21 de marzo de 2018

Semillas para sanar la sequía de emociones

Los discursos dominantes sólo cuantifican los impactos monetarios. Las voces de ‘abajo’ exploran otros sentires frente al fenómeno.

Leonardo Rossi

Caída de la balanza comercial. Falta de dólares. Merma en la recaudación. Algunos de los tópicos repetidos hasta el hartazgo en medios masivos de un variado tono editorial en torno a la sequía, su impacto en el ‘agronegocios’ y sus consecuencias. Posibles soluciones: seguros de mayor cobertura para los productores; promoción de variedades genéticamente modificadas resistentes a situaciones de estrés ambiental; más recursos públicos como salvataje para reactivar rápidamente la dinámica del sector.

 
Los aportes de la propia dinámica agronómica, hoy víctima, al actual escenario ecológico; las posibilidades de otros caminos agrícolas; las consecuencias ecológicas, culturales y sociales de este entramado escasamente son mencionadas, salvo excepciones, en las que suelen aparecer desconectadas.

La fe ciega en la ciencia hegemónica (con la biotecnología a la cabeza); la monetización de toda problemática; y la incapacidad absoluta de dimensionar nuestro umbilical vínculo con las esencias que nos hacen vida (agua, aire, tierra) se exacerban a niveles suicidas.

Desde abajo, otras tramas, pulsan y grafían los territorios, se resisten al ‘epistemicidio’ (Boaventura de Sousa Santos) que no cesa, recreado cada día en técnicos de la bolsa, especialistas en mercados a futuro y comunicadores todo servicio negador de una vasta historia ecológico-cultural que desafían a los ‘monocultivos de la mente’, que con tanta precisión definiera Vandana Shiva, acerca de los modelos agropecuarios impuestos a escala global de un par de décadas a esta parte.

Recrear, sentir, abrazar voces-cuerpos que marcan el necesario reencuentro con la tierra, nos pone de frente a una metáfora que se dispara en múltiples sentidos hasta regresar a una significación tácita: nos enfrentamos a una profunda Sequía. Sequía de pensares y sentires que deviene indefectiblemente en sequía de la vida en todo su complejo entramado. Abonar y sembrar el suelo de otras formas del ser y del conocer es una tarea urgente.

Resistentes al pensamiento crítico

La idea del desarrollo eterno cala profunda en los imaginarios colectivos. Referentes sociales, políticos y culturales de diversas raíces confían en una carrera infinita hacia alguna meta de inagotables bienes materiales. En materia productiva esto se traduce en una sangría incesante de la naturaleza.

Vale el repaso de algunos discursos que circulan de forma fluida acerca de hacia dónde se corre la frontera mental en busca de soluciones frente a la sequía:

-Poco se ha hecho en la utilización de herramientas que puedan mitigar el efecto devastador que una sequía o una inundación pueden provocar, como es el caso de canales que liberen las cuencas, los seguros multirriesgo o los subsidios directos a productores para evitar su quiebra.
(Clarín Economía, 25/02/2018)

-“Planteamos hacer algo para que los productores no queden fuera de la cancha ante el shock climático”, aseguró a este medio Miguel Fusco, economista de Aacrea. (Clarín Economía 1/3/2018)

-Si estuviera en el mercado, la soja resistente a sequía podría aportar casi cinco millones de toneladas más, o un piso de un 10 por ciento adicional, respecto de las proyecciones de cosecha que hoy circulan. (La Nación, 9/3/2018)

-“Esta variabilidad climática llegó para quedarse y para eso debemos contar con un sistema de seguros para hacer frente a cualquier catástrofe o problema climático” –Etchevehere– (Infobae, 13/03/2018)

Como respuesta, una directa y profunda reflexión que suele repetir Joan Martínez Alier, economista ecológico: la economía dominante, su teoría, su práctica, se olvidó de los flujos de energía y materiales, sus orígenes, su finitud. Las propuestas de las ¿mentes? del ‘agronegocios’ van por más, a como dé lugar, como si esos suelos y cursos de agua adonde a la soja y al maíz les cuesta cada temporada más y más su crecimiento estuvieran escindidos de la crisis hídrica, fenómenos climáticos extremos y reiterados, difusión de nuevas enfermedades, sistemático aumento de la demanda energética que pone en tensión todo el entramado sociocultural en el que también, se supone, habitan.

No todo entra en un Excel

Listar las consecuencias de la sequía abre infinitas posibilidades. Si como dice Arturo Escobar “‘sentipensar’ con el territorio implica pensar desde el corazón y desde la mente, o co-razonar”, en esa senda caminan activistas ambientales, campesinas y campesinos, agrónomos comprometidos con otra agricultura posible que invitan a desentramar el discurso de que toda pérdida es medible en números y, de modo preferencial, en dinero.

Luciana Gagliardo, de la ONG Conciencia Solidaria, plantea que la sequía implica una “degradación en términos ecológicos, que representan la debacle de la biodiversidad, la destrucción de nichos en particular y sus relaciones”, pero en sí es una problemática que atraviesa de forma circular aspectos como la “calidad de vida de las personas, la salud, la educación, los derechos humanos, entre ellos el agua, la identidad, la historia, los modos de producir”.

En ese hilo, Luis Narmona, técnico de Agricultura Familiar abocado a la agroecología en Córdoba, aporta: “irrumpe una sensación de frustración en el productor de alimentos de proximidad, un desaliento de la producción fruti-hortícola”, un colectivo del que poco y nada se habla en estos casos. En definitiva, dice, “se pone en riesgo la soberanía alimentaria”, un término no incluido en el diccionario del agronegocio.

El vínculo entre el modelo agronómico dominante y las catastróficas imágenes del suelo rural es directo. Lo señalan campesinas e indígenas rodeados de nuevos desiertos, lo atestiguan las poblaciones inundadas y las carentes de agua, además de bibliografía científica. Insistir en esa vía es cuanto menos carente de sensatez.

Celeste Rumié, de la Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo de Córdoba, reflexiona: “El bosque nativo viene siendo desplazado por el avance de la frontera agropecuaria, primero por la ganadería y posteriormente por el monocultivo que desplaza a la misma actividad ganadera que sigue avanzando sobre los ecosistemas de bosques que nos quedan, reguladores de las condiciones climáticas, tanto de inundaciones como de sequías y también incendios”. Entonces, “a más desmonte, se profundizan los ciclos de sequías e inundaciones”. “La pérdida de bosques nativos y su función protectora de los vientos desecantes creo que tiene que ver con el modelo agrícola dominante, y con una cultura que también en su expansión urbana, primero, tala todo para lotear y luego o no repone o lo hace con especies exóticas demandantes de alta cantidad de agua”, agrega Narmona.

Para Gagliardo, habitante de Capilla del Monte, lo que define el modelo de agronegocios es “una especie de pulsión tanática”, en tanto es una praxis “incapaz de conectarse con la esencia de lo que la agricultura es que implica un modo de relacionarse con la tierra, con aquello que da vida”. “Siendo que la agricultura representa un aspecto fundamental de la cultura, no es casual, este modelo de producción que des-identifica al hombre del suelo; desarraiga, en términos simbólicos, y materialmente práctico”, sostiene.

Alimentar y sanar (con) la Tierra

Si algo brota en los ‘abajos’ es la esperanza. La convicción persistente de otras vidas-mundos posibles. Galgiardo apunta que además de la crítica central a quienes hegemonizan discursos y prácticas de los agronegocios, y en sentido ampliado, del capitalismo neoliberal, debemos enfocarnos “en mutar nuestros hábitos de consumo, transformar, por ende, los modos de producir, a partir de ‘una vuelta a los orígenes’ pero con todo lo ya aprendido”.

Si el actual modelo simboliza la extracción máxima de nutrientes y contaminación a granel de la tierra, Narmona llama a “volver a cuidar el suelo con la lógica de organismo vivo, recuperar-recrear-crear prácticas de manejo ecológicas para que pueda almacenar más agua”. Rumié completa la idea: “valorar la agroecología, la biodinámica, la permacultura, la pequeña escala, los emprendimientos familiares y comunitarios; autónomos y también las redes con apoyo estatal”. De estas experiencias, dice, “tan vivas, en todo sentido del término, hay dos puntos que valoramos principalmente: que producen alimentos sanos, verdaderos, soberanos, nutricios y el vínculo con el ambiente, con el todo, como siendo parte de la Tierra”.

En ese camino, el técnico agroecológico llama además a “recuperar el estrato arbóreo en el paisaje integrándolo de nuevo en el ecosistema rural y urbano para obtener los servicios ecosistémicos de protección y regulación hídrica que ofrece”. Asimismo, apunta a la necesidad de articulación campo-ciudad, dejando de lado las imaginarias rupturas de ecosistemas que indefectiblemente están entreverados. Marca así la necesidad de que en los espacios urbanos “se promueva la cosecha de agua de lluvia a nivel domiciliario para reducir la presión urbana sobre los acuíferos subterráneos y recursos superficiales hídricos”.

Para Rumié, “es de vital importancia comprender el fenómeno de la sequía desde este contexto”, para entender que “preservar los bienes comunes es auto-preservación y que alimentar el suelo, nos alimenta”.

La tierra desgajada, teñida de grises pigmentos, nos habla; escribe desde sus profundos latidos que otros lenguajes son necesarios para con ella; madre de la vida que aún se resiste a la profunda sequía de emociones que se esparce por su falda. En susurros, van otras voces recitándole poemas de sanación.

 
Fuente: La Tinta

 

7 de marzo de 2018

Mujeres rurales: invisibles, indispensables, sobreexigidas

Saludándolas en su día – 8 de marzo

Agricultoras de la comunidad de Digir Negwebur. Foto: Gubiler
 
En América Latina y el Caribe se observa un creciente protagonismo de las mujeres en el mantenimiento socioeconómico y cultural de sus comunidades. En Uruguay hay mujeres al frente de casi un 20% de las explotaciones agropecuarias, informa una nueva publicación de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que destaca los aportes de las mujeres rurales y los retos para avanzar hacia el pleno disfrute de sus derechos. El Atlas de las Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe de la FAO presenta una radiografía en profundidad del estado de los derechos de las mujeres rurales, su seguridad alimentaria y nutricional, desarrollo económico y sus retos y oportunidades. Según esta publicación, en Uruguay un 19,7% de las explotaciones rurales tiene al frente una mujer, de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Además, la misma fuente indica que la proporción de tareas no remuneradas que realiza una mujer rural es mayor a la de una mujer urbana, y mucho mayor que la de los hombres, sean urbanos o rurales. El estudio destaca en general que las mujeres juegan un rol fundamental en la transmisión del conocimiento, incluyendo la memoria histórica de los pueblos y los saberes técnicos como el manejo agroecológico, la selección de semillas, la reproducción de plantas y los usos medicinales de las hierbas. “Aunque hemos visto mejoras considerables relativas a los derechos de las mujeres rurales en los países de América Latina y el Caribe, todavía existen múltiples obstáculos que hay que superar para que las mujeres conquisten su plena autonomía”, explicó Claudia Brito, Oficial de Género de la FAO.

Según Brito, avanzar hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible 5 – lograr la igualdad de género – requiere fomentar una participación plena y efectiva de las mujeres en la toma de decisiones económicas y políticas en sus países. Además, es fundamental garantizar su acceso a los recursos económicos en condiciones de igualdad y valorar las labores no remuneradas que realizan, como la producción de alimentos para sus familias y el cuidado de niñas, niños, personas mayores y enfermas. Labores que no se reconocen Según el Atlas,uno de los elementos comunes que caracterizan la vida de las mujeres rurales en la región es la sobrecarga de trabajo, debido a una división sexual del trabajo que deja en sus manos los cuidados. La invisibilización del trabajo que realizan en el ámbito reproductivo, productivo y para el autoconsumo es otro factor clave, el cual se suma al bajo acceso que tienen a los medios de producción ylamenor calidad para la producción de las tierras que controlan.


Otro factor destacado por el Atlas son las dificultades que enfrentan para la participación política y su poca autonomía económica. “No podemos olvidar la precariedad y temporalidad de los trabajos que realizan las mujeres rurales, así como su bajo nivel de cobertura en los sistemas de protección social,lo que genera inseguridad económica. Tampoco podemos olvidar los múltiples casos de violencia contra ellas, y como eso afecta su desarrollo de múltiples maneras”, explicó Brito. Más pobres, más obesas y con peor seguridad alimentaria Según el Atlas, el ritmo de reducción de la pobreza ha sido menor para las mujeres de América Latina y el Caribe que para los hombres. En 2014, por cada 100 hombres viviendo en hogares pobres en la región, había 118 mujeres en similar situación. El panorama es aún peor si se consideran aspectos étnicos además del género: los ingresos de hombres no indígenas ni afrodescendientes son cuatro veces mayores que los de mujeres indígenas y dos veces mayores a los de las mujeres afrodescendientes. Según la FAO, la prevalencia media de inseguridad alimentaria severa y moderada afecta al 30% de las mujeres de la región, y a sólo al 25% de los hombres. La brecha de género es aún mayor en el caso de la obesidad: en más de 20 países la tasa de obesidad femenina es más de 10 puntos porcentuales mayor a la obesidad masculina
 
Agenda para el avance de los derechos
El Atlas recomienda avanzar en políticas nacionales de lucha contra la pobreza femenina, consolidando las transferencias de ingresos e implementando acciones intersectoriales de apoyo a las mujeres víctimas de la violencia. También destaca la necesidad de mejorar su acceso a la tierra y al agua mediante instrumentos como las Directrices Voluntarias para la Gobernanza Responsable de la Tierra, y mejorar la oferta de servicios financieros y apoyos a la producción con enfoque de género. El Atlas también recomienda avanzar en la implementación de la Estrategia de Género del Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un documento que se ha convertido en una referencia para toda la región. Por último, destaca la necesidad de aumentar la participación social de las mujeres en las políticas públicas y mejorar los indicadores de género en el monitoreo de las políticas públicas, para que los países puedan construir instrumentos a su medida siguiendo los acuerdos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible

 
Nueva alianza sobre gobernanza e institucionalidad

Según la FAO, hoy existe un profundo desbalance entre las transformaciones que requiere la ruralidad en la región y la arquitectura institucional que tienen los países para impulsar estos cambios. Por eso creó una alianza para impulsar mejoras en la gobernanza e institucionalidad rural en los países de América Latina y el Caribe, y reunirá a un grupo de personas expertas de algo nivel con destacadas trayectorias en el sector público y privado, representantes de la academia, de empresas, organizaciones no gubernamentales y agencias multilaterales. Dicho grupo formulará un plan de trabajo de asistencia técnica que será implementado junto a los gobiernos de los paí- ses miembros de la FAO que expresen su interés en impulsar reformas en esas materias. Uno de los aspectos que deberá considerar la alianza será la exclusión histórica de actores claves en las políticas públicas de desarrollo regional, como agricultores familiares, pescadores artesanales, comunidades indígenas, jóvenes y mujeres.
 
Fuente: La República - http://www.republica.com.uy/mujeres-rurales-invisibles-indispensables-sobreexigidas/

 

4 de marzo de 2018

Diversidad de las comunidades de peces en dos áreas marinas protegidas del Caribe y su relación con el pez león

Cobián-Rojas, D., Schmitter-Soto, J. J., et al. 2018

Wa barbad (pez león) en aguas del Caribe de Gunayala, Panamá. Foto: Gubiler
Resumen:

Diversidad de comunidades nativas de peces de arrecife en dos áreas protegidas en el Mar Caribe y su relación con el pez león invasivo. Pez león (Pterois volitans) invadió la región del Caribe con el potencial para alterar la composición y la estructura de las comunidades nativas de peces de arrecifes de coral. El objetivo de este estudio fue analizar los índices de diversidad de estas comunidades de peces potencialmente afectadas por la depredación del pez león y comparar con datos previos a la invasión. El estudio se realizó en dos áreas marinas protegidas del Caribe (AMP): Parque Nacional Guanahacabibes (PNG), Cuba y Arrecifes de Xcalak (PNAX), México, Quintana Roo. Llevamos a cabo censos visuales de especies de peces en hábitats arrecifales durante las estaciones secas y lluviosas del período 2013-2015. Para esto, se definieron y evaluaron nueve sitios usando recuentos estacionarios. Nuestros resultados mostraron mayor riqueza de especies (43.47 ± 5.14) y abundancia media (0.76 ± 1.25) en PNG que en PNAX (40.22 ± 4.96, 0.19 ± 0.46, respectivamente). La diversidad disminuyó después de la llegada del pez león en un solo sitio de PNG y en dos sitios del PNAX, pero aparentemente, estos resultados están más relacionados con el efecto de la actividad pesquera que con la presencia del pez león. En base a los resultados y suponiendo que los cambios en las comunidades nativas de peces por peces león aún no se han detectado, recomendamos continuar las descripciones de la comunidad de monitoreo para detectar cambios futuros en comunidades nativas de peces.

 
Palabras clave: diversidad, especies invasoras, peces marinos, arrecifes de coral, efectos depredadores.

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