20 de julio de 2016

Los quelites: usos, manejo y efectos ecológicos en la agricultura campesina

MIGUEL A. ALTIERI

Muchos campesinos de América Latina consideran que sus agroecosistemas no solo están compuestos por especies y variedades de cultivos, sino que son parte de un sistema más amplio de uso de la tierra, el cual incluye a las plantas silvestres dentro y fuera de sus campos. De hecho, muchos grupos indígenas han desarrollado sus propias etnobotánicas y reconocen más de 1 000 especies de plantas vasculares. Por ejemplo, para los indígenas p’urhépecha del lago de Pátzcuaro, México, la recolección de plantas silvestres es parte de un sistema de subsistencia complejo (Caballero y Mapes, 1985); ellos usan más de 224 especies de plantas silvestres y naturalizadas como alimento, medicina, forraje y combustible. En Honduras central, los indios jicaques usan más de 45 plantas locales para sus necesidades domésticas. De hecho, sus sistemas de roza, tumba y quema espacian las parcelas de maíz lo suficiente dentro del bosque, de manera que cuando los jicaques viajan entre campos de maíz, aprovechan para recolectar plantas silvestres en los bosquetes intermitentes.

 
Una vida agroecológica en la comunidad de Cangandi. Foto: Gubiler
Manejo y uso de los quelites
A pesar de que las “malezas” pueden potencialmente reducir los rendimientos mediante la competencia con los cultivos, ciertas malezas son consideradas útiles y son “auspiciadas” deliberadamente y se las deja asociadas a los cultivos, lo que incrementa la diversidad vegetal del agroecosistema.

Mediante la práctica del campo “no limpio” muchos agricultores incrementan el flujo de genes entre cultivos y sus parientes silvestres, lo que representa un proceso de domesticación progresiva. Los agrónomos convencionales usualmente consideran este “deshierbe relajado” como una consecuencia de la falta de mano de obra o simplemente del mal manejo. Pero un examen más cuidadoso revela que ciertas “malezas” son manejadas y estimuladas en los campos si sirven para algún propósito. En el trópico de Tabasco, México, existe un sistema único de clasificación de “plantas no cultivadas” basado en su uso potencial, por un lado, y en los efectos sobre el suelo y el cultivo por el otro. De acuerdo a este sistema de clasificación, los campesinos reconocieron 21 plantas en sus milpas como “mal monte” y 20 como “buen monte”, las cuales sirven como alimento, medicinas, tés, para ceremonias y para mejorar el suelo (Chacón y Gliessman 1982). En muchas partes de Mesoamérica, los Andes y los trópicos bajos, los campesinos se refieren a estas plantas como quelites, arvenses o hierbas.

Los indígenas tarahumaras o rarámuris de la Sierra Madre Occidental de México, practican un sistema de cultivo doble: maíz y quelites. En un periodo crítico, de abril a julio, dependen de quelites tales como las amarantáceas, las quenopodiáceas y las brassicas, antes de que el maíz, los frijoles, chiles y cucurbitáceas maduren en el campo, de agosto a octubre. Existen registros de que los campesinos cosechan entre una a dos toneladas por hectárea de quelites, los cuales se usan para propósitos culinarios y medicinales. 100 gramos de amarantáceas, brassicas o quenopodiáceas proveen suficientes vitaminas A y C, así como riboflavina y tiamina para satisfacer la cantidad diaria recomendada (RDA por sus siglas en ingles) para una persona. Dos especies de amarantáceas (A. hypocondriacus y A. cruentus) tienen entre 15 y 18% de proteína en sus semillas, las que se usan en México para elaborar un confite llamado “alegría”. Sus hojas, como también las del epazote (Chenopodium ambrosioides) se colocan en las quesadillas para sabor extra, pero también enriquecen la dieta con hierro. En Tlaxcala, México, los productores de maíz realizan un deshierbe selectivo, permitiendo la proliferación de varias especies de plantas silvestres de los géneros Solanum, Jaltomata procumbens y Physalis, los cuales se han adaptado a los patrones tradicionales de manejo, de tal manera, que sus ciclos de maduración coinciden con el de los cultivos, facilitando así una cosecha integral. En el mismo estado, en campos sembrados de cebada se ha calculado una densidad de hasta 4 700 plantas de Solanum silvestre por hectárea las cuales pueden producir entre 1,5 y 2 toneladas de fruto, sin afectar negativamente los rendimientos de la cebada (Wiliams, 1985).

Efectos ecológicos de los quelites
Los agricultores también derivan otros beneficios de la presencia de niveles tolerables de quelites en sus sistemas. Muchos quelites son parte de la rotación, en especial especies de leguminosas silvestres (mucuna, sesbania, crotalaria, etc.) que se usan como abono verde, y otras como el epazote para controlar nemátodos del suelo. Muchos campesinos de las chinampas de México central incorporan en sus rotaciones quelites como la verdolaga (Portulaca oleracea) y la flor de muerto (Tagetes erecta). Algunas especies de quelites se incorporan al suelo después de la cosecha del maíz y otros cultivos para incrementar la materia orgánica. En las laderas centroamericanas, muchos campesinos aún practican el “frijol tapado”, que consiste en sembrar al voleo semillas de una variedad especial de frijol sobre un suelo cubierto por un barbecho de arvenses no agresivas. Luego cortan las hierbas con machete y las dejan sobre la superficie como mantillo o mulch, a través del cual germina el frijol y crece libre de competencia de malezas y sin peligro de que se erosione el suelo por el impacto de la lluvia.

En Tlaxcala se deja una especie de lupinus en el campo como cultivo trampa, pues un insecto plaga del maíz, el frailecillo (Macrodactylus sp.), prefiere las flores de este quelite al maíz. Similarmente, en el sur de Brasil, productores dejan brassica silvestre en los bordes de siembras de repollo, ya que las plagas de este cultivo (lepidópteros y coleópteros) son atraídas preferentemente a la brassica por su mayor contenido de aceites de mostaza, un fuerte atrayente para estos insectos. En Colombia se descubrió que ciertos pastos (Eleusine indica y Leptochloa filiformis) al sembrarse como bordes en campos de frijol, repelen al saltahojas (Empoasca kraemer), reduciendo así el daño de esta plaga en el cultivo. Quelites en floración, en especial de la familia de las umbelíferas, actúan como fuentes de alimento para predadores y parasitoides de plagas, ya que estos insectos benéficos necesitan polen y néctar para su óptima fecundidad y longevidad. En general, los cultivos diversificados con flores desplegadas en el campo como bordes o franjas entre cultivos, experimentan niveles mayores de control biológico de insectos plaga que los monocultivos (Altieri y Whitcomb, 1979).

Reflexiones finales
Los campesinos del mundo que aún preservan y cultivan aproximadamente 7 000 especies de cultivos y unos dos millones de variedades, junto a miles de especies de plantas silvestres que también manejan y utilizan, ofrecen a la humanidad que solo depende de un puñado de cultivos –50% de la alimentación mundial se basa en maíz, trigo y arroz– un camino sostenible para una agricultura diversa y una alimentación integral.

No solo los quelites incrementan la diversidad nutricional de las familias rurales, sino que también su presencia y manejo en los sistemas de cultivo puede mejorar la calidad del suelo, prevenir la erosión y reducir la incidencia de insectos plagas. En adición, los quelites representan una fuente importante de diversidad genética ya que muchas especies son parientes silvestres de cultivos como maíz, frijol, calabaza, chiles, jitomate, etc.

Por supuesto que los quelites deben manejarse de manera que sus poblaciones no compitan negativamente con los cultivos, ni tampoco promover especies que sean fuentes de plagas o enfermedades. El deshierbe selectivo manteniendo especies deseadas a densidades tolerables, permitir la presencia de ciertas arvenses después del periodo crítico de competencia, o desplegando los quelites como bordes o hileras alternas en el campo, son algunas estrategias de manejo que favorecen el balance en favor de los cultivos, pero que aprovechan los efectos benéficos de los quelites.

Miguel A. Altieri
Agrónomo, egresado de la Universidad de Chile, obtuvo su doctorado en Entomología en la Universidad de Florida. Es actualmente profesor del Departamento de Ciencias del Medio Ambiente, Política y Gestión en la Universidad de California, Berkeley. El Dr. Altieri es fundador de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA) y actualmente su presidente honorario. agroeco3@berkeley.edu


Referencias
-   Altieri, M. A., y Whitcomb, W. H. 1979. The potential use of weeds in the manipulation of beneficial insects. HortScience 14(1): 12-18.
-   Altieri, M. A., Anderson, M. K., y Merrick, L. C. 1987. Peasant Agriculture and the Conservation of Crop and Wild Plant. Conservation Biology 1 :49-58.
-   Altieri, M. A., y Trujillo, J. 1987. The agroecology of corn production in Tlaxcala, Mexico. Human Ecology 15: 190-220.
-   Bye, R. A. 1981 Quelities-ethnoecology of edible greenspast, present and future. J Ethnobiol. 1:109-123.
-   Caballero, J. N., Mapes, C. 1985. Gathering and subsistence patterns among the P'urhepecha Indians of Mexico. J Ethnobiol. 5:31 - 47.
-   Chacón, J. C., Gliessman, S. R. 1982. Use of the “non-weed” concept in traditional tropical agroecosystems of southeastern Mexico. Agro-Ecosystems 8: 1-1 1.
-   Williams, D. E. 1985. Tres arvenses solanáceas comestibles y su proceso de domesticación en Tlaxcala, México. Tesis, Master, Colegio de Posgraduados, Chapingo, México.
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Fuente: Leguminosas y plantas silvestres en la alimentación y la agricultura, Leisa Revista de Agroecología, junio 2016, volumen 32, número 2. pp. 28-29

17 de julio de 2016

Las áreas protegidas del mundo no salvaguardan la biodiversidad: UNA OPORTUNIDAD PARA LA CONSERVACIÓN Y EL DESARROLLO LOCAL

Geodisio Castillo[1]

VIENTOS DE CAMBIO…
En las últimas cuatro décadas, los criterios de manejo de las áreas protegidas han hecho hincapié en tomar en cuenta las condiciones de calidad de vida y las necesidades de la población local y en el rol de la participación para el logro de los objetivos de conservación.
 
Áreas Protegidas del Mundo. Fuente: Venter et al. 2014
Estos criterios de cambio son debidos porque gran parte de la biodiversidad de nuestro planeta o Nabgwana (Madre Tierra), está en peligro. Esta alerta es afirmado en un reciente estudio publicado por los Científicos de las universidades de Australia James Cook y de Queensland, la Sociedad de Conservación de Vida Silvestre, la Universidad de Stanford, en Estados Unidos; BirdLife Internacional, y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)(Venter et al. 2014).

Esta afirmación no es nada nuevo para nuestra gente que vivimos del bosque – los pueblos indígenas, afrodescendientes, campesinos y para los que nos dedicamos al tema. Este último informe confirma nuestra preocupación, la advertencia que se viene dando que las áreas protegidas del mundo no están salvaguardando la mayor parte de la biodiversidad en peligro en nuestro planeta.

Al principio las áreas silvestres protegidas fueron consideras como sitios de importancia para la conservación de la diversidad biológica y los procesos ecológicos y evolutivos. Este enfoque de conservación ha sido promovido por la mayoría de los biólogos conservacionistas, y los gobiernos a nivel mundial, han establecido una buena cantidad de unidades de conservación bajo protección (Wilson 1994; McNeely et al. 1990, citados por Jardel 1995; Bennett 2004).

Actualmente existe en el planeta 135,062 áreas protegidas que abarcan un total de 17,026,214 kilometros2, o sea 12,9% de la superficie terrestre no Antártico (Fig. 1). Mientras en el país en el 2006 (ANAM 2006, 2010), el Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Panamá (SINAP) estaba constituido por 65 unidades de manejo, hoy cuenta con 89 áreas protegidas, con una superficie de 2,600,018.050 hectáreas, lo que equivaldría al 34.43% del territorio nacional. Medidas reforzadas por la aprobación del Decreto Ejecutivo que crea el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), en enero de 2007 y la Ley 41 General del Ambiente de 1998.

Estas áreas protegidas existentes en el mundo están funcionando mal, mal administradas, sin planes de manejo, sin fondos, la politiquería, entre otras causas; de allí la amenaza de las especies es evidente. Más preocupante, cuando en los planes de manejo y/o actividades de las áreas protegidas no se toman en cuenta el rol de la gente, la participación de la gente del lugar, entonces las áreas protegidas no están haciendo su trabajo. Es un enfoque que hace totalmente a un lado lo cultural, social y humano.



[1] Centro de Desarrollo Ambiental y Humano (CENDAH). Presentación en el Foro de Día del Biólogos, 28 de agosto 2014, Hotel Tryp de Albrook, Ciudad de Panamá. Panamá.


Otras referencias de interés:

La planificación participativa para el desarrollo marino y costero:  estableciendo una nueva relación de manejo conjunto. Informe presentado en el Ier. Congreso Kuna sobre Recursos Marinos: construyendo una nueva relación de manejo conjunto”, organizado por la AEK/PEMASKY, 18 y 19 de enero del 2003, Hotel Caesar Park, de la ciudad capital. El encuentro fue auspiciado por National Fish and Wildlife Foundation (NFWF) y National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA). Enero, 2003, 8 p. https://app.box.com/s/7yisnsctu5xsj6hhyr39

PLAN AMBIENTAL MARINO-COSTERO, 2004 – 2009. CENDAH. Enero de 2004, Kuna Yala. 33 p.

Protegiendo sus Valores Culturales, Biodiversidad y Tierra: Área Protegida de Kuna Yala. En: Silene. CENDAH. 2010. 24 p. http://www.silene.es/documentos/Protegiendo_valores_culturales.pdf

3 de julio de 2016

En Gunayala el rol de la mujer es fundamental para el desarrollo sostenible y humano

Geodisio Castillo

En el marco de la iniciativa sobre el “Rescate y revalorar las semillas o plantas nativas y las formas de producción agroforestal de nainu en Gunayala”, CENDAH bajo el patrocinio PPD-PNUD[1], está ejecutando talleres de formación e intercambio de experiencias para grupos productores organizados. En este proceso de formación las mujeres son las que más están participando.
 
Taller Tecnología a Pequeña Escala: labranza mínima, Digir. Foto: Gubiler
Por lo que se nota que hay interrelación entre la igualdad de género y el desarrollo sostenible. Por ello el rol de la mujer es fundamental para el desarrollo sostenible con visión propia. Aunque sea así, las interrelaciones entre la sostenibilidad ambiental y lo que las mujeres pueden ofrecer o están demostrando en la actualidad, son invisibles. Y así se nota, aunque las mujeres organizadas demuestren lo contrario, produciendo alimentos orgánicos en ciertas comunidades de Gunayala, como lo son en Uggubseni, Digir y Wargandub (pueda que haya más mujeres organizadas que desconocemos).

Además, estas interrelaciones deben reflejarse plenamente no sólo en los programas o actividades agrícolas, sino también dentro de las organizaciones propias, comunidad y mediante el trabajo en todos los sectores y disciplinas de la sociedad.

Desde el comienzo de la agricultura, en cada cultura de la sociedad humana las mujeres han realizado experimentos, con semillas han desarrollado sistemas asociativos de cultivos[2], seleccionando y han preservado alimentos.

Hoy en el mundo millones de familias practican la agricultura de pequeña escala, y casi el 80% del trabajo agrícola es hecho por mujeres[3], contribuyendo de forma sustancial a las actividades económicas agrícolas y rurales en todas las regiones de los países en desarrollo. Asimismo, en muchas regiones de Abiayala y África está ocurriendo el fenómeno de la feminización de las zonas rurales, uno porque “los hombres han dejado el campo” y dos, debido a la falta de empleo.

Si realmente llegáramos a apoyar a las mujeres en Gunayala, confirmamos lo que la FAO[4] indica, aumentaría la productividad hasta un 30%, pero eso sí, teniendo el mismo acceso que los hombres a los medios y recursos de producción, lo que permitiría alimentar a 150 millones de personas más en el planeta. Al igual permitiría incrementar la producción alimentaria en la Comarca y así cumplir con las resoluciones del Congreso General Guna, en relación al incremento de la producción agrícola.

Las iniciativas que las mujeres de Uggubseni, Digir y Wargandub están tomando, necesitan apoyo y CENDAH les ofrece procesos de formación y capacitación, de experimentación y reflexión[5] para la reconstrucción de su rol dentro de la agricultura familiar de nainu y estos acumulados de conocimientos sobre la agricultura de nainu a pequeña escala, conservación de suelo y agua, y tecnologías a pequeña escala alimentan y alimentarán a la unidad familiar y comunal y la Comarca, manteniendo los patrones de consumo con el cuidado de Nabgwana. Sin embargo, al momento de apoyarlos son las más olvidadas o son consideras de última.

Si la historia de la sociedad dule fue matriarcal, hoy la desigualdad de género es fundamental para entender las relaciones de poder en la sociedad dule, ya que determinan, entre otras, las condiciones de participación de hombres y mujeres en los espacios de toma de decisiones y en la construcción de un desarrollo sostenible y humano.

Nuestra sociedad dule y en general la panameña, necesitan transformaciones fundamentales para garantizar la democracia, la ciudadanía y la sostenibilidad ambiental. Es la visión que tiene el pueblo dule, donde “haya mayor igualdad e inclusión social y de género”[6]. Para ello, algunas de las vías de acceso pueden ser los modelos alternativos inspirados en el enfoque agroecológico.

El comienzo, nos hace reflexionar que, pese a la ceguera conceptual hacia el género, las iniciativas basadas en principios familiares y agroecológicos abren puertas a la participación, la visibilización y la valorización del trabajo de las mujeres, a la vez que avanzan hacia una organización agroalimentaria más sostenible y humana[7].

Las mujeres siempre han sido las más organizadas, sociables, con ganas de aprender y con ello afirman una identidad colectiva como agricultoras, recuperando su pasado. A partir de la acumulación de sus experiencias agroecológicas, las mujeres dules revelan nuevos modos de producir conocimiento[8], así como nuevas formas de organizarse, y hacer política[9].

En Gunayala el fomento de la agricultura de nainu, es una inversión que considera el equilibrio entre el incremento de la producción, la conservación de la biodiversidad y el desarrollo integral desde adentro de las comunidades dules.

En las comunidades de Uggubseni, Digir y Wargandub se han organizado varios grupos de mujeres y hasta una organización de agricultoras educadoras en Digir. Han iniciado un proceso de adaptación a nuevas prácticas, que les ha permitido reconocerse y ser reconocidas como productoras en sus comunidades. Hasta el momento estas organizaciones de mujeres reconocen su responsabilidad en la agricultura, ocupándose del cultivo después de la preparación del nainu, que es una tarea que está a cargo de los hombres. Sin embargo, ellas dicen, que no es necesario esperar a ellos, cuando tardan en acompañarlos en la tarea de preparar el suelo.

Las iniciativas de las mujeres productores de Gunayala, refuerza la importancia de integrar plenamente la "agenda de género", y apoyarlos, porque su participación ayuda a desarrollar soluciones en al ámbito alimentario[10].



[1] Programa ONU-REDD y el Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (PPD-FMAM) en conjunto con el Programa “Apoyo a REDD+ de Base Comunitaria”
[2] En el caso de los dules, sistemas de nainu
[5] La Agencia del MIDA en Gunayala, hace un gran esfuerzo en ofrecer asistencia técnica a las organizaciones de mujeres. Lo que indica la necesidad de que se establezca en Gunayala la propia dirección regional del MIDA, para no seguir dependiendo de Colón
[6] Según el PEGY 2025, indica que una de las apuestas de su visión es: “Una Comarca equitativo e incluyente en el que no se le diga o repita que es un pueblo de pobreza extrema; toda la población goce plenamente de sus derechos; haya mayor igualdad e inclusión social y de género, y en el que el territorio esté más articulado y equilibrado, de manera que Gunayala sea más íntegro, policéntrico, y aproveche las potencialidades del territorio para el desarrollo cultural y nacional”. Documento inédito (PEGY 2025, 2015).
[7] Leisa, Revista de Agroecología, diciembre 2015, volumen 31, número 4. 40 p.
[8] Aplicando la educación bilingüe intercultural en los niños a partir del hogar
[9] Leisa, Revista de Agroecología, diciembre 2015, volumen 31, número 4. 40 p.