gubiler, 22 de diciembre de 2014. http://gubiler.blogspot.com/2014/12/desarrollo-comarcal-desde-adentro-el.html

Castillo, G., 2013a. Sistemas de agricultura de nainu por la soberanía alimentaria. En: Gubiler, 14 de octubre de 2013. http://gubiler.blogspot.com/2013/10/sistemas-de-agricultura-de-nainu-por-la.html

Castillo, G., 2013b. Experiencia económica y gerencia ambiental: Diálogo. En: Gubiler, 15 de julio de 2013.  http://gubiler.blogspot.com/2013/07/experiencia-economica-y-gerencia.html

Castillo, G., 2001. La Agricultura de “nainu” entre los Kunas de Panamá: Una Alternativa para el Manejo de Bosques Naturales. En: Etnoecológica Vol. 6 No. 8, 2001. 84-99 pp

CGG, 2015. CONGRESO GENERAL GUNA. RESOLUCIÓN No. 10. Sobre la creación de la Secretaria de Producción. 28 al 31 de mayo de 2015, en la comunidad de Agligandi.

CGK, 2006a. CONGRESO GENERAL KUNA. Resolución 06/11/2006, sobre incrementar la producción agrícola en las comunidades, para combatir la desnutrición infantil y la alimentación a la población en general. 16, 17, 18 y 19 de noviembre de 2006, en la comunidad de Dupwala.

CGK, 2006b. RESOLUCION No. 03/06/06. “Preocupados por la falta de incremento de la producción agrícola, la pérdida del conocimiento del sistema agroecológico de producción de nainu en la Comarca Kuna Yala y continuar con el proceso para establecer la Dirección Regional Comarcal de Kuna Yala del MIDA”. Gardi Sugdup, Comarca Kuna Yala, los días del 22 al 25 de junio de 2006. 2 p.

Egan, L., 2005. Kuna Agriculture: Tradition, Changes, and Trends. SIT: Panamá – Fall 2005, December. 22 p.

ETC/GRAIN/ITDG, 2002. “Sustaining Agricultural Biodiversity and the Integrity and Free Flow of Genetic Resources for Food for Agriculture”. 24 p. www.ukabc.org/accessgenres.pdf (Resumen en español).

FAO (Food and Agriculture Organization), 1996. Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial. Cumbre Mundial sobre la Alimentación, 13 al 16 de noviembre. Roma (disponible en http://www.fao.org/docrep/003/w3613s/w3613s00.htm).

FIDA, 2014. Informe síntesis. La agricultura familiar en América Latina. Un nuevo análisis comparativo. Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (RIMISP), Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). 32 p.

GRAIN, 2006. Soberanía alimentaria y sistema alimentario mundial. En: Biodiversidad 47, enero 2006. 4 p.

Gordillo, G., Méndez, J. O., 2013. Seguridad y soberanía alimentaria (Documento base para discusión). FAO, Roma. 37 p.

Mostue, D., 2005. Los Kunas: Su Agricultura y Sociedad y el Mundo Occidental. SIT: Panamá – Spring 2005, Mayo. s/p.

Patel, R. C., 2012. Soberanía alimentaria: poder, género y el derecho a la alimentación. PLoS (Public Library of Science) Medicine, June 2012, Volume 9, Issue 6. 10 p.

Schejtman, A. y Chiriboga, M., 2009. “Desarrollo Territorial, Soberanía y Seguridad Alimentaria”. Documento de Trabajo N° 62. Programa Dinámicas Territoriales Rurales. Rimisp, Santiago, Chile. 37 p.

Senra, L., León, I., et al., 2009. Las mujeres alimentan al mundo. Soberanía alimentaria en defensa de la vida y el planeta. Editada: Entrepueblos-Entrepobles-Entrepobos-Herriarte. Barcelona. 184 p.

Stedile, J. P.  y Martins de Carvalho, H., 2010. Soberanía alimentaria: Una necesidad de los pueblos. En: BRASIL SEM FOME, editado por el Ministerio de Desenvolvimento Social-MDS, Brasilia, abril de 2011. 23 p.

Windfuhr, M. y Jonsén, J., 2005. Soberanía Alimentaria. Hacia la democracia en sistemas alimentarios locales. FIAN-Internacional. Edición original en idioma inglés publicada por ITDG Publishing The Schumacher Centre for Technology and Development, Bourton Hall Bourton-on-Dunsmore, Rugby, Warwickshire, CV23 9QZ, UK. 62 p.



[1] Castillo, G., 2016. ¿CÓMO DESARROLLAR PEGY 2025? En: Gubiler, 2 de febrero de 2016. http://gubiler.blogspot.com/2016/02/como-desarrollar-pegy-2025.html
[2] Iniciativa de CENDAH: “Rescate de semillas y plantas nativas y fomento de los sistemas de producción de nainu”, informe en preparación.
[3] La Secretaría aún no se ha formalizado y por el momento aún las Comisiones Sectoriales de Producción o por corregimientos, son las que están activos.
[4] Estos grupos se organizaron, a mediados del año ´80, en la Central Única de Productores Agrícolas de Kuna Yala (CUPAKY), cuyo objetivo fue incrementar la producción agrícola, se organizan ante el llamado del Congreso General Kuna (Castillo, 2014).
[5] Nació como Unión de Trabajadores Kunas (UTK), para obtener personería jurídica cambió su nombre a Asociación de Empleados Kunas (AEK) y finalmente se llamó Asociación de Ecológica Kuna (AEK), empleados de las bases militares desaparecidas.
[6] Castillo, G., 2001.  Reforestación económica con plantas nativas utilizando técnicas agroforestales, Kuna Yala, Panamá. Resultado de 2 años de actividades. Informe Final a la Fundación Natura, Proyecto No. G4-97005. AEK, PEMASKY. Panamá. 22 p.
[7] Una de las actividades de la Comisión de Producción del CGG, es entregar semillas a ciertas comunidades seleccionadas o necesitadas.
[8] Según Castillo (2013b), en Gunayala, en los 90 surgieron grandes “sociedades” de hasta 90 miembros y más, dedicados principalmente a los cultivos comerciales de ogob (coco) y aswe (aguacate). Y el comercio del ogob lo hicieron con Colombia. Situación que ha mermado, porque estas sociedades ya no existen y la producción del ogob ha mermado. El aswe se vendía entre comunidades o en la ciudad.
[9] Iniciativa de CENDAH: “Rescate de semillas y plantas nativas y fomento de los sistemas de producción de nainu”, informe en preparación.
[10] Para obtener dichos resultados se realizan encuestas individuales, pero realmente no son encuestas individuales, porque el análisis se basa sobre la disponibilidad alimentaria del país, el poder de compra de los hogares y la situación en cuanto a derechos, según Patel (2012) citando a la FAO (2004, 2011).
[11]Médico y economista brasileño Josué de Castro (1908-1973), escribió dos obras que conmovieron al mundo: Geografía del hambre y Geopolítica del hambre. Su tesis central era que el hambre era causada por el subdesarrollo, resultado a su vez de la mala utilización de los recursos naturales y humanos.  Su contribución teórica fue tan importante, que en las Naciones Unidas le concedieron el cargo de primer secretario General de la FAO, en la década de 1950.
[12] El tema de Soberanía alimentaria está ampliamente difundido entre organizaciones sociales (Windfuhr y Jonson, 2005)
[13] Sitio oficial de Vía Campesina: http://www.viacampesina.org/. Movimiento que aglutina organizaciones de pescadores artesanales, pastores e indígenas, organizaciones no gubernamentales (ONGs) y Organizaciones de la Sociedad Civil (OSCs), el cual se ha constituido en una red social global de ONGs, OSCs y Movimientos Sociales
[14] El pensamiento antiimperialista de José Martí, está plasmado en su obra Nuestra América. Fundación Biblioteca Ayacucho: 2005. Venezuela. (original s/f. 458 p.) http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/m/Marti,%20Jose%20-%20Nuestra%20America.pdf
[15] VI Conferencia de la Vía Campesina. Yakarta, 9 al 13 de junio de 2013.
[16] Castillo, G., 2015. FORO “UNA MUJER, UNA OPCIÓN PARA EL DESARROLLO”. En: Gubiler, 7 de septiembre de 2015. http://gubiler.blogspot.com/2015/09/foro-una-mujer-una-opcion-para-el.html
[17] Aunque no se le entregue esta responsabilidad de parte del gobierno, el pueblo dule podrá continuar fortaleciéndose, porque sus acciones siempre son descentralizadas, desarrollando su economía
[18] Plan Estratégico de Gunayala – PEGY 2015-2025. Documento no publicado (inédito)