24 de mayo de 2016

Agropecuaria y cambio climático

24/05/2016

El sector agropecuario juega un papel clave en las economías y en las sociedades de América Latina. No solo como producto de exportación, generación de renta y alimentación, sino también en la sostenibilidad social y ambiental de la región. Empleo, seguridad alimentaria, calidad de los suelos, biodiversidad, son algunos de los factores que pueden verse favorecidos o amenazados según las formas de producción y comercialización de los productos agropecuarios.


En los últimos años ha aparecido un nuevo factor de preocupación en el sector: las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y el cambio climático.  La preocupación principal está centrada en la forma en que el cambio climático está afectando estos rubros productivos: sequías, cambios en los regímenes de precipitaciones, granizadas, aumento de la temperatura, etc.; pero también en la contribución de sus emisiones al propio fenómeno del cambio climático. La mayoría de los países de América Latina ha incorporado legislación o políticas específicas y ha creado mecanismos institucionales para atender la nueva problemática.

Pero el desarrollo agropecuario está, además, íntimamente relacionado con otro sector de alta relevancia para el cambio climático: el forestal. La frontera agropecuaria se ha expandido -y seguramente continuará expandiéndose- a costa de los bosques. La pérdida de bosques provoca emisiones de CO2 a la vez que la nueva forestación captura CO2 de la atmósfera. Por esta razón, desde la perspectiva de los análisis sobre cambio climático, estos aspectos se consideran de manera conjunta bajo un gran sector denominado AFOLU, siglas en inglés de Agricultura, Ganadería, Forestación y otros Usos del Suelo.

Las emisiones de GEI del conjunto de actividades AFOLU son muy significativas en América Latina, bastante más de lo que ocurre en la mayoría de las otras regiones del mundo. A nivel global las emisiones provenientes de los sectores Agropecuario y Forestal representan un cuarto de las emisiones globales. Sin embargo, en Latinoamérica, este porcentaje supera el 50% y por eso se ha vuelto primordial para la región.

En 2012 las emisiones totales de GEI de América Latina fueron 4,560 MtCO2e[1]. Desagregándolas por rubros, 900 MtCO2e (20%) provinieron de la Agropecuaria mientras que 1,430 MtCO2e (31%) fueron causadas por las emisiones de la deforestación[2]. Los principales gases emitidos por la Agricultura son: el N2O (óxido nitroso) -derivado de la aplicación de fertilizantes sintéticos en la mayoría de los rubros- y el CH4 (metano) originado particularmente en los cultivos de arroz. En el caso de la Ganadería el principal gas es el CH4 (metano) producto de la fermentación entérica del ganado y del estiércol. En el sector forestal el principal gas es el CO2 que se libera a la atmósfera en los casos de corte y fundamentalmente en los procesos de deforestación de los bosques y selvas naturales.   

El desarrollo agropecuario de las últimas décadas en la región ha aumentado la frontera ganadera a expensas de los bosques, lo que ha generado no solo mayores emisiones, sino que ha favorecido las condiciones para que los impactos locales del cambio climático sean mayores; por ejemplo, que las inundaciones tengan efectos más severos. Por otra parte, se han expandido monocultivos agrícolas (particularmente de soja), en muchos casos provocando deforestación por si mismos o como resultado del desplazamiento de la ganadería. Estos monocultivos terminan reduciendo la capacidad adaptativa natural de los ecosistemas agrícolas, contribuyendo también a agravar los efectos del cambio climático.

La influencia de las negociaciones internacionales

En las negociaciones internacionales de cambio climático son varios los temas que se entrecruzan en las discusiones sobre los temas agropecuarios. Por un lado, la Adaptación, es decir, que medidas se adoptan para intentar reducir los efectos del cambio climático sobre la producción agropecuaria. Por otro lado, la Mitigación, o sea, como se reduce la contribución de este sector a la emisión global de GEI. Y finalmente la Financiación: quien debe hacerse cargo de los costos de Adaptación y Mitigación del sector.

Durante el pasado diciembre, la 21ª Conferencia de las Partes (COP 21) de la Convención de Cambio Climático reunida en París, decidió que los países deberán presentar, a más tardar en 2020, sus Contribuciones Predeterminadas a nivel Nacional (CPN). Estas deben indicar los esfuerzos que están dispuestos a hacer tanto para reducir las emisiones de GEI como para adaptar sus sistemas productivos a la nueva situación.

Esta decisión tiene una larga historia previa de manera que los países de América Latina han venido trabajando sobre los aspectos de Mitigación y Adaptación al cambio climático en los sectores agropecuario y forestal. Previo a la reunión de París, los países debían presentar sus INDCs (siglas en inglés de Contribuciones Previstas y Nacionalmente Determinadas) y la mayoría de los países latinoamericanos incluyeron en ellas medidas vinculadas al sector agropecuario[3]

Sin embargo, los países de la región han sostenido en las negociaciones, que los gastos tanto de mitigación como de adaptación en los países en vías de desarrollo deben ser asumidos por los países desarrollados en virtud del Principio de Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas. Por esta razón la mayoría de las acciones propuestas están condicionadas al aporte financiero internacional.

De las acciones o metas que los países latinoamericanos están dispuestos a realizar con su propio esfuerzo, pueden citarse a modo de ejemplo:

-    Uruguay, el único país que incluye la mitigación en el sector ganadero, se compromete a reducir la intensidad de emisiones de metano y óxido nitroso en 33 % y 41 %, respectivamente, relativo a cada kg de carne para el año 2030, utilizando 1990 como año base.

-    Ocho países (Argentina, Bolivia, Brasil, Guatemala, Honduras, Paraguay, Perú y Uruguay) mencionaron que utilizarán más biocombustibles provenientes de biomasa. Brasil se propone una meta específica para biodiesel: aumentar la propor­ción de biodiesel en la matriz energética en un 18 % al 2030.

-    Argentina resalta diferentes iniciativas que el sector agrícola como la siembra directa, la rotación de cultivos y la agricultura de precisión, aunque no establece metas específicas.

-    Brasil tiene como meta restaurar 12 millones de hectá­reas de pastizales degradadas al año 2030, junto con la mejora de cinco millones de hectáreas de sistemas agrosilvopastoriles integrados.

-    Costa Rica propone varias medidas para manejar sumideros de carbono (planes de uso del suelo, refores­tación, deforestación evitada) como opción de mitigación.

-    Uruguay se propone capturar 13,2 MtCO2 en el sector Forestal.

En general todos los países se proponen metas más ambiciosas siempre y cuando sean asistidos con los recursos financieros para llevarlas a cabo. Este será uno de los ejes de los debates de los próximos años. Pero no será el único en lo que refiere a las actividades AFOLU.

Argentina y Uruguay, dos de los principales productores agropecuarios latinoamericanos, han sostenido en las negociaciones que las emisiones derivadas de la producción de alimentos deben ser consideradas de manera diferente a las otras emisiones. Su argumentación se basa en el artículo 2 de la Convención que señala que la producción de alimentos no debe verse amenazada por el cambio climático.  Este argumento se ha visto reforzado en el Acuerdo de París que estipula en su artículo 2 que debe promoverse “un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos”. De manera que es de esperar que en las negociaciones que se van a estar desarrollando en los próximos años este sea un tema central para los países agropecuarios de la región.

Por otra parte, varios países productores agropecuarios –y no solo de la región latinoamericana- vienen discutiendo desde hace años las metodologías de cálculo y medición de las emisiones de la ganadería y la agricultura. Particularmente la manera de estimar el potencial de calentamiento atmosférico del metano y el óxido nitroso.

Sostenibilidad agropecuaria

La producción agrícola y ganadera, así como los procesos de deforestación vienen acumulando impactos negativos en el medioambiente latinoamericano desde varias décadas atrás. El fenómeno del cambio climático solo viene a agravar la situación de unos ecosistemas ya bastante deteriorados. Las repercusiones políticas que se derivan de las negociaciones internacionales, agregan una nueva señal de la necesidad de un cambio de orientación en los modos de producción del sector agropecuario.

En este sentido, el fenómeno del cambio climático es una oportunidad para los gobiernos de América Latina para avanzar en políticas públicas que detengan la deforestación y promuevan prácticas agropecuarias más sustentables desde el punto de vista ambiental. Es también una oportunidad para la sociedad civil, preocupada por estos temas, para proponer una agenda de política forestal, agrícola y ganadera con una perspectiva ecológica.

Ya existe suficiente evidencia de los impactos locales de los modelos productivos actuales y ahora existe también una preocupación a nivel internacional por los impactos globales derivados del cambio climático. Los gobiernos tienen la obligación de presentar Contribuciones Nacionales para la Adaptación y Mitigación del cambio climático. Es una tarea también para la sociedad civil, darle contenidos de profunda transformación a estos sectores productivos para recuperar los ecosistemas degradados y asegurar la futura sostenibilidad de la agropecuaria en la región.
___________

Gerardo Honty es analista de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social)

(Publicado originalmente en el relanzamiento de Agropecuaria.org el portal en desarrollo rural y sustentabilidad de CLAES



[1] Megatoneladas de CO2 equivalente. Unidad de medida que unifica todos los GEI según su potencial de calentamiento atmosférico.
[2] Climate Data Explorer, World Resources Institute. www.cait.wri.org
[3] IICA. “El sector agropecuario en las contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional de América Latina” http://infoagro.net/archivos_Infoagro/Ambiente/biblioteca/ES_ContribucionesLACfin.pdf

16 de mayo de 2016

LA BIOSFERA DE GUNAYALA EN SUS 91 AÑOS DE REVOLUCIÓN

Geodisio Castillo

Sabemos los dules, que siempre nuestra Nabgwana nos habla, nuestros hermanos los árboles nos dice que lo protejamos, pero cada vez que pasa el tiempo ya no lo queremos escuchar, cuidemos a Nabgwana que nos legó la revolución. Una biosfera biodiverso rica en paisajes naturales aún conservada en estos 91 años que celebramos la Revolución Dule. Esto significa que valió la pena luchar por la tierra, para mantenerla en abundancia. Para respirar el aire, bañarse y beber de su manantial, es la vida que nos da.
 
Mar, tierra y hombre se confunden. Foto: Gubiler
UN POCO DE DOCENCIA: LAS ÁREAS SILVESTRES

Apenas se habla sobre un área silvestre nos hace pensar en el medio natural, en el que incluimos áreas vírgenes, áreas marginales o con transformaciones humanas mínimas, como los bosques, humedales, charcos, manglares, áreas marinas, entre otras. Gunayala está constituida por los ecosistemas mencionados. Sin embargo, estas áreas no son vírgenes, son sólo fragmentos de lo que en otro momento fueron (Salas, 1987) e, incluso, se encuentran dentro de los procesos globales, como la contaminación y el cambio climático. Es decir, actualmente casi no existen ambientes totalmente intocados.

Las áreas silvestres son uno de los principales objetos de las políticas de conservación de la naturaleza de casi todos los países. En el contexto actual de las necesidades sociales y las actividades humanas, las propuestas de conservación de dichas áreas deben centrarse en la relación entre la sociedad y la naturaleza más que en proteger algún componente específico del medio natural (una especie en peligro de extinguirse, por ejemplo). La cual significa que, la conservación de las áreas silvestres no debe implementarse con acciones aisladas y olvidándose de los procesos sociales. Porque las acciones humanas o conservan a Nabgwana para el mañana o lo destruyen hoy.

Un área silvestre o natural protegida es un territorio de características naturales o seminaturales, comprendido dentro de ciertos límites bien definidos, que es sometido a un manejo de sus recursos para lograr objetivos establecidos. Un área natural protegida puede pertenecer a la nación o a un organismo público provincial, municipal, pero también puede ser de propiedad privada, y comarcal manejada de acuerdo con normas fijadas por autoridades estatales. En el caso de las Comarcas, particularmente del pueblo dule, esta se rige por sus propias normas establecidas en Igarwaladummad[1].

El Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Panamá (SINAP)[2] está formado por 65 áreas protegidas (AP’s), lo que equivale a unas 2,600,018.050 hectáreas que representan, aproximadamente, el 34.43% del territorio nacional. El SINAP se creó en 1992 con el propósito de fortalecer las áreas protegidas, mediante la Resolución de Junta Directiva 022-92, del entonces Instituto Nacional de Recursos Naturales Renovables (INRENARE), en la actualidad, Ministerio de Ambiente (MIAMBIENTE). En 2015 se incluyeron a Coiba y Banco Volcán como nuevas áreas marinas protegidas.

Posteriormente, según la Resolución de Junta Directiva 09 de 1994, se definen 17 categorías de manejo de Áreas Protegidas en Panamá; sin embargo, en la práctica se han utilizado 27 denominaciones distintas para referirse a dichas áreas. Finalmente, la Ley 41 de 1 de julio de 1998, en su artículo 66, reafirma la creación del SINAP y determina a la Autoridad Nacional del Ambiente, en la actualidad MIAMBIENTE, como ente rector del mismo.

Una de las 17 categorías de manejo establecidas por el SINAP, es el Área Silvestre ubicada dentro de Comarca o Reserva Indígena: Se trata de cualquier categoría de manejo definida por esta resolución, ubicada dentro de las Comarcas y Reservas Indígenas legalmente establecidas, que haya sido declarada área silvestre protegida a través de los Congresos Generales de cada Comarca o Reserva, de acuerdo a la regulación vigente para cada una de éstas.

Preservar para conservar y conservar para preservar

Centroamérica representa una correlación significativa entre la diversidad cultural y diversidad biológica, y con territorios con mayor diversidad biológica son habitadas por pueblos indígenas[3]. Históricamente estos pueblos indígenas sufrieron la misma maldad de los invasores europeos, basada en la retirada a zonas aisladas (paisajes hostiles, tierras altas y selva húmeda del litoral del Caribe, zonas de difícil acceso), para evitar ser exterminados, construir sus vidas y mantener sus culturas (Aguirre Beltrán, 1967). Practicando una correlación de uso indígena de la tierra y la supervivencia de zonas naturales (Ayres, 2003).

A partir de las crónicas de los invasores europeos y de investigaciones arqueológicas hoy sabemos que las culturas mesoamericanas y andinas fueron las que dejaron testimonio del manejo y conservación de los recursos naturales (de la Maza Elvira, Cadena González, Piguerón Wirz, 2003).

La cultura dule es un ejemplo, como lo es toda la cultura de los pueblos indígenas de Panamá, de toda Mesoamérica o Centroamérica y el Caribe. Existe una estrecha relación de nuestra sociedad con la naturaleza en el uso del espacio natural para el vivir bien o a satisfacción de sus necesidades, cumpliendo así con el principio de la sostenibilidad, que ahora lo descubren. Las culturas de los pueblos indígenas están dejando conocimientos ancestrales en el manejo de los bosques, la fauna y los sistemas de producción agroforestal de nainu, en el caso del pueblo dule, que son sistemas que armonizan con el ambiente.

Los invasores europeos llegaron destruyendo la naturaleza. Ahí, es cuando inicia la modificación de los ecosistemas naturales a gran escala, eso ocurre al introducirse la ganadería y los monocultivos, la explotación de la madera en forma irracional por la minería, la explotación de las maderas preciosas, proceso de destrucción que se mantuvo hasta muy avanzado el siglo XX.

Al surgir la idea de conservar los espacios naturales, con el objeto de proteger los bosques, las cuencas hidrográficas, los paisajes, áreas marinas, áreas para la recreación, entre otros, inicia los primeros esfuerzos importantes de preservación. Una de las formas de conservación de la naturaleza que predominó es el preservacionismo. Según de la Maza Elvira, Cadena González, Piguerón Wirz (2003), esta forma de conservación de la naturaleza respondió al interés de ciertos sectores de la sociedad europea y estadounidense por resguardar, para su propio disfrute, determinados paisajes monumentales (ejemplo, el Parque Nacional Yellowstone), libre, intacta de intervenciones humanas. Esta tendencia estuvo vigente hasta fines de la década del 70, se crean parques nacionales y reservas estrictamente protegidos que excluían los asentamientos y actividades humanas.

La incorporación de ideas científicas al campo de la conservación, gracias al aporte de la ecología, permite convertir en áreas protegidas otros sitios no monumentales, como las costas y los humedales. La conservación permite mantener los procesos naturales de los ecosistemas, permitiendo el bienestar de las comunidades locales hoy y mañana. Un desarrollo sostenible en armonía con los recursos naturales.

Eminentemente la relación sociedad-naturaleza en la conservación de la naturaleza es el espíritu de la conservación, que involucra la participación activa de la sociedad en la conservación de los recursos. Estos principios, han sido concebidas en la creación de las reservas de biosfera del Programa sobre el Hombre y la Biosfera (MAB) de la Unesco.

GUNAYALA: UNA COMARCA DE BIOSFERA

Aunque Gunayala no es reconocida a nivel internacional por el Programa sobre el Hombre y la Biosfera (MAB) de la Unesco, como Comarca de Biosfera, es reconocido por su propio pueblo. Conformada por áreas de ecosistemas terrestres, costeros y marinos. Las Reservas de Biosfera son áreas que integran una red mundial de 669 reservas en 120 países, incluyendo 16 sitios transfronterizos hasta el 2016. En América Latina y el Caribe son 125 reservas en 21 países[4]. En Panamá hay tres Reservas de Biosfera: Parque Nacional Darién, Parque Internacional de La Amistad y Comarca de Biosfera Gunayala.

Nosotros no estamos valorando lo que decretamos y nos olvidamos de las tomas de decisiones hechas. En la comunidad de Assudub, en 1987, el Congreso General Guna declaró como Comarca de Biosfera y Sitio de Patrimonio Mundial, avalando el Plan de Desarrollo de la Comarca Gunayala, en su primera fase, al Corregimiento de Nargana, bajo la Resolución No. 3, el 7 de noviembre. Una segunda fase se ejecutaría, en todo el territorio dule, para así declarar a toda la Comarca como Biosfera. Por su naturaleza misma el territorio comarcal ya por sí misma es una Biosfera.

Como Comarca de Biosfera, Gunayala al elaborar su plan estratégico – PEGY 2025, establece tres funciones básicas que se complementan y refuerzan entre sí:
  1. La función de conservación, rescate y valoración de los saberes ancestrales, cuyo objetivo es contribuir a la conservación de Nabgwana y sus recursos naturales, paisajes, ecosistemas, especies y poblaciones.
  2. La función de desarrollo sostenible desde adentro o endógeno, que pretende fomentar un desarrollo de producción alimentaria soberana, económico, cultural, social y ecológicamente sostenible.
  3. La función "logística", que apoya la investigación científica, el seguimiento, la formación y la educación en conservación o ambiental y el intercambio de información relativa a la conservación y el desarrollo sostenible a nivel local, regional, nacional y global.

¿Cuál sería el proceso a continuar en la conservación?

Debemos implementar nuestras propias políticas de conservación. Ello significa respetar los procesos ecológicos, basado en la cosmovisión del pueblo dule, su amor y protección a la madre naturaleza, ya que varios ecosistemas o especies no sobrevivirían en las condiciones actuales sin protección.

Lo que significa que no podemos evitar cualquiera alteración en los ambientes y ecosistemas. Porque los ecosistemas son dinámicos y los procesos hacen cambios, comprobado en la historia de la tierra (terremotos, inundaciones, incendios, entre otros). Lo que hace el ser humano, modificando la tierra y el mar, no interrumpen las situaciones de equilibrio. Lo que sí ha hecho el ser humano, es acelerar estos procesos naturales.

Al implementar nuestras propias políticas de conservación debemos tomar en cuenta los usos del suelo (turístico, agrícola, rural, entre otros). Pero somos nosotros, los diferentes actores, los que acordamos acciones que deben encarar para conservar los recursos naturales, que den beneficios económicos viables para el desarrollo desde adentro. Todos estos elementos se deben tomar en cuenta al planificar las áreas protegidas o/y el desarrollo comarcal.

En el plan de desarrollo como lo tiene el pueblo Dule en su Plan Estratégico de Desarrollo de Gunayala 2015-2025 (PEGY 2025), se incluye el eje Nabgwana y sus Recursos Naturales, por ser un medio natural hay que saber manejarlos y así alcanzar los objetivos preestablecidos - ecológicos, sociales, económicos, científicos o culturales. El manejo de un área protegida comprende una propuesta de acciones y el empleo de herramientas para obtener como resultado el mejor aprovechamiento y aun así mantener la presencia de los recursos naturales y su biodiversidad.

Hasta hoy no se ha utilizado el primer plan estratégico elaborado en 1987 para el desarrollo del área protegida o Área Silvestre de Nargana; aunque no se implemente como se espera, esta área protegida ha contribuido, y sigue contribuyendo, a la conservación de paisajes y ecosistemas, al desarrollo económico ecológicamente sostenible, al turismo[5] y a la investigación científica.

FINALMENTE HAY UNA TENDENCIA…

En los momentos actuales hay una tendencia fantasmal que rodea el futuro de esta tierra, las tendencias del mercado global que genera un bien mal intencionado, es decir, las formas productivas actuales desgastan el ambiente, la mayor demanda de recursos y la desigualdad en el acceso a los mismos, conduce a que se produzcan serios desequilibrios (Smil, 2003).

El control por los recursos naturales por su escasez, la falta de agua principalmente, junto a su deterioro y desigual distribución, la violación a los derechos humanos, se convierten en algunas de las causas de los actuales conflictos, que en algunos casos escalan hasta la violencia (Fernández, 1997; Mowforth, 2014). Y las más afectadas son los pueblos indígenas, porque son en estas tierras que se localizan importantes riquezas naturales y culturales[6].

REFERENCIAS:

Aguirre Beltrán, G., 1967. Regiones de refugio: el desarrollo de la comunidad y el proceso dominical en mestizo América. Instituto Indigenista Interamericano, México. 366 p.

Ayres, E., 2003. La cartografía de la diversidad. World Watch. La información vital del planeta, 2003, Nº 18,
pp. 40-42.

de la Maza Elvira, J., Cadena González, R., Piguerón Wirz, C., 2003. Estado Actual de las Áreas Naturales
Protegidas de América Latina y el Caribe (Versión Preliminar). PNUMA, Oficina Regional para América Latina y el Caribe. 130 p.

Fernández, I., 1997. Guerras por recursos naturales, Informe Observatorio de Conflictos, Centro de
Investigación para la Paz (CIP-FUHEM), Seminario de Investigación para la Paz (SIP), Madrid, 1997, Nº 8,
p. 7.

Mowforth, M., 2014. The Violence of Development. Resource Depletion, Environmental Crises and Human Rights Abuses in Central America. Publisher: Pluto Press. 272 p.

Salas, G. De las, 1987. Suelos y ecosistemas forestales; con énfasis en América Tropical. San José, Costa Rica; IICA. 450 p. (Colección Libros y Materiales Educativos / IICA; No. 80)

Smil, V., 2003. Alimentar al mundo. Un reto del siglo XXI, Siglo Veintiuno de España editores, Madrid. 442 p.



[1] Ley Fundamental y Estatuto de la Comarca Gunayala
[2] Fuente: Ministerio de Ambiente
[5] Hace falta un plan de turismo dentro del marco de nuestra realidad